El fotógrafo que inspiró "Fargo", "Terciopelo azul", "Elephant", "Las vírgenes suicidas"...

  • El MET de Nueva York expone "En guerra contra lo obvio", una antología de William Eggleston, pionero  en el uso del color en la fotografía moderna.
  • A partir de mediados de los años sesenta, fue el gran retratista de los objetos cotidianos y el paisaje estadounidense. Los cineastas le adoran.
  • Hizo fotos de señales, postes, botellas de ketchup, gasolineras, juguetes... Todos tienen tal riqueza cromática que parecen explotar.
Una de las fotos más conocidas de William Eggleston
Una de las fotos más conocidas de William Eggleston
The Metropolitan Museum of Art © Eggleston Artistic Trust
Una de las fotos más conocidas de William Eggleston

Un apunte previo para entender la influencia en el arte contemporáneo de William Eggleston (1939): las secuencias iniciales de las películas Terciopelo Azul(David Lynch, 1986) y Elephant (Gus Van Sant, 2003) son homenajes directos —y admitidos por sus directores— al fotógrafo que consiguió dar al color la categoría de lenguaje artístico. El cromatismo explosivo que con frecuencia se relaciona con la vida de la pudiente clase media estadounidense de los años sesenta y setenta tiene un referente directo en este pertinaz explorador de las posibilidades artísticas del color y los objetos cotidianos.

Tomando como título una de las frases de cabecera de Eggleston ("estoy en guerra contra lo obvio"), el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York (EE UU) presenta At War with the Obvious, una colección de copias originales del fotógrafo, entre ellas algunas de sus imágenes más conocidas. La exposición, que estará en cartel hasta el 28 de julio, incluye las 36 piezas que el MET compró el año pasado, en una de las subastas fotográficas que ha movido más dinero en toda la historia.

Hass, Leiter, Eggleston...

Si Ernst Hass pasa por ser el gran maestro de la reproducción fiel del color y Saul Leiter fue el primero que llevó la foto en colores al terreno de la calle, Eggleston tiene el honor indiscutible de haber convertido la fotografía en color en un medio digno y aceptado.

Aunque a estas alturas parezca absurdo, durante muchos años el canon fotográfico se limitaba al blanco y negro y respetadísimos profesionales con vocación de teóricos, como Henri Cartier-Bresson, consideraban que el color debía limitarse a la publicidad porque sus resultados eran "una disección anatómica chapucera", mientras que Walker Evans se limitaba a enunciar un adjetivo: "vulgar".

Arbus y Winogrand no querían saber nada

Al comienzo de su carrera, en los años cincuenta, cuando Eggleston empezaba a trabajar como fotógrafo, tuvo que soportar que alguno de sus jefes tildase de "ridículas" a las imágenes en color. Ni siquiera sus colegas de generación Diane Arbus, Garry Winogrand y Robert Frank, parecían admitir de buena gana que aquellas imágenes brillantes y atmosféricas compitiesen con la elegancia del blanco y negro.

Ávido seguidor de los avances técnicos en la fabricación de películas en color y los procesos de reproducción en papel, Eggleston se quedó prendado de  la impresión por inyección de tinta, con el que empezó a trabajar en 1973. El cromatismo elevado del sistema daba a la realidad un tonalidad que decidió explorar hasta las últimas consecuencias.

En 1976 expuso parte de sus primeras fotos en el MoMA, en la exposición que suele ser citada como la primera de fotos a color del prestigioso museo —se trata e un dato erróneo, porque Haas había expuesto en el mismo lugar una década antes—.  Aunque las críticas fueron muy hostiles, el evento sirvió a Eggleston para convertirse en uno de los habituales de la tribu del gurú Andy Warhol y en amante de una de sus superestrellas, Viva.

Sin trivilizar los objetos

A partir de entonces el fotógrafo construyó un código visual de objetos cotidianos y paisajes secundarios —con alguna deriva hacia los retratos fríos y desapegados— a los que daba carácter protagonista en sus fotos de tonos arrebatados y saturación al límite. Anuncios publicitarios, gasolineras, paredes desconchadas, un triciclo en plano dominante, postes del alumbrado, terrenos baldíos usados como aparcamientos, habitaciones de motel... Al contrario que los artistas plásticos pop, no triviliazaba los objetos o lugares, sino que los dignificaba hasta darles carácter trascendente.

La exposición del MET permite comprobar hasta qué punto sigue viva la forma de ver el territorio estadounidense, tanto el exterior como el doméstico, de este artista pionero. Para terminar con otro apunte cinematográfico, la cineasta Sofia Coppola ha dicho que Las vírgenes suicidas (1999) no serían la misma película sin la fotografía de Eggleston. También los hermanos Coen han mencionado su deuda con el fotógrafo, en especial en Fargo (1996).

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