Fred Vargas: "La vida es buscar un camino para escapar del mal, sobre todo de hacerlo"

  • Es la escritora francesa una de las autoras más relevantes de la narrativa negra, pese a, como ella cuenta, "haber sido rechazada muchas veces".
  • Para esta mujer de formación arqueozoóloga lo suyo son: novelas de enigmas (más que género policíaco) y los enigmas, una vía para huir del mal.
  • Su última novela fue 'El ejército furioso' (Siruela).
La escritora de novela negra Fred Vargas, durante la entrevista
La escritora de novela negra Fred Vargas, durante la entrevista
JORGE PARÍS
La escritora de novela negra Fred Vargas, durante la entrevista

Empieza la escritora francesa a hablar antes casi de que nos presentemos: "Madrid es como una manifestación, ¿qué hace todo el mundo en la calle?"  dice extrañada. "Yo no he visto esto nunca... Y la Plaza Mayor, he estado allí toda la mañana, y eso es un espectáculo. Luego dicen que los personajes de mis novelas están locos. Que invento cosas locas en mis historias".

Nos está llevando ella, inteligente Fred Vargas, autora de las más especiales y originales obras de ¿género negro? (ya lo precisará la autora más  adelante), a su terreno, y nos dejamos. No ha venido a promocionar su última novela, El ejército furioso (Siruela), pues hace dos años ya de su edición, y seguramente, aunque haya participado en Getafe Negro, no haya sido ése el motivo de su visita.

La creadora de la saga protagonizada por el comisario Adamsberg (Un lugar incierto, El hombre del revés, La tercera virgen... , entre otras) es arqueozóologa de formación e investigadora de Historia y Arqueología en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés, terreno en el que también ha destacado: sus conocimientos le permitieron crear una especie de capa de plástico hermética para evitar la propagación de la gripe aviar (en 2006).

Fred Vargas, apellido seudónimo que comparte con su hermana gemela (la pintora Jo Vargas) y cuyo nombre verdadero es Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), tiene la misma peculiar manera de ser, estar y hablar que de escribir. Es casi como si estuviéramos frente a uno de sus personajes. Ansiosa de sol, nos cambiamos de mesa (no quiere seguir a la sombra), aunque las fotos no salgan mejor por ello. "Sí, sí, salen mejor, los fotógrafos en Francia prefieren  el sol" le dice al fotógrafo.

¿Tal vez se llevará algo de aquí a sus próximas historias?

Pues sí que podría salir alguna escultura viviente de las que he visto en Sol. La mujer que está vestida de barrendera y toda dorada escenificando su trabajo en el suelo es maravillosa, es arte. Dignifica esa profesión. Si no estuviera tan bien hecho no sería tan artístico.

Como en literatura, ¿no?

Sí, claro, como en el arte. Si esa representación se hace mal, sería un espanto. Pero hay algo que lo cambia y lo hace bueno. Las historias son iguales. Si yo te cuento un capítulo mío de otro modo, digamos que lo reescribo sin musicalidad, sin literatura, entonces no te gustaría.

¿Ha hecho la prueba?

Sí, en algunos institutos a los que he ido, les he propuesto a los alumnos que eligieran un capítulo de alguna de mis novelas. Después lo he escrito sin literatura ni arte, de modo plano, casi como una descripción sin más. Les he preguntado: ¿qué, os sigue gustando? Y han dicho que no. Es que la música, la música es fundamental, yo intento que todo lo que escribo la tenga. Es como las esculturas vivientes que te digo de la Plaza Mayor...

Sí, pero no me dice si alguna estará en una de sus próximas novelas...

Pues es que es el concepto transgresor lo que me voy a llevar: esa manera de hacer heroica una profesión que no lo es. La barrendera, por ejemplo, convertida en una heroína de oro. O ese Spiderman que había cerca y que es en realidad un tipo gordo y grande, y que parece imposible que haga de Spiderman porque su forma es la contraria, pero que lo hace y te quedas admirado. Le di una moneda y la rechazó.

¿Le sorprendió?

Sí, luego me preguntó si yo era una criminal.

¿Y lo es, es usted una criminal?

Yo no sé si soy una criminal, y así se lo he dicho. Mi exmarido, con quien estaba paseando (el viaje lo han hecho juntos), sí que lo es y se lo he dicho a Spiderman. Entonces ha hecho una especie de representación: me ha agarrado por el cuello y me ha puesto los dedos como si fueran una pistola en la sien. Después de eso sí ha aceptado la moneda. Luego dicen que en mis novelas invento cosas muy locas.

¿No es así?,¿no le parece que a veces sus personajes, las situaciones, son en el mejor sentido 'anormales'?

No, si miras de cerca a las personas, ves que están así, como las saco. Si no miras de cerca, entonces no ves nada. Mira aquí, todo lo que he visto, es como estar en el París del siglo XIX.

Creo que tampoco está muy conforme con que se consideren sus novelas de género negro...

Porque aunque sí que escriba negro, lo mío es más de enigmas. Pero de todas maneras son los demás los que pueden decir lo que hago, no yo misma. Yo sólo escribo y ya está. Y ni tengo ni quiero conocer las respuestas.

Pero alguna le habrán dado...

Las colecciones de novela negra me rechazaban porque decían que mis novelas eran atípicas. No me han querido las editoriales tradicionales nunca. Y creo que los lectores no me leen por mis historias sino por mis personajes. Y yo quiero hacer buenas historias, creo por eso que no lo hago bien. Si lo hiciera bien, me leerían por mis historias, no por mis personajes.

¿Le sirven sus historias para exorcizar miedos, angustias, fantasmas? A veces produce esa impresión...

Las novelas de enigmas se escriben para eso, para tranquilizar los miedos. Es un viaje sin fin para buscar una solución. La idea es hacer una Odisea. ¿Cómo podemos conseguir vivir en este mundo? es la pregunta. Y en la novela de enigmas vas dejando pistas falsas, y eso es como en las novelas negras. Si llegaras enseguida al universo, al mal, no habría historia, no lograrías nada.

¿El camino es lo que importa?

Es una búsqueda y es un trabajo, porque la vida es un trabajo.

¿Y en qué consiste ese trabajo para Fred Vargas?

La vida es buscar el camino para escapar uno mismo de hacer el mal.

¿Sólo de hacerlo, no del mal en general?

Sí, también del mal político, del social y de todos los males, pero sobre todo del mal que uno puede hacer, el mal individual. La novela policíaca se lee y es la prueba de que el ser humano necesita historias que al final se resuelvan. Al final hay un coraje vital que vuelve a ti cuando se resuelve.  Pero no es sólo contar una historia, hace falta también un sonido, la música de la que te hablaba antes. Sin eso, como una escultura viviente mala, no tienes nada. Se trata de lograr un equilibrio entra forma y fondo.

¿Qué calma más sus temores: escribir novelas o leerlas?

Escribirlas me tranquiliza, pero mucho más leer las de otros. Leo muchas novelas policiacas, y las novelas policíacas se leen cuando uno está mal.

Si se leen cuando uno está mal y usted dice que lee muchas... ¿Es que se encuentra usted muy mal?

Bueno, es que leo muchas novelas en general. De todo tipo. Lo que quiero decir es que la novela negra y la de enigmas son muy útiles cuando estás mal porque llevan tu atención a otro lugar. No sirve cualquiera, ha de ser una buena novela, arte, para que funcione. Entonces la novela negra es un potente antidepresivo: hace que olvides lo que te sucede al menos durante ese tiempo que estás metido en la obra.

En sus novelas hay mucho de onírico, ¿se sirve de sus propios sueños?

Uso los pensamientos que me vienen de noche, que incluso me atrapan, pero jamás mis sueños. Me horrorizan los relatos de los sueños en literatura. El sueño es realismo, y eso no es arte. Se trata de convertir la realidad, transformarla, no contarla tal cual sucede. Hay que alejarlo de lo real.

¿Cómo hace para llegar hasta nuestras emociones más profundas, llevarnos incluso hasta la infancia y sus miedos?

No lo hago queriendo. A mí las ideas me vienen y no se quieren marchar. Durante quince años he peleado con ideas que me llegaban y que yo no quería aceptar.  Hasta que llegó un momento en el que las acepté porque no podía seguir sin aceptarlas, ellas no se iban. Así que puedo decir que estoy obligada a aceptar esas ideas que me vienen. Son como la mala hierba, no se van por mucho que yo quiera. Es más, si alguna vez logré desterrar alguna la que vino después era igual de imposible. O más.

¿Todas esas  ideas no se van hasta que las lleva a una novela?

Bueno, sólo algunas persisten y ésas son las que llegan. Tengo millones de ideas, y de esas la que dura un año es la que pasa al libro.  Por ejemplo, durante un año veía a una mujer que abría una ventana y veía un árbol que nunca había estado allí delante. Y así hasta que lo llevé a una novela, tuve que hacerlo. Hasta he inventado una profesión...

¿Qué profesión ha inventado?

En uno de mis libros hay un hombre metido en un cajón de madera en un barco al que echan una moneda para que lea las noticias. Pues ahora en París hay muchas reconciliaciones y bodas gracias a eso. Hay personas que se meten en un cajón como el de mi novela, se acerca el que quiera, le da una moneda y un texto, y la persona del cajón la lee. Es ya una profesión en París. Como ves la literatura vuelve a la realidad. Este personaje mío no existía como ahora lo hace, no me basé en nada que existiera.

Hablando de trabajo, ¿es usted maniática cuando escribe?

No, me da igual, puedo escribir en cualquier sitio, incluso encerrada en una casa con diez niños. Lo único que necesito es saber que tengo tiempo, es como una película, que necesito saber que tengo el tiempo que dura y que no tendré que dejar de verla a los diez minutos.

¿Y qué tiempo es ése?

21 días, escribo mis novelas en 21 días, y luego, el resto del año las corrijo. Sesenta veces corrijo cada novela. Así que mi exigencia, la única, es saber que tengo 21 días completos para escribir. Incluso hasta doce horas al día puedo estar. El sitio, la mesa, la silla... todo eso me da igual.

¿Y por qué 21 días? Eso suena a manía...

No, es que era el tiempo que tenía de vacaciones. Nada más.

¿Le molesta que digan que sus personajes son un poco anárquicos, locos, raros..?

Cuando dicen que son anarquistas o anárquicos no me molesta. Pero no me apetece que digan que están locos. Porque entonces que vayan a la Plaza Mayor de Madrid y me digan quién está loco de verdad.  Mis personajes no están locos, sí están exagerados, claro. Si tú miras a la gente y te parece que está loca es que no sabes mirar.

Lo último: ¿sigue defendiendo la mentira de los estudios sobre los fumadores pasivos?

Es que los que fumamos nos hemos convertido en el chivo expiatorio. ¿De verdad somos nosotros los que contaminamos?

Mostrar comentarios

Códigos Descuento