El escritor madrileño Luisgé Martín arma una "fábula con moraleja" en su nueva obra, La misma ciudad, una novela breve en la que reflexiona sobre la insatisfacción de la mano del personaje de Brandon Moy, un hombre que aprovecha los atentados del 11-S de Nueva York para dar un vuelco a su vida.

Martín ha aseverado que se trata de su mejor novela, que empieza hablando de la crisis de los cuarenta y de la necesidad que tienen los humanos de alcanzar "eso que se llama felicidad". Tampoco obvia la lucha "que tenemos casi siempre contra nosotros mismos y del poder devastador de los sueños".

El día 10 de septiembre de 2001, Brandon Moy se encuentra con un antiguo amigo con el que comenta los sueños de juventud nunca cumplidos. Aunque él tiene una esposa a la que ama, un hijo ejemplar, un apartamento envidiable en Manhattan y un trabajo de éxito en un despacho de una de las Torres Gemelas, se siente un fracasado.

Tras el derrumbe de estos edificios y de ser un superviviente del atentado, considera que el destino le ofrece una segunda oportunidad, convirtiéndose en otra persona, en Albert Tracy.

Este hombre, según su creador, acabará dándose cuenta, sin embargo, de que "el hombre es Dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa". "Es alguien que sigue encontrando su propia felicidad en los sueños, pero, cuando vive y analiza se vuelve a transformar, como todos, en un pequeño mendigo".

En este punto, el escritor, que vuelve a publicar en Anagrama, ha afirmado que "la madurez es ir perdiendo los sueños, y la vejez es haberlos perdido".

En esta búsqueda de sí mismo, Brandon Moy acabará conociendo dónde no está la felicidad y que nada tiene sentido. Sin embargo, como a muchos les ocurre, esto es algo que rápidamente olvidará y optará por "disfrutar del amor, de una copa de vino, de una ópera, un concierto o un libro". "En definitiva de aquellas cosas que, a pesar de todo, nos siguen haciendo felices y venturosos", según el autor comenta.

Por otra parte, indica el autor madrileño que tras poner el punto y final al relato, también se dio cuenta de que no sólo es él quien escribiendo vive varias vidas, porque sus propios personajes "se ven obligados a vivirlas, a lanzarse al vacío y a empezar de cero".

En este punto, sostiene que "los rescates siempre están dentro de nosotros mismo. Nadie nos va a salvar. Todo está en aquellas cosas que podemos reconstruir de nuestro pequeño mundo".

Respecto a cómo empezó a tejer esta historia, que el editor Jorge Herralde ha calificado de "joya literaria", Luisgé Martín reconoce que fue después de leer un ensayo de unos escritores alemanes en el que ahondaban en las historias personales de gente que vagó durante un tiempo por las calles de Nueva York sin saber quiénes eran tras los atentados.

Este escenario, además, lo considera como algo que forma parte "del episodio más teatral vivido en directo por la humanidad, donde están juntos de una forma devastadora el fundamentalismo de siempre y el gran uso de la tecnología".

Por otra parte, se ha referido a la portada del libro, una impactante fotografía de Richard Drew en la que se ve a un hombre arrojándose cabeza abajo de una de las Torres Gemelas.

A su juicio, se trata de la imagen de alguien que podía tener que ver "metafóricamente" con el personaje de su novela, que en esos atentados no se encontraba en el edificio en el que debía estar y que a partir de eso "inicia una pequeña caída a los infiernos".

Licenciado en Filología Hispánica y máster en Administración de Empresas por el Instituto de Empresa, Luisgé Martín (Madrid, 1962) tiene publicadas las novelas La dulce ira, La muerte de Tadzio, Los amores confiados, Las manos cortadas y La mujer de sombra.

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