Barcelona ha triplicado el número de turistas en 20 años y, si tras los Juegos Olímpicos, 2,45 millones de viajeros visitaron la ciudad, en 2012 lo hicieron 7,44, una cifra que previsiblemente se superará este año. Entre ellos, hay un visitante muy especial: Homer Simpson.
En el cuarto capítulo de esta temporada de Los Simpson —emitido esta semana en EE UU—, Homer viaja a la versión amarilla de la capital catalana en compañía de un amigo de la infancia con el que mantenía correspondencia, Eduardo Barcelona, a quien Marge ha pedido ayuda para animar a Homer, en plena crisis de los 40.
Eso sí, la serie estadounidense explota los tópicos que lastran a cualquier spaniard en Estados Unidos: Eduardo es extremadamente religioso, mujeriego, pasota, amante del vino y del buen comer. En esta línea, también aparece ataviado con el traje de torero acompañado de un perro que finge ser un toro.
A través de sus recuerdos (esta vez no viaja la familia Simpson al completo, como suele ser habitual), Homer y Eduardo visitan una Sagrada Familia sin aglomeraciones ni control de entrada. Además, el pequeño Eduardo aparece leyendo una carta sentado en una de las torres del templo de Antoni Gaudí.
El capítulo no ha estado exento de polémica, pues Marge se disculpa ante Eduardo, quien también se presenta como Eddie Barcelona, por llamarle "español".
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