El estudio de asteroides y meteoritos "para saber si el cielo caerá sobre nuestras cabezas"

  • El astrónomo Javier Licandro desgrana cómo se formó la vida en la Tierra y la importancia de conocer y catalogar los meteoritos que se acerquen.
  • Los planetas de nuestro sistema solar se formaron a partir del material que "sobró" de la formación del Sol y que comenzó a chocar entre sí.
  • Objetos primitivos como los meteoritos todavía contienen información sobre el origen de la formación de los planetas.
Un meteorito ha caído sobre los Urales, en Rusia, y ha dejado un millar de heridos.
Un meteorito ha caído sobre los Urales, en Rusia, y ha dejado un millar de heridos.
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Un meteorito ha caído sobre los Urales, en Rusia, y ha dejado un millar de heridos.

El estudio de asteroides, cometas y otros objetos del espacio tiene interés puramente científico para saber cómo se originó el sistema solar, pero también, como decían los galos de Astérix, para saber si el cielo se caerá sobre nuestras cabezas, dijo el astrónomo Javier Licandro.

También tiene un interés astrobiológico para saber cómo se originó la vida en La Tierra, indicó Javier Licandro, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), quien recordó que los asteroides son objetos supervivientes de la formación de los planetas.

Los planetas de nuestro sistema solar se formaron a partir del material que "sobró" de la formación del Sol, y esos residuos quedaron orbitando y las partículas se pegaron unas a otras hasta formar pedruscos cada vez más grandes, que chocaban entre sí.

Eran choques que liberaban poca energía porque las colisiones se producían por alcance, ya que los objetos se movían en el mismo sentido en órbitas casi circulares. Al ser poca energía los objetos solían "pegarse" y continuar formando cuerpos mayores.

A medida que esos cuerpos celestes cambiaron sus órbitas debido a las interacciones que se producían entre ellos y a la fricción con el gas que hubo en los primeros millones de años de vida del sistema solar, los choques comenzaron a ser laterales y la liberación de energía mucho mayor, explicó el astrónomo.

Javier Licandro señaló que al principio se formaron millones de objetos de entre cientos de metros y unos dos mil kilómetros de diámetro, los llamados planetesimales, que se acumularon en los más grandes, los planetas.

Muchos objetos escaparon por la acción de la gravedad de los planetas, y comenzaron a chocar entre sí y a romperse, porque las colisiones eran cada vez más rápidas y en ocasiones incluso de frente.

La importancia de estudiar esos restos, que pueden ser cometas, asteroides, meteoritos u otros objetos, está en que su material no sufrió todos los procesos que el integrado en los planetas, donde los materiales de más densidad están en el centro y los más livianos fuera.

Meteoritos

En el caso de los meteoritos, como el que recientemente ha caído en Rusia, el material está como pegado pero no apretado, con lo que disponer de él permite estudiar cómo era el sistema solar en su origen, manifestó Javier Licandro.

Esos objetos primitivos tienen en su interior lo que se llama "condritas carbonáceas", que son como gotitas de material que quedan en una matriz polvorienta, y que se formaron hace más de tres mil millones de años, cuando se produjo un calentamiento global en el sistema solar, y dan información inaccesible en planetas, añadió.

¿Cómo llegó la vida a la Tierra?

El astrónomo dijo que la vida en la Tierra es producto de los choques que se han producido contra cometas y asteroides, cuerpos que tienen abundante helio y moléculas orgánicas, pues, cuando se formó, el planeta estaba tan caliente que era imposible que estos sobrevivieran.

Las moléculas orgánicas y el agua de la Tierra llegaron más tarde, cuando el planeta se enfrió y tuvieron lugar miles de impactos de objetos espaciales.

De ahí que el estudio de estos objetos interesa porque se puede saber cómo se originó el sistema solar, pero también cómo se creó la vida en la Tierra, y el interés mundano radica en poder saber si caerán sobre las cabezas de los terrícolas.

Javier Licandro lamenta ser "ave de mal agüero", pero los objetos caen, y así sucedió en pasado mes en Rusia, donde un meteorito "chiquito", de unos diecisiete metros de diámetro, causó grandes daños con la explosión que provocó al entrar en la atmósfera terrestre.

Si ese objeto hubiese tenido un diámetro de un kilómetro, al chocar contra la corteza terrestre hubiese lanzado a la atmósfera una cantidad tal de polvo que se habría generado un efecto similar a lo que se conocía como invierno nuclear en la época de la guerra fría entre EE UU y la URSS, señaló.

Gracias a programas que se iniciaron en la década de los años 90 del siglo pasado están catalogados más del 90% de los objetos de más de un kilómetros, pero no los más pequeños, que son más abundantes y más difíciles de detectar y seguir.

Por ello, Javier Licandro aboga por tomar conciencia de que es preciso  estudiar dónde están esos objetos y disponer de mecanismos para, en caso de peligro, intentar sacarlos de su órbita o, si no es posible, al menos saber dónde chocarán, para tomar medidas de evacuación.

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