Fallece el poeta Juan Luis Panero, un "solitario con conciencia de serlo"

Juan Luis Panero, en una imagen del documental de Jaime Chávarri, El Desencanto.
Juan Luis Panero, en una imagen del documental de Jaime Chávarri, El Desencanto.
Fotograma de 'El Desencanto'.
Juan Luis Panero, en una imagen del documental de Jaime Chávarri, El Desencanto.

No tenía nada de loco ni de suicida, pero el poeta Juan Luis Panero, fallecido esta semana a los 71 años, pasó muchas horas entre locos de carne y hueso y suicidas de papel. Vivió "Vivir es ver morir" imaginando juegos para aplazar la muerte, juegos siniestros, regados por los “fantasmas del vino”, que incluían nombres rescatados del pabellón de los caídos y depresivos: Scott Fitzgerald o Pierre Drieu la Rochelle, entre otras luminarias luciferinas.

Panero (Girona, 1942), hijo y hermano de poetas, no fue un misántropo ni un huraño. Esa imagen decadente y esquiva de la película El Desencanto, impío y ya mítico retrato del fin de raza de una saga descompuesta, no da la medida exacta del hombre. Para una de sus biógrafas, Mar González Veiga, Panero fue en realidad un “solitario con conciencia de serlo”. Un tipo lúcido en retirada, a la manera de Cesare Pavese o Luis Cernuda, compañeros habituales en su mente.

Como sucede con los grandes poetas, y Panero realmente lo es, su biografía más fiel es su propia obra. Una obra no muy abundante, porque Panero no era un escritor compulsivo, pero sí pulcramente trabajada y medida.

Aquella "terca idolatría de la inteligencia", que Panero atribuía a gigantes como Jaime Gil de Biedma, se puede aplicar también a su poesía. Versos secos, lacerantes, obsesivamente construidos en torno a unas pocas y limpias ideas: la muerte, el paso del tiempo, los demonios interiores... el tedium vitae, en suma. "Olor de solitario y soledad, cama deshecha / cegados ceniceros en esta tarde de domingo, / helado soplo de noviembre en el cristal /y un vaso medio lleno de cansancio", dice la primera estrofa de Un año después de ya no verte.

Panero no era un escritor veneciano ni un cultista dado a continuas autoreferencias: su poesía es comprensible y transparente, no hay experimentación formal ni muros cognitivos ante los que dices basta, ya no sigo. Sus coordenadas literarias eran elegíacas y nostálgicas. No posaba. Su madurez era una madurez lúcida e inacabada, y miraba al mundo como un étranger, en su doble sentido de extraño y extranjero.

Panero deja muchos admiradores insignes entre el cuerpo de poetas (Felipe Benitez Reyes, por ejemplo) y entre sufridos y anónimos lectores, lo que tiene mérito en alguien que hablaba de sí mismo y de todos al mismo tiempo con una acidez y pesimismo casi insorportables. Hoy, en su muerte, sus "palabras gastadas, usadas para mentirnos contra el tiempo" sirven bien, aunque quemen.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento