Donde ‘nasceu’ Portugal

Guimaraes, una ciudad con mucho encanto.
Guimaraes, una ciudad con mucho encanto.
GTRES
Guimaraes, una ciudad con mucho encanto.

Las piedras no mienten. Y menos las más añejas, con esa sinceridad con las que las barniza el paso del tiempo. Las que componen la Torre de Alfàndega, que aunque restauradas siguen siendo las mismas que formaban parte de la muralla medieval, le aseguran al respetable que Guimaraes no es un lugar cualquiera. Ya se esté en el Largo Moreira Sá, en la plaza Largo do Toural o en la alameda de San Dámaso, pues estos tres concurridos espacios de la ciudad baja confluyen a sus pies, la vieja torre empotrada entre fachadas de coloridos azulejos y esmeradas forjas se ha convertido en el lienzo de un cartel que proclama: "Aquí nasceu Portugal".

Guimaraes, poco más de 50.000 habitantes, tres veces más contando sus vilas y freguesías metropolitanas, no es un mal destino para perderse. Un complemento ideal a Oporto, de vieja vocación textil (se conservan infraestructuras) y presente universitario, con mucho patrimonio y a la última en tendencias. De entornos serranos (incluso con un funicular que sube al monte Santa Catarina y su santuario da Penha)  y similitudes climatológicas con la cercana Galicia, será cosa del clima Atlántico, la ciudad se asienta sin sobresaltos en las faldas de un cerro.

Hay cuestas, pero son tendidas. Poco queda a la vista, apenas un tramo y la torre, de la vieja muralla. Ninguna de sus seis puertas, recordadas por el pavimento  allá donde se ubicaban, ha llegado al presente y un mar de construcciones han fagocitado las viejas defensas. Pero en lo alto del cerro Falperra sobreviven con mucha decencia los restos de un castillo, el de Sao Mamede, en el que el Condado Portucalense cimentaría su conversión en reino a base de espadazos. No se sabe si Afonso Henriques, el primer rey, "nasceu" en Guimaraes o en Viseu. Pero en la vecina capilla románica de San Miguel fue seguro bautizado. El castillo es un icono. En su día casi se derriba para su conversión en materia prima del empedrado urbano. Castelo y capilla son dos joyas en un ajardinada parte alta de la ciudad en la que también destaca el Palacio de los Bragança. Del siglo xv, antes de ser el museo que es hoy, fue acuartelamiento militar y decadencia pura abandonada a su suerte. Tardó 20 años en ser restaurado, pero después las visitas del jefe del Estado a la zona encontraban cobijo en sus estancias.

Desde esta zona alta descienden, Largo Martins Sarmiento mediante, varias calles de ilustres fachadas palaciegas y conventuales. Pero es la rúa Santa María la que hilvana un trayecto delicioso que pasa junto al antiguo convento de Santa Clara (actual Ayuntamiento) y nos deja en la plaza de Santiago, la de las terrazas sublimes. Esta amorfa plaza es la antesala de la plaza de Oliveira, al otro lado de una bella arquería ojival.

Y en este corazón de Guimaraes, indispensables, la medieval iglesia de Santa María de Oliveira y el alpendre gótico, que conmemora la batalla del Salado.  Y más allá, un mar de callejuelas muy lusas, con la rúa Nova (hoy Egas Moniz) al frente, en las que se suceden viviendas de estética atractiva. Cercano, no conviene dejar de visitar  el palacio de Vila Flor y sus jardines. Y de camino,  un cafelito y un poco de torta de Guimaraes y toucinho do céu, el dulce local.

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