La "chispa" turca estalla contra la deriva autoritaria de Erdogan

Miles de personas marchan en una manifestación en Estambul (Turquía)
Miles de personas marchan en una manifestación en Estambul (Turquía)
EFE/EPA/TOLGA BOZOGLU
Miles de personas marchan en una manifestación en Estambul (Turquía)

"Nadie se cree que esto haya explotado porque se van a talar 20 árboles". Las protestas de los últimos días en Turquía han hecho girar la cabeza de nuevo a miles de personas en todo el mundo hacia el nexo geoestratégico con Siria, Líbano, Irak y otros países en la cuerda floja. ¿Qué está pasando? Para empezar, mientras el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, cogía este lunes un vuelo a Marruecos, ciudades como Ankara amanecían llenas de barricadas.

El origen de estas repentinas movilizaciones se sitúa hace una semana en Estambul con una pequeña acampada para salvar el parque de Gezi, amenazado por la construcción de un centro comercial. Esta causa, a priori minoritaria, ha sido "la chispa" que ha hecho saltar la rabia "subterránea" de varios colectivos turcos, explica a 20minutos.es Javier Albarracín, director de Desarrollo Socioeconómico del Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed).

De nuevo una plaza, esta vez la de Taksim, se ha convertido en símbolo del descontento social. Hasta el momento se han efectuado más de 1.500 detenciones, decenas de personas han resultado heridas y al menos una persona ha muerto durante los enfrentamientos con la Policía en varias ciudades, entre ellas Ankara, Esmirna, Antalya, Adana, Eskisehir, Samsún, Antakya y Tunceli. Un grito unánime pide la dimisión del Gobierno y los sindicatos ya han anunciado huelgas.

¿Es esto una 'primavera' turca?

Aunque podría ser una interpretación rápida, lo que está pasando "no tiene nada que ver" con lo que ocurrió en 2011 en países como Egipto, aclara Albarracín. La gente que hoy protesta en las calles "no lo hace contra el sistema", añade, sino contra la deriva autoritaria que está tomando el Ejecutivo de Erdogan, pero "con la salvedad" de que este régimen está totalmente alejado de lo que, por ejemplo, Ben Ali o Hosni Mubarak implantaron en Túnez y Egipto.

Tampoco se trata de una cuestión económica, motivo de constantes protestas sociales ahora mismo en Europa. El FMI augura que Turquía, un país considerado emergente y atractivo para los fondos de inversión, crecerá al 3,4% este año y al 3,7% en 2014 (PIB real); hace poco más de dos semanas, el país pagó la última cuota de su deuda con el Fondo, 426 millones de dólares. Albarracín explica que tiene un desarrollo social inclusivo y "hay distribución de la riqueza".

El destinatario de las protestas, por tanto, es Erdogan. El primer ministro, que lleva en el poder desde 2003, tiene "una agenda clarísima" para coronar su tercer mandato: el año que viene hay elecciones, pero como no puede repetir en el puesto tiene en mente optar a la presidencia tras una reforma constitucional ad hoc y mantenerse al frente del país hasta 2023. Tiene, explica Albarracín, "un gran carisma", mucho poder y está actuando "muy por su cuenta".

¿Qué se le reprocha a Erdogan?

El Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP) de Erdogan obtuvo en las elecciones de 2002 un 34% de los votos, pero en las de 2007 logró casi un 47% y en las de 2011 un 50%. Fue elegido con un importante apoyo, no obstante, su islamismo moderado, celebrado incluso por los líderes europeos en un principio, se ha ido desinflando hasta devolver a los más suspicaces los temores sobre una radicalización del país.

"Turquía es, junto a China e Irán, uno de los países del mundo con más periodistas encarcelados", recuerda Albarracín, que añade a la lista de factores clave para entender las protestas los cambios en el sistema educativo o las restricciones con el alcohol. Entre otras cosas, se ha prohibido recientemente la venta de alcohol a 100 metros de las mezquitas y escuelas y se quiere convertir el Ayran, a base de yogur, "en la bebida nacional", por encima del Raki, una especie de anís.

Más cosas que la población joven —muchos de los manifestantes son estudiantes— y laica reprocha al primer ministro: su intención de construir una enorme mezquita en Estambul y otras obras de carácter faraónico, su oposición frontal al aborto, que considere a las redes sociales —utilizadas de nuevo para mostrar imágenes y dar información sobre las protestas— una "amenaza", que se quiera perpetuar en el poder, su "megalomanía", etc.

"Como ha podido sacar de su influencia política" a los militares, a los jueces y a la administración pública, explica Albarracín, ha encontrado vía libre para actuar, se ha "lanzado", comenta. Entre los manifestantes también hay nacionalistas e islamistas descontentos con el dirigente.

Por último, los excesos de la Policía, un problema antiguo que "no se cambia de la noche a la mañana", pero que en las últimas horas ha adquirido para algunos espectadores internacionales un carácter "sorprendente" por la contundencia contra las protestas, según Albarracín, lo que incluye gases lacrimógenos y pelotas de goma. "La democracia no son sólo las elecciones; hemos entendido el mensaje", ha llegado a decir el presidente del país, Abdullah Gül, para calmar los ánimos.

No deja de ser paradójico que en septiembre de 2011 el propio Erdogan dijera a los dirigentes árabes en cuyos países se habían sucedido las revueltas ciudadanas que los gobiernos "deben obtener su legitimidad de la voluntad de su pueblo". Les reprochó entonces la represión de las manifestaciones y les recordó, en un discurso en El Cairo, que "un líder que mata a su pueblo ha perdido su legitimidad".

¿Qué consecuencias tendrán las revueltas?

"Esto no va a terminar con la caída de Erdogan", asevera Albarracín, que atribuye al primer ministro una capacidad y una "cintura política increíbles" y le cree capaz hasta de rectificar si eso ayuda a terminar con el descontento puntual. No lo hará tanto —dice— por que su puesto corra peligro como por que se vean resentidos "su imagen y su carisma" de cara a los comicios del año que viene.

Erdogan, añade el director de Desarrollo Socioeconómico de IEMed, suele "guiarse, me consta, por su olfato político" y tantear incluso de forma constante la opinión de los ciudadanos sobre su persona con encuestas. Si recibiera ahora toques de atención de Europa o de organismos como Naciones Unidas "igual tiene que escuchar", aunque se trate de una reacción solo motivada por las consecuencias "mediáticas".

En cuanto a Europa, no hay nada que pueda resentirse, porque las relaciones entre Turquía y Europa están "congeladas". El Viejo continente está más preocupado de "salvar los muebles" y las economías de país que de retomar relaciones con los turcos —las conversaciones formales para la adhesión empezaron en 2005— , "no hay incentivos" para hablar con Turquía; tampoco los hay, explica Albarracín, en el otro sentido, ya que la buena situación económica turca no aconseja negociar ahora con la maltrecha situación europea.

¿Y los Juegos Olímpicos de 2020? "Ahí si le puede hacer daño esto a Turquía", asegura Albarracín, que aun así apunta que el país tiene "capacidad política y financiera para movilizar apoyos" y que si en algún momento Estambul tenía que ser elegida para ello "es ahora". Sería el primer país islámico en organizar unos juegos y eso lanzaría un mensaje importante. Pero si la situación actual "se prolongara" en el tiempo, podría dar al traste con las aspiraciones turcas.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento