Maeztu centrará su actividad en la "cohesión social" y en diálogo con las instituciones ante la "crispación" ciudadana

El Defensor del Pueblo Andaluz, Jesús Maeztu, ha asegurado que el "termómetro" de su trabajo al frente de la Defensoría, que dirige desde el pasado 20 de junio, "lo va a marcar el ciudadano", para quienes los problemas "más importantes" tienen que ver con la "cohesión social". Además, ha recalcado que su gestión se apoyará "desde lo positivo" en lugar de la "crispación".

El Defensor del Pueblo Andaluz, Jesús Maeztu, ha asegurado que el "termómetro" de su trabajo al frente de la Defensoría, que dirige desde el pasado 20 de junio, "lo va a marcar el ciudadano", para quienes los problemas "más importantes" tienen que ver con la "cohesión social". Además, ha recalcado que su gestión se apoyará "desde lo positivo" en lugar de la "crispación".

Así, en una entrevista concedida a Europa Press, Maeztu ha afirmado que su labor se centrará en defender la cohesión social de los andaluces. En este sentido, ha asegurado que entre los problemas más importantes con los que se ha encontrado tras su llegada a la Institución están aquellos que tienen que ver con servicios sociales, dependencia, salud, educación, salario social o desahucios, "un paquete de temas muy relacionados con la situación económica actual". Además, también ha apuntado a otros asuntos que le preocupan, como el de la inmigración, mientras que como Defensor del Menor, ha agregado que "investiga algún asunto de trata de menores, con mucha preocupación por la situación de Ceuta y Melilla respecto a Andalucía y se está profundizando sobre la prostitución de menores que se da a través de los corredores fronterizos".

"Aquí se profundiza en los temas y se tratan de ver todos los argumentos", y para ello "queremos tener la visión de la Administración para poder entender cómo conectas con ella y cuál es la problemática y el lenguaje de la calle. Somos intermediarios entre ambos y tenemos que conocer bien los dos extremos del puente", destaca Maeztu, quien durante el discurso de su toma de posesión afirmó que "sería un colaborador leal y crítico con la Administración". En este sentido, ha explicado que "leal significa que el fin no justifica los medios, que desde una posición de carencia no se construye nada y que la forma es garantía del fondo", de este modo ha aseverado que "no se puede perseguir un fondo importante y para ello usar medios ilícitos, trampas, mentiras", ya que la lealtad "es jugar limpio".

Asimismo, continúa Maeztu, "ser crítico significa que no puedo tener el mismo pensamiento" que la Administración, porque "hay que ponerse en la piel del ciudadano no en la de ésta, pero al mismo tiempo hay que entender cómo funciona". "Yo administro la crispación del ciudadano y me la llevo donde tengo que llevarla para solucionar el problema; eso es una eficaz mediación de esa voluntad", porque "me encanta trabajar desde lo positivo no desde las carencias", afirma el Defensor, quien sabe que las comparaciones serán inevitables. "Aquí un buen puñetazo rápido y un enfrentamiento provocaría aplausos, pero me preguntaría si tengo eficacia o si he arreglado el problema a los ciudadanos. En un momento que haya que ser exigente e intransigente también lo haré, pero la otra parte sabrá por qué se hace", argumenta.

Apuesta por instituciones de control "inmaculadas"

Por otra parte, y cuestionado sobre la posibilidad de que ante todo lo que está ocurriendo se produzca un estallido social, el Defensor admite que "si aumentan los índices de corrupción, crispación y fraude, la temperatura subirá a tal grado que no me extrañaría que rebosara el vaso". Ante este cóctel, lo que a su juicio hace falta "es meter dosis de limpieza ética, que cualquier situación de corrupción se elimine, que haya controles que funcionen o que la vida política se depure", por que "si metemos todo en un saco el sistema se hunde" y advierte "de que no se está trabajando en un cambio de sistema para que funcione mejor". Ante esta situación, Maeztu apuesta por instituciones de control que "funcionen y sean inmaculadas", ya que "si el Defensor tiene algún índice que haga que la gente empiece a dudar, creo que es muy grave".

"La desafección de la ciudadanía es tan grande que todos los días medito sobre la situación para que esta Institución consiga bajar la tensión, la crispación y ayude a construir cosas positivas. Por supuesto que yo no soy uno más porque me responsabiliza el entronque moral del Defensor ante la ciudadanía y la unanimidad que he conseguido para mi nombramiento", ha asegurado Maeztu, después de que el Parlamento lo eligiera el pasado 12 de junio por 103 votos a favor y uno en blanco.

"no soy el guerrero del antifaz"

Cuestionado sobre la necesidad de que las resoluciones del Defensor sean más vinculantes, Maeztu asegura que la Institución será "beligerante" porque la Oficina "tiene un papel y lo tiene que cumplir" para que la Administración "responda al ciudadano" y la Defensoría ejerza "su función de control". Pese a ello, deja claro que "no es el guerrero del antifaz y que no pretende que el Defensor sea el que vaya a suprimir la corrupción y el que vaya a arreglar el problema de la cohesión social" porque "no tiene ni instrumentos ni competencias para hacerlo". "La ignorancia es muy atrevida y no hay peor cosa que no tener conciencia de los límites que uno tiene", afirma, al tiempo que advierte de que "es preferible no decir nada a incumplir porque se pierde toda la autoridad".

Dicho esto, la resoluciones que se hagan desde la Defensoría "estarán bien argumentadas, donde me voy a agarrar para decir que debe ser tenida en cuenta". Por tanto, "si la instrumento bien, a la Administración le será difícil decir que no, pero la última palabra no la tengo yo, porque el Defensor está en la magistratura de la persuasión pero no en la coacción", concluye.

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