Más de 70.000 muertos y un millón de desplazados tras dos años de guerra civil en Siria

  • El conflito sirio cumple dos años sin que se vislumbre una solución, mientras el conflicto armado se recrudece y la comunidad internacional se lava las manos.
  • Del millón de refugiados que han abandonado el país, la mitad son niños.
  • El terrorismo y la islamización radical han surgido al calor de la violencia.
Unos niños sirios comen en el suelo en un campamento de refugiados.
Unos niños sirios comen en el suelo en un campamento de refugiados.
GTRES
Unos niños sirios comen en el suelo en un campamento de refugiados.

La ola de protestas nacida hace dos años al calor de la primavera árabe en Siria ha dado paso a una cruenta guerra civil, con más de 70.000 muertos, 100.ooo heridos, un millón de desplazados y un final difícil de vislumbrar ante los fracasados intentos de mediación internacional.

Lo que comenzó el 15 de marzo de 2011 como un pulso entre manifestantes opositores y el régimen de Bachar al Asad, que alcanzaba su máxima expresión durante las protestas de los viernes, reprimidas por las fuerzas gubernamentales con disparos, se ha transformado en un conflicto bélico cada día más sofisticado.

Los tanques del Ejército enviados para acallar las localidades sublevadas fueron seguidos de helicópteros y aviones militares, mientras se sucedía el goteo de deserciones en las Fuerzas Armadas que han constituido la espina dorsal del Ejército Libre Sirio (ELS), creado en julio de 2011.

Pese a la desigualdad de fuerzas, ya que la insurgencia carece de medios aéreos, poco a poco los rebeldes -pertrechados con AK-47, lanzagranadas y vehículos blindados conseguidos en sus victorias frente al régimen- se han hecho con el control de amplias zonas del norte, en las provincias de Idleb, Alepo y Al Raqa.

El cerco en torno a Al Asad se estrecha cada vez más en Damasco, que en el último año se ha convertido en escenario habitual de atentados, choques y  bombardeos, sobre todo, en su periferia.

En julio pasado, parecía que las cosas se iban a precipitar con el atentado, reivindicado por el ELS, que descabezó la cúpula de Defensa del país, en pleno corazón de la capital, y el inicio días después de la ofensiva insurgente contra Alepo, la segunda ciudad del país.

Sin embargo, pese a que los enfrentamientos se aproximan cada vez más al centro de Damasco, cuyo casco histórico sigue intacto, a diferencia del destruido zoco de Alepo, el régimen todavía mantiene su superioridad en la lucha contra los que consideran "terroristas".

Coches bomba

Los atentados, muchos de ellos perpetrados con coches bomba, que han causado centenares de víctimas en la capital y otras ciudades, hacen a algunos desconfiar del movimiento rebelde, que, por su parte, ha acusado en ocasiones al régimen de estar detrás de ellos.

Varios de esos ataques han sido reivindicados por el poderoso Frente al Nusra, un grupo islamista incluido por EE UU en su lista de organizaciones terroristas y que ha irrumpido con fuerza en el conflicto en el último año.

La organización radical se ha apuntado varios triunfos sobre el terreno contra las fuerzas de Al Asad y ha sido su principal azote en poblaciones como Alepo.

La emergencia del Frente al Nusra es un síntoma de la islamización de los combatientes en el campo de batalla: Basta observar los vídeos de los rebeldes para apreciar un cambio en su físico que ha ido de los rostros perfectamente rasurados a un bosque de barbas, más acorde con la "sunna" (tradición) musulmana.

En el plano político, el régimen remodeló a principios de 2012 la Constitución para abrirla al pluripartidismo en un intento de aplacar a los sublevados, pero esta medida no se tradujo en un cambio de poder en el Parlamento ya que la oposición boicoteó los comicios legislativos de hace un año.

En paralelo, la dividida oposición política ha dado pasos para unirse y en noviembre anunció la formación de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), un paraguas de organizaciones reconocido como principal interlocutor de los opositores en el extranjero.

La CNFROS avanza ahora hacia la constitución de un Gobierno transitorio, a semejanza del Ejecutivo interino creado por los revolucionarios libios durante su rebelión. Y mientras, los vuelos entre Nueva York, Ginebra, El Cairo y Damasco se suceden en un intento de llevar a cabo una mediación internacional, que hasta ahora ha tenido magros resultados.

En agosto pasado, el mediador de la ONU y de la Liga Árabe, Kofi Annan, tiraba la toalla desalentado por el aumento de las hostilidades y la falta de voluntad de las partes de aplicar su iniciativa para poner fin a la violencia. El diplomático argelino Lajdar Brahimi tomó el relevo sin que por el momento sus esfuerzos hayan sido más fructíferos.

Siria es un país estratégico en el tablero de Oriente Medio y existen temores de una expansión del conflicto por otros países de la región. El régimen sigue confiando en los apoyos de Rusia, China e Irán frente a una comunidad internacional incapaz de detener la tragedia humanitaria.

Refugiados huyendo de la guerra

Las cifras hablan por sí solas: además de los 70.000 muertos en dos años más de un millón de sirios, la mitad de ellos niños, han escapado del país al cumplirse dos años de un conflicto que pone a prueba a los países vecinos, que les han abierto las puertas generosamente a pesar de sus escasos recursos.

El Líbano, Jordania, Turquía, Irak y, en menor medida, Egipto y otros países del norte de África sufren los efectos colaterales de la guerra civil en Siria.

El conflicto ha vuelto a cebarse con los más vulnerables: a los que ya han huido se suman más de dos millones de desplazados internos y las cerca de casi 10.000 personas que cruzan la frontera del país cada día.

Del millón de refugiados, 400.000 lo son desde el pasado 1 de enero, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), un dato que muestra la fragilidad de una población destrozada por las bombas, pero también por la escasez y el olvido.

A falta de respuesta exterior, donde los intereses particulares impiden a la diplomacia internacional ponerse de acuerdo, la escalada de la violencia, el deterioro de los servicios básicos y el hundimiento de la economía siria han acelerado el éxodo en los dos últimos meses hasta niveles difíciles de prever a finales de 2012.

Malas perspectivas

Así las cosas, ACNUR teme que el millón de refugiados se duplique e incluso triplique a finales de 2013.

Su impacto está causando graves problemas a los países de acogida, que, con escasos recursos, afrontan como pueden la emergencia humanitaria, cuyo coste anual para estas naciones se calcula entre 500 y 600 millones de dólares.

El aumento de población ha situado al límite de sus posibilidades los servicios básicos en el Líbano, que acoge 332.000 refugiados sirios, y Jordania, con 324.000, los dos países que llevan el mayor peso.

"Tenemos que tratar este asunto de forma conjunta con la comunidad internacional para resolver la carga que representan los refugiados para nuestros países", afirmó el ministro jordano de Exteriores, Naser Yude, en una visita a Beirut el pasado día 1.

Yude y su homólogo libanés, Adnan Mansur, se quejaron de no haber recibido la ayuda árabe e internacional prometida en la Conferencia de Donantes celebrada en enero en Kuwait, donde la ONU se aseguró 1.500 millones de dólares, con grandes aportaciones de los países el Golfo Pérsico.

En Turquía, los 17 campamentos levantados albergan ya a 185.000 sirios, pero casi 40.000 esperan para inscribirse y la cifra aumenta cada día, cada hora. En su visita a Ankara para abordar el asunto la pasada semana, el rey jordano, Abdalá II, pidió a la comunidad internacional que incrementara sus esfuerzos para ayudar a Jordania, Turquía o el Líbano a afrontar la "tremenda carga" que supone dar cobijo y alimento a cientos de miles de refugiados sirios.

Además, unos 107.000 sirios se han refugiado en Irak, un país que vive aún en medio de su propia violencia, con más de un millón de desplazados internos, y al que también han vuelto miles de iraquíes que se habían refugiado en Siria desde la última guerra del Golfo.

Esa cifra supone una enorme carga, sobre todo, para las autoridades del Kurdistán iraquí, la región autónoma del norte del país que recibe al 92,1% de los refugiados sirios en Irak (unos 98.200).

A pesar de no tener frontera con Siria, Egipto acoge ya a unos 43.500, en tanto que más de 8.000 se reparten entre otros países norteafricanos. "Siria está dirigiéndose hacia un desastre a gran escala", advirtió el alto comisionado de ACNUR, Antonio Guterres, la pasada semana.

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