Condenado a 13 años el acusado intentar asesinar a su amante

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Asturias ha condenado a 13 años de prisión y 23 de alejamiento a un acusado de intentar matar en Gijón a una mujer con la que tuvo una relación extramatrimonial. El tribunal lo condena por un delito de asesinato intentado con alevosía, con la circunstancia agravante de disfraz. La sentencia no es firme y contra ella cabe recurso de casación ante el Tribunal Supremo.

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Asturias ha condenado a 13 años de prisión y 23 de alejamiento a un acusado de intentar matar en Gijón a una mujer con la que tuvo una relación extramatrimonial. El tribunal lo condena por un delito de asesinato intentado con alevosía, con la circunstancia agravante de disfraz. La sentencia no es firme y contra ella cabe recurso de casación ante el Tribunal Supremo.

Según han comunicado fuentes de la Fiscalía Superior del Principado, la sentencia le impone 13 años de prisión y prohibición de aproximarse a la mujer, su domicilio o lugar donde se encuentre, a una distancia inferior a los 500 metros, así como de comunicarse con ella por cualquier medio durante 23 años. Le condena además al abono de las costas procesales, incluidas las de la acusación particular, y a indemnizar a la mujer con 52.611,7 euros, más los intereses legales, y al Sespa con la cantidad que se acredite en la fase de ejecución de sentencia por los gastos asistenciales.

El acusado, J. P. A., nacido en 1953, mantuvo una relación sentimental con una mujer, al margen de su matrimonio, durante 22 años en distintos periodos interrumpidos.

Según recoge la sentencia, en el mes de septiembre de 2010, ella dio por finalizada su relación con el acusado, circunstancia que éste no aceptó, por lo que la llamaba persistentemente y le enviaba cartas. Como ella se negaba a reanudar la relación, el decidió matarla y, para ello, el 29 de noviembre de 2010, el acusado compró dos tubos de hierro, de fontanería, que ensambló, dando lugar a una pieza de 58 centímetros de largo por 4 de diámetro, con la que planeó golpear a la mujer. Compró además un casco de moto, una mascarilla, un pasamontañas y unos guantes, que pensaba ponerse para no ser identificado al consumar la agresión.

Al día siguiente, 30 de noviembre, se dirigió al garaje del domicilio de la mujer, donde sabía que sobre las nueve de la mañana ella acudiría a coger su coche. La esperó con la barra de hiero y ataviado con el casco, mascarilla, pasamontañas y guantes, junto con un cojín que se colocó dentro de un anorak que vestía, a la altura del abdomen, para aparentar ser más gordo. Cuando la mujer llegó al garaje vio al acusado, aunque no le reconoció, y cuando se dirigía hacia su automóvil, de forma inopinada, el hombre la golpeó reiteradamente en la cara y la cabeza con la barra de hierro. No cesó en su agresión hasta que llegó un vecino, que le recriminó su acción. El acusado se encaró a él e hizo ademán de agredirle, aunque no llegó a hacerlo. El vecino salió del garaje entonces para llamar a la Policía, lo cual hizo desde el móvil de otro viandante al que pidió ayuda.

El acusado huyó del lugar con un bolso de la mujer en el que llevaba, entre otras cosas, un teléfono móvil y 1.000 euros en efectivo. Para ello utilizó un vehículo propiedad de su esposa que tenía aparcado en las proximidades. Fue detenido en las inmediaciones unos dos minutos después. Todos los efectos de la mujer fueron recuperados.

Al ser preguntado por los policías sobre qué había ocurrido, el acusado contestó que "nada".

Numerosas lesiones

La mujer sufrió numerosas lesiones, entre ellas, un traumatismo craneal con heridas contusas en regiones temporal izquierda y occipital, hematomas en región frontal, gran hematoma en la región parietal izquierda, fractura en el hueso parietal izquierdo, conmoción cerebral con hipoacusia y síndrome vertiginoso y traumatismo facial y pérdida de dos dientes. Tardó en curar 178 días, de los que siete estuvo hospitalizada. Le quedaron varias secuelas, como cicatrices y trastorno por estrés postraumático, que precisa de tratamiento ambulatorio.

Durante la agresión, el acusado rompió las gafas de la mujer, cuyo coste de sustitución ascendió a 600 Euros. Los gastos odontológicos por reparación de las piezas dentarias ascendieron a 3.481,70 euros.

La sentencia afirma que la convicción de la Sala es "firme" en respecto a la intención del acusado de matar a la mujer y sostiene que seleccionó el lugar de la agresión (una zona solitaria y cerrada de un garaje). También tiene en cuenta el ataque "alevoso y sorpresivo" y que el acusado se desentendió de la víctima, yéndose del lugar sin ocuparse de ningún tipo de auxilio. Según el tribunal, el argumento del procesado de que sólo quería asustar a la mujer no es creíble.

El fallo recoge que el acusado se "muestra como un genuino prototipo de autor de violencia de género. A lo largo del plenario no dejó de reiterar que lo que no podía tolerar es que su ex pareja no sólo quisiera dar por finiquitada su relación, sino que una vez abandonada ésta no diera explicaciones de por qué se podía relacionar con terceros, como si él ostentara algún poder de dirección del destino vital de la mujer".

La Fiscalía había calificado los hechos como un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento en grado de tentativa, con la agravante de disfraz, y solicitaba para el acusado una condena de 19 años de prisión.

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