Pep explica que la idea principal es que «los equipos sean forzadamente multiétnicos», con chicos españoles y de cerca de 30 países: «Porque si hiciéramos los equipos por nacionalidades sería mantenerlos en una especie de gueto», explica.
Lo mismo piensa Alejandro García, ecuatoriano de 15 años y jugador de los juveniles de fútbol sala: «Está muy bien que nos reunamos chicos de todos los países. Hay muy buen ambiente». Es el deporte el gancho que utilizan para, además, controlar a estos chavales.
Rynat lo tiene claro: «Aunque ahora estoy en bachillerato y no lo llevo muy bien, prefiero que me controlen, porque si vas a tu bola es peor».
Y es que los niños, aparte de practicar su deporte favorito, tienen el «deber» de pasar algún día a la semana por el centro para estudiar y ser asesorados por alguno de los voluntarios, figuras que, junto con sus entrenadores, se convierten en un importante referente. Saben que si fallan en los estudios, o llegan impuntuales a los entrenamientos, el próximo partido lo verán desde el banquillo, y no hay nada que fastidie más a un adolescente loco por el deporte que ver a otro meter el gol o la canasta decisiva.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios