Los efectos especiales te harán llorar

  • Los estudios empiezan a utilizar la tecnología digital para retocar las interpretaciones de los actores.
  • Algunas estrellas empiezan a incluir en sus contratos cláusulas para regular estas manipulaciones digitales
Jennifer Connelly en dos fotogramas de Diamante de sangre.
Jennifer Connelly en dos fotogramas de Diamante de sangre.
Jennifer Connelly en dos fotogramas de Diamante de sangre.

Que una buena actuación puede salvar una película mediocre, lo sabe cualquier productor de medio pelo, aunque no siempre sea posible lograrla durante el rodaje.

Lo último para conseguir esa intensa mirada a cámara que no aparece por ningún fotograma de la sala de montaje es ayudarse de los efectos especiales.

Según escribe Ben Hoyle en Timesonline, cada vez más, los grandes estudios echan mano de los efectos visuales para retocar tecnológicamente aquellas interpretaciones que necesitan mejorarse. Y ponen un ejemplo que se mostró durante una conferencia de la Visual Effectc Society.

En Diamantes de Sangre, hay un primer plano de Jennifer Connelly hablando por teléfono. En el plano siguiente, manipulado digitalmente, a la actriz se le resbala por la mejilla una delicada lágrima virtual.

Hasta ahora, sí era relativamente corriente que los efectos visuales se utilizaran para reducir las ojeras, pero este nuevo uso de la tecnología abre un debate nuevo.

¿Hasta qué punto es lícito manipular tecnológicamente la interpretación de los actores? ¿Podría una actuación que ha sido mejorada durante la postproducción optar, por ejemplo, a un Oscar?

Algunos

técnicos se sienten mal con esta manipulación digital a la que les obligan los grandes estudios.

Sienten que están contribuyendo a realizar un fraude, de ahí que muchos nieguen que se haya retocado digitalmente una actuación.

Sin embargo, no tienen reparos en contar, en privado, lo fácilmente que pueden convertir un mohín en un gesto algo más sensual.

El motivo que alegan los técnicos para justificar su trabajo es que a ellos les pagan los estudios, no los actores.

Para un estudio es mucho más barato invertir algo de dinero en mejorar una actuación o una apariencia física que volver a rodar una secuencia completa que no quedó bien.

Otra de las implicaciones de esta nueva tendencia es que algunos actores, como Tom Cruise, están empezando a incluir en sus contratos cláusulas para regular esta manipulación digital, o por lo menos para limitarla a mejorar la apariencia física, pero nunca el tono interpretativo.

Aunque esto, en realidad, no es nuevo. El cine lleva más de un siglo jugando con la realidad mediante el montaje y la postproducción.

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