Mes negro para EE UU: de la encrucijada siria, a una 'guerra' interna que suspendería pagos

  • En un mes, la primera potencia mundial ha pasado de amenazar con un ataque militar a Siria a prepararse resignada para un eventual cierre de su gobierno.
  • El liderazgo de Obama, tanto dentro como fuera del país, queda más entredicho que nunca.
  • La reforma sanitaria (Obamacare) se ha convertido en la mejor excusa de los republicanos en el Congreso para frenar los presupuestos de Obama.
  • La aprobación de un presupuesto temporal y la elevación del límite de la deuda pública ponen contra las cuerdas al Gobierno.
  • De no llegar a un acuerdo, EE UU podría sufrir la primera suspensión de pagos de su historia.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
EFE
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

En exactamente un mes la primera potencia mundial, Estados Unidos, ha pasado de amenazar con un ataque militar a Siria a prepararse resignada para un eventual cierre de su gobierno.

Lo ocurrido en estas cuatro semanas pone de manifiesto hasta qué punto el político más poderoso del planeta, en la democracia constitucional más antigua y abierta, acierta y es respetado en sus acciones fuera, pero se encuentra en casa con las manos atadas para gobernar.

La arriesgada petición al Congreso para atacar Siria

El pasado 31 de agosto, en un mensaje a la nación desde la rosaleda de la Casa Blanca el presidente Barack Obama anunciaba a los estadounidenses que había tomado la decisión de llevar a cabo un ataque contra el régimen sirio de Bachar al Asad en castigo por el uso de armas químicas contra la población civil.

No será una nueva guerra, aseguró, en ningún caso una repetición de Irak o Afganistán, sino una acción limitada, quirúrgica, "sin botas (soldados) sobre el terreno", y destinada únicamente a recordar al dictador sirio que la comunidad internacional ha trazado "líneas rojas" que no se pueden franquear.

En esa misma alocución, después de lanzar su mensaje al mundo, el presidente dirigió otro mensaje a los estadounidenses: "Para el uso de la fuerza buscaré la autorización de los representantes del pueblo en el Congreso".

La consulta al parlamento era muy arriesgada, porque con un Congreso dividido, Obama podía verse, como le había sucedido ya a su amigo el primer ministro británico, David Cameron, ante un "no" de los parlamentarios.

Una mayoría de los observadores consideró que Obama se había metido innecesariamente en un callejón sin salida.

Pero la diplomacia y la maquinaria militar estadounidenses se movilizaron en el exterior para revestir la amenaza de la máxima credibilidad.

Y en San Petersburgo, la semana siguiente, Obama recibió del presidente ruso, Vladímir Putin, anfitrión del G-20, el apoyo que necesitaba para abrir una alternativa diplomática a la acción militar.

La aprobaciónde este viernes por el Consejo de Seguridad de la ONU de una resolución sobre la crisis siria, la primera desde que estalló la guerra civil en el país árabe hace más de dos años, ha terminado dando la razón a Obama en su arriesgada apuesta. "Sinceramente, dudo de que hubiéramos llegado a este punto, de no haber existido la amenaza creíble de una acción por parte de EE UU como respuesta a la horrible tragedia que tuvo lugar el 21 de agosto en la que más de mil personas murieron por armas químicas, incluidos más de 400 niños", afirmaba el propio Obama el viernes, tras recibir al primer ministro indio.

Un Congreso republicano que no le da tregua

Con la perspectiva de un conflicto armado alejándose en el horizonte, Obama quiso volver a dirigir el foco hacia su prioridad nacional, el restablecimiento de la economía y la reconstrucción de la clase media, pero se topó enseguida con la total oposición de un Partido Republicano que no está dispuesto a darle ninguna tregua.

El 1 de octubre, el Gobierno federal dejaría de tener dinero suficiente en la caja para seguir funcionando, y apenas quince días después el país habrá alcanzado su techo de endeudamiento sin un acuerdo presupuestario en el Congreso y el Senado (lo que es lo mismo, entre republicanos y demícratas).

Lo que en otras circunstancias habrían sido dos trámites parlamentarios casi rutinarios (la aprobación de un presupuesto temporal y la elevación del límite de la deuda pública) se ha convertido en pretexto para una batalla partidista que puede llevar a EE UU, por primera vez en su historia, a la suspensión de pagos.

Esta vez el órdago republicano (promovido por los radicales del Tea Party) es muy serio, porque condiciona sendos acuerdos sobre el presupuesto y la deuda a la supresión de los fondos para la reforma sanitaria, cuya aplicación entrará el martes en una fase decisiva.

El 'Obamacare', punto de desencuentro

La reforma sanitaria de 2010, que pretende extender la cobertura médica a casi 40 millones de estadounidenses carentes de seguro, es el mayor logro de Obama y cualquier intento de hacerla descarrilar va a ser combatido por los demócratas con uñas y dientes.

"Déjenme repetirlo: eso no va a ocurrir", dijo Obama el viernes, en alusión al intento republicano de derogar, mediante maniobras, la Affordable Care Act, la ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio.

"Si los republicanos tienen ideas específicas genuinas sobre cómo mejorar la ley, no para destriparla, aplazarla o derogarla, estaré muy contento de trabajar con ellos a través del proceso democrático normal. Pero eso no va a ocurrir bajo la amenaza de un cierre", advirtió el presidente.

Los comentaristas conservadores no dejaron escapar la ocasión de reprochar a Obama que no quiera negociar en casa con la oposición, mientras se declara dispuesto a hacerlo con "los ayatolás" de Irán.

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