Primera exposición en Europa de Mark Cohen, el fotógrafo que se mueve como un francotirador

  • Toma las fotos con la cámara a la altura de la cadera, siempre retrata a personas con las que se cruza en la calle, sin decir una palabra ni pedir permiso.
  • Lleva trabajando 55 años en su ciudad natal, Wilkes Barres-Pennsylvania (EE UU), sale dos horas cada día a retratar y sólo revela 8 ó 9 fotos.
  • "Utilizo a la gente de manera transitoria. No me interesan como personas", dice el fotógrafo-depredador, cuya obra se expone en París.
"Mujer de labios rojos fumando", foto de Mark Cohen
"Mujer de labios rojos fumando", foto de Mark Cohen
© Mark Cohen / Courtesy ROSEGALLERY
"Mujer de labios rojos fumando", foto de Mark Cohen

Le han llamado "intruso" y "depredador" porque no tiene piedad con los sujetos que retrata y ni siquiera cruza una palabra con ellos. Los fusila como un francotirador y se aleja sin decir nada, cuanto antes mejor. "No quiero conversar. Utilizo a la gente de manera transitoria. No me interesan como personas, son solamente fotografías", dice Mark Cohen (1943), uno de los fotógrafos callejeros más radicales de la historia.

La obra de Cohen nunca se había exhibido en Europa hasta ahora. La galería Le Balde París muestra, hasta el 8 de diciembre, la retrospectiva Mark Cohen - Dark Knees (1969-2012) (Mark Cohen - Rodillas oscuras), organizada en colaboración con el Nederlands Fotomuseum de Róterdam (Holanda), donde estará en cartel a finales de 2014. Es una oportunidad única para experimentar la brutalidad de la mirada documental de un artista fundamental de las últimas décadas, sobradamente famoso en los EE UU, pero poco conocido al otro lado del Atlántico.

Cortar en rodajas el mundo

Todo en Cohen es radical. Si la fotografia callejera suele entenderse como aquella que, sin pose ni preparación previa, captura, explora o cuestiona asuntos sobre la sociedad contemporánea y las relaciones entre los individuos y sus ambientes, la de este artista del azar se caracteriza porque parece cortar en rodajas el mundo para esculpirlo e imponer una visión a la vez despiada y poética. Rara vez podemos ver la faz o el gesto de sus personajes porque los encuadres son incorrectos con toda la intención: una boca anciana de la que emerge un cigaarrillo, un torso infantil sobre una bicicleta, unas manos entrelazadas a la altura del viente...

Las fotos son piezas aleatorias de los vagabundeos del fotógrafo durante 55 años —desde que le regalaron  una cámara plástica cuando era un crío— por su ciudad natal, Wilkes Barres, una localidad minera de medio millón de habitantes del estado de Pennsylvania. Nunca ha tomado fotos fuera de los límites de la municipalidad y no está interesado en ampliar su radio de acción. Es un cronista de sus derivas por un sólo escenario.

Mamporro al fotógrafo

Aunque los organizadores de la exposición remarcan que Cohen tiene "una comprensión instintiva de la cualidad escultórica y orgánica de las formas y las líneas", el fotógrafo prefiere hablar de un método intrusivo, una especie de entrada violenta en el espacio del retratado, intentado que éste no se entere de que le están robando una foto y largándose del lugar una vez apretado el obturador y sin  dar explicaciones. La situación no siempre ha sido fácil y Cohen tiene una foto que lo demuestra, Man Flinching (Hombre resistiéndose, 1969), en la que una persona intenta dar un mamporro al fotógrafo para evitar la instantánea.

"Uno aprende a leer las reacciones de la gente rápidamente. Después de todos estos años afinando en los detalles, buscar imágenes se ha convertido en algo automático", dice Cohen, que ahora utiliza un objetivo estándar de 50 mm de distancia focal, porque el angular de 28 con el que empezó le obligaba a acercarse demasiado a sus presas. Suele disparar con la cámara pegada a la cadera o extendiendo el brazo hacia un lado y nunca mira por el visor para encuadrar. "Si tienes el ojo en el visor no te enteras de lo que está sucediendo a tu alrededor".

Narrativa kafkiana

El método le permite extraer una narrativa que reduce a las personas y los objetos a dimensiones que podrían ser llamadas kafkianas sin ánimo exagerado. Las fotos de Cohen son siempre fragmentarias, pero tienen una nerviosa energía (un hombre de manos sucias que sujeta la cadena de un perro) y una bella crudeza (un retrato que no necesita mostrar los ojos del retratado).

Cohen es repetitivo hasta la obsesión. Sus recorridos por la ciudad y sus alrededores, siempre determinados de antemano, duran dos horas y terminan cuando ha agotado los tres rollos de película que lleva consigo —siempre trabaja con film químico—. Revela los negativos, cena mientras se secan y luego pasa a papel entre ocho y nueve fotos, eligiendo directamente sobre los negativos. Calcula que tiene unas 800.000 imágenes que nunca ha visto más que en negativo.

Hace seis meses ha dejado Wilkes Bares y se ha mudado a vivir en Filadelfia. Sigue haciendo fotos y no ha abandonado el sistema. Se monta en un tranvía y baja en una parada al azar. Ejercita la mirada y observa para empaparse de la "textura" del lugar. Repite el viaje una diez veces antes de empezar a hacer fotos.

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