Pesadillas, fobia a las bombillas... secuelas de dos excondenados en el corredor de la muerte

  • Antiguos presos relatan su testimonio de cara al 5º Congreso mundial contra la pena de muerte que se celebra la próxima semana en Madrid.
  • El español Joaquín Martínez y el marroquí Ahmed Haou relatan a 20minutos.es su experiencia como condenados a la pena capital.
  • En 2012 unas 1.722 personas fueron condenadas a morir legalmente en los 58 países que aún se niegan a abolir esta institución.
Joaquín José Martínez, excondenado a pena de muerte en Estados Unidos.
Joaquín José Martínez, excondenado a pena de muerte en Estados Unidos.
EFE
Joaquín José Martínez, excondenado a pena de muerte en Estados Unidos.

La estancia en un corredor de la muerte, aunque se logre salir de él, marca toda una vida, para bien y para mal. Esta es una de las conclusiones principales que sacan el español Joaquín José Martínez y el marroquí Ahmed Haou, dos excondenados a sendas penas capitales que acudirán a Madrid entre el 12 y el 15 de junio para contar sus experiencias en el 5º Congreso Mundial contra la Pena de Muerte. Ambos han relatado su testimonio a 20Minutos.

"Sufrí palizas físicas y psíquicas y rompieron delante de mis narices la correspondencia que me enviaba mi familia. Nunca olvidaré ese recordatorio diario de que era un condenado a muerte. Una vez un funcionario incluso me midió la cabeza y me dio una maquinilla de afeitar para rasurarme el tobillo (en clara alusión a la silla eléctrica)". Los más de tres años vividos por Joaquín en el corredor de la muerte le han dejado fuertes secuelas en Joaquín Martínez, tal como él mismo cuenta.

Joaquín, quien este jueves cumple doce años en libertad, pasó más de un lustro entre rejas condenado por un doble asesinato. El juicio, lleno de irregularidades, acabó decretando para él una pena de muerte que lo mantuvo injustamente recluso hasta que la lucha de su familia, las autoridades españolas y parte de la opinión pública lograron que se celebrara un segundo proceso que, esta vez sí, acabó declarándole no culpable. Pero entre un juicio y otro Joaquín pasó por un personal infierno del que no ha sido capaz de olvidarse.

"Disfruto al máximo cada día"

"Al principio tuve una relación muy mala con los funcionarios de prisiones; después, cuando vieron la implicación de las autoridades y los medios españoles, su trato hacia mí cambió y me empezaron a tratar como una persona", recuerda. Después de cinco años y medio obligado a vestir siempre el mismo mono de color naranja, no poder abrir ni una puerta y comer el rancho de la prisión de Tampa (Florida), Joaquín le da mucha importancia gestos aparentemente pequeños como poder elegir su atuendo. Así, luce entre otras cosas un anillo del Real Madrid y una cadena de oro en el cuello.

El último excondenado a muerte español (aún queda un condenado, Pablo Ibar, también en Florida) recuerda que la última noche antes de quedar en libertad no pudo dormir. "Tenía todas mis maletas hechas y cada vez que lograba conciliar el sueño me despertaba bruscamente para comprobar que no era un sueño". Durante los años anteriores uno de sus sueños recurrentes allí en prisión eran sobre él y su familia disfrutando al aire libre. Cuando se despertaba y comprobaba que estaba recluído en el corredor de la muerte "te sentías fatal, muy deprimido".

Joaquín se da cuenta de las secuelas que le ha dejado la prisión y que no se pueden borrar cuando ve unos barrotes ("se me viene el mundo abajo", explica) y cada vez que sufre unas pesadillas recurrentes que le devuelven a la prisión: "Sueño que sigo preso y a menudo me despierto temblando y desubicado", cuenta. Además, su estancia en el corredor de la muerte le ha provocado una particular fobia a las bombillas incandescentes, ya que estaban encendidas día y noche y siempre parpadeaban cuando se llevaba a cabo una ejecución. "En casa solo puedo soportar luces halógenas", reconoce.

Tras conocer el lado mas oscuro de la justicia, ahora Joaquín intenta aprovechar "al máximo cada día, disfrutando de las pequeñas cosas, de la familia y de los amigos". A la vez que trata de ganarse la vida como informático, dedica buena parte de su tiempo al activismo en contra de la pena de muerte, asistiendo a conferencia y congresos. Lo hace porque, según dice, "si no nos movemos personas condenadas como Pablo Ibar van a morir".

Un infierno marroquí

Al igual que Joaquín Martínez, el marroquí Ahmed Haou ha dedicado parte de su vida a luchar en favor de los derechos humanos. En su caso, fue condenado a muerte "por razones de seguridad nacional", después de que escribiera, en 1983, varios escritos denunciando las atrocidades cometidas por el gobierno.

"Las condiciones de la prisión allí en Marruecos eran terribles: tanto mi familia como yo sufrimos torturas, y los guardas te recordaban en todo momento que podrías morir en cualquier instante que hicieras algo malo", explica. Estos maltratos le han dejado marcas y daños en la espalda, así como problemas gastrointestinales y respiratorios.

Junto a las secuelas físicas, más evidentes, están las psíquicas. Aunque ahora Ahmed es feliz y reconoce que se siente bien tratado por las autoridades marroquís, asegura que nunca podrá olvidar la luz constante de una bombilla en su celda, así como el agujero que le servía como retrete "y del que a menudo salían ratas", recuerda. Desde entonces mantiene una relación difícil con las habitaciones iluminadas, y reconoce sentirse "más a gusto entre las sombras". Su vida, después de una década en el corredor de la muerte, se ha convertido en algo valioso. Todo lo es. Tanto, que medio en serio medio en broma asegura que recoge casi cualquier cosa que se encuentra en el suelo, "como un automatismo contraído durante mi estancia en la cárcel", dice.

Una práctica en retroceso

En 2012, los 58 países que aún no han abolido la pena de muerte ejecutaron a 682 personas y condenaron a la pena capital a otras 1.722. Pese a lo alarmante de las cifras, los expertos y analistas se muestran optimistas ante el evidente avance registrado en los últimos años. "Hace 25 años dos tercios de los países mantenían esta práctica; hoy, las tornas han cambiado y son dos tercios los países abolicionistas", señala Raphael Chenuil-Hazan, director de la asociación Juntos Contra la Pena de Muerte.

Las ejecuciones y las sentencias cada vez están delimitadas en menos países. Así, el año pasado, según datos de Amnistía Internacional, la gran mayoría de las mismas se produjeron en Arabia Saudí, China, Corea del Norte, Estados Unidos, Irak, Irán, Sudán y Yemen. ¿Cómo avanza la idea de la abolición en estos países? En los últimos dos años tres estados de EE UU (Illinois, Connectivut y Maryland) aprobaron la abolición definitiva de sus penas de muerte, lo que deja la cifra de estados en los que aún es legal la muerte por parte de la administración en 32.

"Los gobiernos que mantienen la pena de muerte consideran que se trata de una cuestión que concierne únicamente al derecho nacional. En realidad, la aplicación de la pena de muerte infringe las normas internacionales y los principios fundamentales del derecho", señalan los organizadores del 5º Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, al que asistirán al menos once mandatarios internacionales y cuatro premios Nobel.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento