Adiós a Luis García Berlanga, el anarquista burgués de nuestro cine

El director valenciano, responsable de clásicos como 'Bienvenido Mr. Marshall' y 'Calabuch', fallece en Madrid a los 89 años.
Adiós a Luis García Berlanga, el anarquista burgués de nuestro cine
Adiós a Luis García Berlanga, el anarquista burgués de nuestro cine
Adiós a Luis García Berlanga, el anarquista burgués de nuestro cine

Esta vez ha sido verdad. Después de que, a causa de un error, el diario El País publicase por anticipado su necrológica, para despues anunciar su regreso al ruedo con un spot para una ONG, Luis García Berlanga parecía indestructible pese a su avanzada edad y a una salud (decían) cada vez más frágil. Desgraciadamente, la muerte no perdona ni a los mejores: el director de Los jueves milagro, Plácido y tantas otras grandes películas falleció hoy en Madrid.

Hijo de una familia acomodada, pero de izquierdas (con las pertinentes consecuencias de sufrimiento durante la posguerra), anarquista convencido aunque crítico, Berlanga pasó los primeros años de su carrera en un conflicto permanente con la Censura franquista. Menos mal que tanto él como Rafael Azcona, su guionista de cabecera, sabían emplear el humor para llenar Bienvenido Mr. Marshall, Calabuch, El verdugo y el resto de sus títulos con pullas atroces al régimen. Las cuales, además, hacían reír.

Llegada la democracia a España, Berlanga no se amansó. El fin de la Censura le permitía por fin ajustar cuentas con el régimen de Franco, algo que hizo con fruición en La escopeta nacional (1977)... Aprovechando a dos patéticos personajes secundarios de ese filme (José Luis López Vázquez y Luis Escobar) para poner a caldo impunidades y chanchullos varios en las secuelas Patrimonio nacional (1981, la mejor) y Nacional III (1982). La vaquilla (1985) una sátira sobre la Guerra Civil con un inolvidable Alfredo Landa como sargento chusquero, fue su última obra maestra.

Porque en Moros y cristianos, Todos a la cárcel, y sobre todo en la final y poco lucida París-Tombuctú (1999), al vigor de su talento se le notaba ya el desgaste. Enemigo del plano fijo y amante del bullicio narrativo ("A la cámara hay que sacarla a dar una vuelta", decía), Berlanga podía convertir sus rodajes en pequeñas guerras, necesitadas de una planificación austrohúngara, y un esfuerzo sobrehumano. Pese a ello, y pese a que las desgracias personales (su hijo Carlos, músico de talento, falleció en 2002) y los problemas físicos iban haciéndole cada vez más mella, el cineasta conservaba afilado el ingenio: "El dolor me jode, pero morirme me jode más" fue una de sus últimas frases en público.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento