Azores: el día que Aznar puso a España al frente de la invasión de Irak por unas armas inexistentes

  • Se cumple una década de la imagen que supuso el pistoletazo inicial a la guerra de Irak.
  • Allí se reunieron Aznar, George W. Bush y Tony Blair.
  • Lanzaron un ultimátum a Sadam Husein: o eliminaba sus "armas de destrucción masiva" o intervendrían en el país.
  • La invasión de Irak comenzó apenas cuatro días después.
  • Aznar tuvo que hacer frente a críticas incluso en el seno de su Ejecutiva: Rodrigo Rato (vicepresidente) se opuso al envío de tropas.
  • El propio Aznar (al igual que los otros protagonistas) reconocieron que no existían dichas "armas de destrucción masiva", pero ninguno se ha arrepentido de invadir Irak.
De izda a dcha: Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar, durante su encuentro en las Azores hace diez años.
De izda a dcha: Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar, durante su encuentro en las Azores hace diez años.
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De izda a dcha: Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar, durante su encuentro en las Azores hace diez años.

"España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde debería haber estado". Son palabras del expresidente del Gobierno José María Aznar una vez abandonada su responsabilidad al frente del Ejecutivo y recordando la cumbre de las Azores, una cita de la que este sábado se cumplen diez años y que abrió la puerta a la intervención en Irak.

Aznar, el presidente de Estados Unidos George W.Bush y el primer ministro británico Tony Blair se reunieron el 16 de marzo de 2003 en la base aérea luso-estadounidense de Lajes, en la isla de Terceira del archipiélago portugués de las Azores. El que en aquel momento era el primer ministro portugués y hoy es presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, actuó de anfitrión, y todos ellos sellaron en medio del Atlántico un ultimátum al entonces presidente iraquí, Sadam Husein.

El mensaje era claro: o se desarmaba o una coalición de países intervendría en Irak. La respuesta, cantada, llegó cuatro días después con la puesta en marcha de la operación 'Libertad iraquí' y con el desacuerdo de socios atlánticos tan notables como Francia.

Irak estaba en el punto de mira de Bush desde los atentados del 11-S, cuando incluyó a este país, junto a Irán y Corea del Norte, en el que denominó "eje del mal".

Poco después de la invasión, el régimen iraquí cayó y Hussein pasó unos meses en paradero desconocido hasta que fue detenido en diciembre y, tres años después, fue ejecutado en la horca.

A la izquierda de Bush

Los preparativos de la cumbre de las Azores fueron intensos, y Aznar estuvo muy activo desde el primer momento, convencido, como repitió una y otra vez, de que el dictador iraquí poseía armas de destrucción masiva y había que actuar enérgicamente.

El primer presidente de Gobierno del PP en la historia de la democracia consideraba que la intervención estaba respaldada por las resoluciones que había dictado la ONU y quiso que España estuviera en el primer plano de esa actuación para que, tal y como había resaltado en varias ocasiones durante su mandato, el país saliera del "rincón de la historia".

"España, en esta ocasión, estuvo donde tenía que estar y con los que tenía que estar", escribió años después en uno de sus libros el expresidente, quien en aquella cumbre sí parecía tener bien claro al lado de quien tenía que aparecer en la foto.

Le delató el movimiento que recogieron las cámaras en el momento en el que los protagonistas de la cita posaban sonrientes para los informadores gráficos, ya que hizo un rápido quiebro para cambiar del lugar y situarse justo a la izquierda de Bush. Era el sitio preeminente que creía que merecía España.

En hora y media de encuentro hubo tiempo para el optimismo y la cautela. Optimismo personificado en el presidente estadounidense, según explicó después Aznar, quien aseguró que, por contra, él quiso en todo momento colocarse en la peor de las situaciones por previsión y para ahorrarse posteriores disgustos.

Aunque corta, la cumbre fue suficiente para perfilar los detalles de lo que ya tenían previsto Bush, Blair y Aznar, quienes comparecieron posteriormente en una rueda de prensa en la que el presidente del Gobierno español consideró que se estaba dando una última oportunidad a Husein para desarmarse y pidió a los países amigos y aliados trabajar juntos dejando de lado cualquier diferencia coyuntural.

Rechazó que lo que alumbró aquella cumbre fuera una declaración de guerra, recalcó que la cita de las Azores se había convocado tras haber trabajado hasta la extenuación por lograr una salida pacífica de la crisis y trasladó toda la responsabilidad de lo que ocurriera al líder iraquí. Aquella reunión supuso efectivamente que España se situara en la primera plana de la política internacional, para unos como símbolo de su fortaleza, y para otros como imagen de un erróneo seguidismo de la política de Estados Unidos.

Críticas, incluso desde su Gobierno

La presencia de tropas españolas en Irak dio pie a las interpretaciones de si participaban realmente en una misión de paz o en una guerra. Y los puntos de vista distantes surgieron incluso en el seno del Gobierno, con un vicepresidente como Rodrigo Rato mostrando a Aznar su criterio contrario al envío de tropas y cerrando quizás así sus posibilidades de haber sido su sucesor.

Más tarde llegaron los atentados del 11-M, la victoria socialista en las elecciones de tres días después, la retirada de las tropas de Irak ordenada por José Luis Rodríguez Zapatero cuando sólo llevaba unas horas de presidente del Gobierno, el reconocimiento por parte de Aznar de que en Irak no había armas de destrucción masiva...

Diez años después, ninguno de los tres protagonistas conserva su puesto, pero en todo momento han mantenido que su decisión fue la correcta.

A pesar de que Irak está lejos de la estabilidad anhelada y sufre la lacra terrorista, Blair ponía voz hace pocas semanas al sentimiento del trío de las Azores: todo sería peor con Sadam.

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