El Centro Pompidou reinterpreta la obra fotográfica de Henri Cartier-Bresson, "el ojo del siglo"

  • El museo parisino dedica ocho salas a la retrospectiva definitiva del fotógrafo francés y reúne 500 imágenes de siete décadas de trabajo.
  • La exposición, diez años después de la muerte del teórico del 'momento decisivo', propone que se le considere como una "figura clave de la modernidad".
  • El recorrido cronológico va desde sus las relaciones con el surrealismo y la Guerra Civil española, hasta la II Guerra Mundial, la descolonización y la Guerra Fría. 
Multitud ante un banco de Shanghai intentando retirar depósitos ante el inminente triunfo de la revolución maoísta
Multitud ante un banco de Shanghai intentando retirar depósitos ante el inminente triunfo de la revolución maoísta
Collection Fondation Henri Cartier-Bresson, Paris © Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos, courtesy Fondation Henri Cartier-Bresson
Multitud ante un banco de Shanghai intentando retirar depósitos ante el inminente triunfo de la revolución maoísta

"Para mí la cámara es un cuaderno de bocetos, un instrumento de intuición y espontaneidad". El hombre que pronunció la frase, el francés Henri Cartier-Bresson (1908-2004), es al mismo tiempo una de las grandes leyendas de la historia de la fotografía y uno de sus más locuaces teóricos. En paralelo a una carrera deslumbrante de siete décadas, durante las cuales llevó la poesía al mundo de la imagen, habló y dijo muchas cosas. Algunas incluso contradictorias. Lean de nuevo la primera frase y compárenla con esta: "Mientras hacemos fotos debemos ser conscientes de lo que hacemos".

¿Intuición o racionalidad? Acaso ambas, porque Cartier-Bresson, de cuyo fallecimiento a los 95 años se cumplen diez el 3 de agosto de 2014, gustó de prodigarse en la imagen y el verbo. Paseó por el mundo e hizo centenares de miles de fotos ("paciencia: las primeras 10.000 son las peores", recomendaba a los principiantes) y abrió la boca con la misma prodigalidad. Acaso su mayor aportación es la teoría del momento decisivo ("retener el aliento y esperar a la que todas las facultades converjan en la cara de la realidad cambiante"), una verdad poética que puede ser desarrollada a través de variados acercamientos y técnicas.

Intolerante y de mal genio

Aunque nunca fue tolerante —acusó a los fotógrafos que preferían el color a su adorado blanco y negro de estar trabajando con una bastardía sólo era apta para la publicidad— y tenía muy mal genio —son míticas las venganzas que ejerció como factótum de Magnum, la agencia de fotógrafos-poetas que cofundó en 1947 y que de cooperativa tenía solamente la intención—, las lecciones que de verdad importan de Cartier-Bresson poco tienen que ver con la verborrea o el carácter, sino con las miles de fotos inolvidables que firmó: son tantas que el inventario de sus archivos, gestionados por la fundación que llevan la viuda y la hija del fotógrafo, todavía está en marcha y sólo cuando termine la catalogación será posible saber con exactitud la magnitud del tesoro que legó a la humanidad el hombre al que llaman con toda justicia y sin exageración "el ojo del siglo".

El Centro Pompidou de París presenta un primer intento de "reinterpretar" al artista con la primorosa retrospectiva Henri Cartier-Bresson, una de las exposiciones del año. La magnitud de la muestra, que coloca en ocho salas del museo más de 500 imágenes, y el análisis razonado y cronológico de las obras convierten la exposición, en cartel hasta el 9 de junio, en la primera muestra definitiva tras la muerte del fotógrafo francés, a quien el centro de arte público cree que a partir de ahora se debe considerar una "figura clave de la modernidad".

"Habilidad en la captura de movimiento"

La exposición pretende revelar la obra del artista "más allá del momento decisivo", dejando constancia del "genio" de Cartier-Bresson para la composición, la "habilidad en la captura de movimiento" y la condición humana de "uno de los grandes testigos de nuestra historia", dicen los organizadores, que citan las relaciones e implicación del fotógrafo con el surrealismo, su militancia en favor de la República durante la Guerra Civil española y antinazi en la II Guerra Mundial, el testimonio que dejó de los procesos de descolonización de países de Asia y África y su papel como testigo de la Guerra Fría.

La exposición combina fotos muy conocidas con reportajes apenas difundidos, añade documentos personales del fotógrafo, muestra dibujos y pinturas —empezó en el arte con la pretensión de dedicarse a los óleos— y exhibe los experimentos cinematográficos con los que tanteó con poco éxito. Estructurado tanto cronológica como temáticamente, el circuito de la muestra gira en torno a tres momentos históricos: el período de entre 1926 y 1935, marcado por el contacto con los surrealistas, sus primeros trabajos como fotógrafo y sus viajes por todo el mundo; una segunda sección está dedicada al compromiso político de Cartier- Bresson entre 1936 y 1946, y un tercer bloque se inicia con la creación de Magnum en 1947 y concluye a principios de los setenta, cuando dejó de hacer reportajes para la agencia.

En contraste con "enfoques unificadores", la exposición "pretende mostrar que no había sólo uno, sino varios Cartier- Bresson" y que la excelencia de su trabajo fotográfico está enlazada con una cominación de factores, una "alquimia completa": desde una "predisposición artística", hasta la "ambición personal", pasando por un "estudio técnico incesante" y un "compromiso con el espíritu de los tiempos", que le llevó de ser "el más surrealista de los fotógrafos" a finales de los años veinte y durante los treinta a profesar "un anticolonialismo feroz, un compromiso inquebrantable con los republicanos españoles y una creencia profunda en la necesidad de cambiar la vida".

Mejor informador que artista

Aunque podía haber elegido ser "simplemente un artista" tras el éxito clamoroso de su primera exposición en solitario en el MoMA en 1947, decidió convertirse en "un informador integral" e informar como fotoperiodista desde todos los rincones del mundo. A partir de los años ochenta, convertido en una leyenda viviente, se dedicó a organizar su archivo y colaborar en el montaje de alguna exposición. No obstante, tenía siempre a mano su amada cámara Leica y nunca dejó de hacer fotos. "Soy visual", decía. "Observo, observo, observo. Es con los ojos con lo que entiendo".

La retrospectiva de París quita el aliento porque resulta imposible destacar una imagen sobre otra. Al final, la conclusión podría condensarse en un decálogo que deberían cumplir todos los aspirantes a street photographer: presta atento a la geometría de la composición; sé paciente; viaja, desplázate; usa una sólo lente, un 50 mm, la mirada natural; haz fotos de niños; no seas intrusivo, no molestes; mira el mundo con ojos de pintor; no recortes el negativo original, no reencuadres; no te preocupes demasiado por el procesado; esfuérzate algo más.

Tampoco sobran, por mucho que la locucidad le perdiese tan a menudo, algunas palabras del maestro. Por ejemplo estas tres frases más complementarias de lo que parece: "Las cosas pequeñas son grandes en fotografía, deja que lo pequeño sea tu leitmotiv"; "tienes que vivir y la vida te dará fotografías"; "por supuesto, todo es cuestión de suerte".

Sería necesario añadir: y también de dinero. Pese a la grandeza de la  exposición del Pompidou y la consideración de figura universal que sus organizadores reclaman para Cartier-Bresson, la agencia Magnum y la fundación de los heredores del maestro sólo permiten a los medios de comunicación mostrar dos imágenes libres de pago. A partir de la tercera, es necesario pagar, lo cual es contradictorio y chocante cuando se trata de promocionar una exposición.

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