Secuestros, torturas, violaciones y las secuelas en sus víctimas: ¿Locura o simple maldad?

  • Criminales como el 'monstruo de Amstetten' o Priklopil no suelen presentar un cuadro de locura y saben diferenciar entre el bien y el mal.
  • Los psicólgos y psiquiatras aseguran que muchas de sus acciones criminales se deben a trastornos de conducta que no justifican sus delitos.
  • El síndrome de Estocolmo y otras secuelas de las víctimas de un largo secuestro son trastornos aún más misteriosos.
Imagen del perfil de Facebook de Ariel Castro, secuestrador de las tres chicas de Cleveland. Castro, de 52 años, ex conductor de autobús escolar y músico, fue arrestado junto con otros dos sospechosos del secuestro. Los otros dos arrestados son los hermanos de Ariel Castro, Pedro Castro y Onil Castro.
Imagen del perfil de Facebook de Ariel Castro, secuestrador de las tres chicas de Cleveland. Castro, de 52 años, ex conductor de autobús escolar y músico, fue arrestado junto con otros dos sospechosos del secuestro. Los otros dos arrestados son los hermanos de Ariel Castro, Pedro Castro y Onil Castro.
Imagen del perfil de Facebook de Ariel Castro, secuestrador de las tres chicas de Cleveland. Castro, de 52 años, ex conductor de autobús escolar y músico, fue arrestado junto con otros dos sospechosos del secuestro. Los otros dos arrestados son los hermanos de Ariel Castro, Pedro Castro y Onil Castro.

¿Qué oscuros recovecos de la mente humana pueden llevar a un hombre a secuestrar a una menor de edad, violarla y mantenerla secuestrada durante décadas?, ¿Qué ocurre si, además, la secuestrada es su propia hija? Y las víctimas, ¿Cómo son capaces de sobreponerse a tanto tiempo de sufrimiento?

La reaparición de las tres jóvenes desaparecidas en Cleveland hace una década ha vuelto a recordar a la ciudadanía que este tipo de delitos no son, ni mucho menos, algo excepcional: Josef Fritzl, el austriaco que recluyó a su hija en un sótano durante años, José Agostinho Bispo Pereira, un campesino brasileño que hizo lo mismo con su hija durante otras dos décadas, Wolfgang Priklopil, el desequilibrado que secuestró a Natascha Kampusch, Marc Dutroux, responsable de secuestrar, violar y matar a seis niñas y adolescentes en Bélgica… distintos países y clases sociales. Distintos tipos de personalidad y motivaciones. Crímenes siniestramente parecidos.

"Cada uno de estos casos tiene sus particularidades y no se puede generalizar. En algunas ocasiones no hay que excluir que pueda tratarse de una enfermedad mental, pero muchas otras veces no, aunque las causas de su comportamiento se deban a distintos trastornos de tipo psicológico", explica Miriam González-Pablo, psicóloga experta en situaciones de emergencia (como secuestros o atentados) a 20minutos.es.

González-Pablo cita los trastornos de apego, que hace que las personas desarrollen conductas asociales y de aislamiento. Aunque también están los narcisistas, cuyo ego y necesidad de posesión hace que vean a sus víctimas como simples objetos, cosificándolas y desvinculándose emocionalmente de ellas. Aún así, estos trastornos no provocan que no sepan diferenciar entre el bien y el mal: "Aqui está precisamente el problema: determinadas conductas punibles acaban siendo absorbidas por la psiquiatria y lo que es peor, por la opinión publica que identifica lo inexplicable con lo enfermo", explica Francisco Traver, psiquiatra, en su blog Neurociencia.

Así, la causa de estos crímenes no tiene por qué hallarse en la presunta locura de sus autores. Pueden tener algún tipo de desequilibrio psicológico, pero no están locos. Sencillamente, optaron por el mal. Por ejemplo, los informes psiquiátricos de Jose Fritzl, el monstruo de Amstetten, aseguraban que el jubilado estaba en posesión de "plenas facultades mentales" y que los motivos de su conducta obedecían a su "alteración de las preferencias sexuales", a su "incapacidad emocional" y su falta de empatía.

La vida después de diez años de secuestro

"No obstante, las secuelas que estos secuestros dejan en las víctimas son aún más complejas, fruto de un estrés postraumático muy difícil de evaluar", continúa González-Pablo. "Cuando vuelven al mundo normal, las víctimas de un largo secuestro sienten miedo a crear vínculos con otras personas y una gran desconfianza de su entorno. También salen de su cautiverio con la autoestima muy mermada debido a los numerosos maltratos que han tenido que soportar", explica.

Una de las secuelas más visibles, y también más misteriosas, de las víctimas se da con el síndrome de Estocolmo, que ocurre cuanto el secuestrado justifica el comportamiento  de su captor, desarrollando incluso sentimientos de afecto por él.

"Hay que entender que con el paso del tiempo ambas personas crean un vínculo muy fuerte, como si fueran una pareja, que luego es muy difícil de romper. Las personas tendemos siempre a crear nuestra propia realidad para adaptarnos al entorno y sufrir menos. Es algo natural en nosotros", apostilla la psicóloga.

Pero, ¿es posible volver a llevar una vida normal? En algunos casos sí, es posible. El ejemplo más notorio es el de Kampusch, que tras su enclaustramiento concedió múltiples entrevistas a medios de comunicación e incluso escribió un libro. La paciencia y el apoyo de los familiares es la clave, según algunos psicólogos. Otros, sin embargo, echan mano de la infinita capacidad del ser humano para la trascendencia y para dotar de un sentido a su vida, por muy miserable que esta pueda llegar a ser, tal y como defiende la teoría del psiquiatra Víctor Frankl, superviviente de Auschwitz y fundador de la Logoterapia.

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