La noche de San Juan es especialmente importante para muchos catalanes, ya que en muchas ciudades y pueblos se celebran cenas con familiares o amigos íntimos y se crea alrededor de esa velada una tradición: la de recibir unidos la llegada del verano.  

Eso piensa la escritora catalana Sílvia Soler, quien toma esta fecha como eje y 'leit motiv' de su última novela, El verano que empieza (L'estiu que comença),  editada por Planeta, y galardonada con el Premio Ramón Llull 2013 en el mes de enero.

"San Juan es una noche cargada de promesas y de grandes expectativas, que da paso a una época en la que hay más contacto con amigos y con la naturaleza", ha dicho.

El relato de Soler arranca un día de verano en 1961, cuando dos amigas embarazadas, Elvira y Roser, disfrutan del mar en el pueblo ficticio en el que viven, Sorrals, mientras hablan del futuro de sus hijos y de la posibilidad de que hereden el vínculo que les une a ellas.

Desde entonces y hasta el presente, sus hijos, Andreu y Júlia, se reúnen cada año para celebrar la noche de San Juan, una cena que se convierte en epicentro de los encuentros y desencuentros que les ha preparado la vida.

Los protagonistas de esta historia sufren una tragedia en sus trayectorias, por lo que tendrán que asumir que "la vida es muy frágil", ya que ese suceso marcará el desarrollo de quien lo ha vivido, explica la autora.

Soler tiene una gran capacidad para analizar el perfil psicológico de sus personajes, algo que atribuye a "una tendencia natural a escuchar la vida de la gente" y al paso de los años. "Basta con tener los oídos abiertos", indica.

En cuanto a la metáfora del mar, Soler apunta que uno de los momentos donde este símbolo cobra mayor importancia es cuando las dos amigas están contemplando el mar, de la misma manera que contemplan su futuro.

"Sabes que habrá una tormenta, pero te cuesta imaginarlo al ver el agua tan calmada y brillante. Y cuando llega la tormenta hay que hacer un esfuerzo en pensar que la calma llegará otra vez".

La novela ha superado los 30.000 ejemplares vendidos, un éxito que, en palabras de su autora, podría deberse a la conexión que establece el lector con las situaciones familiares y amistosas, así como con la nostalgia que desprende el libro, una mirada que, según matiza, "no es triste" pero sí emocionada.

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