El barrio de El Pozo se moviliza a diario para repartir comida a más de 150 vecinos necesitados

  • Los vecinos de El Pozo del Tío Raimundo (en el distrito madrileño de Vallecas) han creado un comedor solidario para hacer frente a la pobreza en el barrio.
  • Jóvenes y mayores voluntarios dedican todo el día a cocinar, repartir la comida, gestionar los donativos, comprar alimentos y servir los menús.
  • Esperanza Castro, el 'alma' del comedor: "Hacemos esto porque los políticos no han hecho su trabajo. Si no fuera por los vecinos, el barrio moriría de hambre".
  • Crece la solidaridad entre vecinos de Madrid para compensar los recortes.
Vecinos del barrio de El Pozo, en el comedor social donde reparten alimento para familias necesitadas, con Esperanza Castro en primer plano.
Vecinos del barrio de El Pozo, en el comedor social donde reparten alimento para familias necesitadas, con Esperanza Castro en primer plano.
JORGE PARÍS
Vecinos del barrio de El Pozo, en el comedor social donde reparten alimento para familias necesitadas, con Esperanza Castro en primer plano.

El Pozo del Tío Raimundo es un barrio luchador. Siempre lo ha sido. Los propios vecinos se construyeron viviendas dignas para dejar atrás sus inicios como poblado chabolista en los antiguos suburbios de Madrid. Después se enfrentaron al problema de las drogas, a la exclusión social y al abandono por parte del Ayuntamiento. Ahora vuelven a luchar, esta vez contra el desempleo que golpea especialmente a sus habitantes (un 26,25% de ellos no encuentran trabajo) y contra la amenaza de la pobreza que recorre sus calles. Y se enfrentan a ello como siempre lo han hecho: con unión y solidaridad.

Un amplio grupo de vecinos, de todas las edades y procedencias, ha fundado lo que todos conocen en el barrio como 'El comedor de la Esperanza'. El local, situado en la calle Najarra de este barrio vallecano, es más que un comedor social: los comerciantes de la zona y residentes particulares llevan allí alimentos sin pedir nada a cambio; los voluntarios (también vecinos) hacen turnos para cocinar la comida en su propia casa mientras otros llenan bolsas con verduras, pan o leche; ellos mismos entregan los productos a familias necesitadas del barrio, que hacen cola desde el mediodía en la plazoleta situada frente al local; mientras, otras personas reparten a domicilio bolsas con comida entre los convecinos que no se pueden mover de casa.

El motor de toda esta maquinaria humana es Esperanza Castro (de ahí el nombre del comedor), una de las líderes veteranas del barrio. A sus 77 años, la 'señora Esperanza' organiza a diario el reparto de comida para más de 150 familias necesitadas: "A muchos de ellos los conozco desde que llegaron al barrio. Cuando vimos la necesidad tan grande que había nos dimos cuenta de que no podíamos dejarles pasar hambre. ¿Ves toda esa gente que hay ahí? [Señala por la ventana al medio centenar de personas que aguarda en la plazoleta] Si no tuvieran para comer sería un desastre, así que nos tuvimos que poner las pilas", asegura la mujer sin perder ojo de todo el engranaje.

Sin subvenciones ni ayudas

"Pero yo no soy aquí la importante. El alma son de esto son Eduardo y Álvaro, pero ellos no quieren salir, están detrás", asegura Esperanza. Después de unos segundos de meditación, exclama: "¡Qué diferencia con los políticos, que no hacen nada y se ponen medallas! En realidad nosotros estamos aquí, haciendo esto, porque los políticos no han hecho su trabajo, y toda esta gente lo hace sin darse publicidad y sin ayuda de ninguna subvención... ¿No es para estar orgullosa de mis vecinos? Si el barrio sobrevive es gracias a todos ellos, que no se le olvide a nadie".

"Ellos" son personas como Maria Jesús, una mujer de 72 años que se encarga de repartir la comida casa por casa: "Llevo las bolsas a vecinas que no pueden bajar las escaleras. Las conozco desde cuando esto eran casas bajas y salíamos a tomar el fresco. Eso une mucho. No las puedo dejar así, todos nos necesitamos. Vamos, que a pesar de los problemas no cambio mi barrio por el de Salamanca ni loca", dice la mujer. Otro de los vecinos solidarios es Fermín, que cumple la función de administrador del comedor: "Aquí todo nos lo hemos ganado a pulso. Es un barrio que ha tenido lo peor, sin duda; pero también lo mejor, como la lucha y la solidaridad".

Cuando se abre el comedor, los vecinos tienen poco tiempo para el descanso. Unos cargan cajas de verduras, otros reciben a las personas que llegan a por la comida y les llenan los carros, los más jóvenes corren hacia el almacén cuando falta mercancía, Fermín apunta el nombre de los que llegan, María Jesús descansa a la espera de salir a hacer el reparto, Esperanza controla y dirige con su particular liderazgo. "Cada uno tiene una misión, somos un equipo muy compenetrado", recuerda la mujer.

Llegan voluntarios de todas partes

La solidaridad del 'comedor de la Esperanza' ha traspasado incluso las fronteras del barrio. Muchos residentes de otros puntos de Madrid se acercan a menudo a El Pozo para poner su granito de arena, echando una mano como voluntarios o mediante donativos. Es el caso de Sven Tuytens, corresponsal en España de la televisión pública belga, que acude cuando encuentra un hueco a ayudar a los vecinos. "Es impresionante ver cómo se ayudan unos a otros. Esto no se ve en Bélgica, allí es el Estado el que se ocupa de proteger a sus ciudadanos. Aquí veo que son los propios ciudadanos los que se tienen que organizar, con sus redes familiares y vecinales, para salir adelante. Es un fallo evidente del Estado y a la vez un gran éxito de la ciudadanía", explica Tuytens.

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