Después de una agradable cena con un amigo en una noche lluviosa de 1913 y probablemente tras unas cuantas copas de coñac, el escritor inglés H.G. Wells, uno de los precursores de la ciencia ficción moderna —escribió, entre muchos otros libros, las novelas La máquina del tiempo (1895) y La guerra de los mundos (1898)— , se puso a jugar disparando con un pequeño cañón de juguete contra la colección de soldaditos de plomo de su colega. Se lo pasaron tan bien que Wells se puso manos a la obra y redactó el que pasa por ser el primer reglamento conocido de wargames (juegos de guerra). Tiene un título larguísimo pero muy descriptivo: Pequeñas guerras: un juego para niños de entre doce y ciento cincuenta años y para aquellas muchachas especialmente inteligentes a las que les gustan los libros y los juegos de chicos.
El reglamento, del que hay versiones completas en Internet, aunque, por desgracia, sólo en inglés, era muy simple pero, a la vez, abarcaba una completa emulación de una contienda: diferentes unidades militares, enfrentamientos masivos y cuerpo a cuerpo, movimientos estratégicos, logística y transporte. Wells, que era un pacifista confeso, hace jocosos comentarios sobre la pompa de los generales, de quienes escribe unas memorías de ficción en las que todos se sienten vencedores. El escritor jugó a las falsas batallas durante años y hay fotos que le muestran a cuatro patas desarrollando estrategias bélicas en el jardín.
Desde el antiguo Egipto
Los juegos de guerra son, desde luego, muy anteriores al reglamento de Wells. Algunos historiadores sitúan en el antiguo Egipto el nacimiento de esta forma de llevar la contienda, quizá con ánimo previsor, a un tablero, y está más que documetado el uso del juego Kriegspiel, inventado por el mariscal Von Reisswitz, como instrumento de entrenamiento de los oficiales prusianos durante el comienzo XIX. Se jugaba con dados e incluía factores tan sofisticados como la moral de victoria o el efecto de la climatología en el combate.
Los orígenes de la hoy masiva práctica del wargaming, con legiones de seguidores en todo el mundo, son explorados en la exposición War Games (Juegos de Guerra), que acaba de inaugurar el Museum of Chilhood (Museo de la Infancia) de Londres. La muestra, que podrá ser visitada hasta marzo de 2014, muestran más de un centenar de figuras y juguetes bélicos y los contextualizan para intentar explicar por qué los niños —y muchos adultos— encuentran tan atractivo el uso de juguetes que copian a las armas reales de muerte y destrucción y la emulación de los conflictos armados.
Rebuscadas tácticas de propaganda
La guerra, dicen los organizadores de la exposición, "siempre ha sido replicada en los juegos de los niños, que con frecuencia reflejan los conflictos contemporáneos y la tecnología bélica". También apuntan que la siempre polémica industria de los juguetes de guerra se ha servido de rebuscadas tácticas de propaganda para imbuir a los críos de "sentimientos militaristas y nacionalistas".
El museo quiere plantear la muestra como "un asunto de adultos tanto como de niños" porque el momento les parece adecuado: se acerca el centenario de la I Guerra Mundial, en 2014, y arrecia el debate sobre el uso como arma de ataque de drones (aviones no tripulados), controlados desde dispositivos que parecen productos evolucionados de las videoconsolas de última generación.
Juegos para entrenar a tropas reales
War Games está dividida en cuatro sectores. Jugando a la guerra explora el controvertido asunto de los niños reaccionando con la construcción de juguetes de guerra a la prohición de los padres o los docentes; En el campo de batalla ofrece un recorrido cronológico que demuestra cómo los juguetes han imitado a la tecnología bélica; De la realidad a la fantasía, sitúa en las dos guerras mundiales del siglo XX un punto de inflexión que llevó a los fabricantes de juguetes bélicos, para eludir el sentido de la brutalidad demasiado vivo socialmente, a fabricar artefactos elusivos como los superhéroes capaces de luchar por el bien y contra el mal, y, finalmente, Armas secretas revela el uso de los juguetes como instrumentos de influencia ideológica y escape intelectual y estudia el papel de los juegos de ordenador como plataformas para entrenar a tropas reales.
Además de juguetes de la colección del museo y de otros centros ingleses y europeos, la exposición se amplía en su presentación online con War Games Perspectives (Perspectivas de los juegos de guerra), con contenidos extra como un estudio sobre los soldaditos comercializados durante la I Guerra Mundial, otro sobre las estrategias propagandísticas dirigidas a los niños durante la Guerra Fría y el desgarrador proyecto War Toys del fotógrafo estadounidense Brian McCarty, que recorrió Gaza y Cisjordania pidiendo a niños de primaria que dibujasen sus visiones de la guerra para luego reconstruir los dibujos con soldaditos de juguete.
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