Al museo sin quitarse el pijama

Portada de la página web del museo Smithsonian, uno de los museos que se ha remodelado en los últimos años.
Portada de la página web del museo Smithsonian, uno de los museos que se ha remodelado en los últimos años.
SMITHSONIAN.COM
Portada de la página web del museo Smithsonian, uno de los museos que se ha remodelado en los últimos años.

Una elocuente realidad: al Museo del Prado entra más gente por la línea telefónica (4,2 millones de personas al año) que por la puerta (3 millones). La visita on line a las pinacotecas es ya una forma de turismo cultural, y los museos miman a los visitantes que no pagan entrada y acceden por Internet, quizá en pijama y desde la comodidad hogareña.

Dando por sentado que no es lo mismo tener enfrente un Vermeer y sentir las pinceladas del maestro de una forma sensorial que ver el cuadro en la superficie fría de un monitor, revisamos una veintena de sitios web de museos y los juzgamos según lo que ofrecen y cómo lo ofrecen, puntuando diseño, navegación, contenido, interactividad y visita virtual.

Desde hace años las instituciones museísticas tienen claro que sus sedes electrónicas no deben ser meramente informativas, porque una buena web puede servir como vehículo para transmitir la importancia de las colecciones y la eficiencia del trabajo diario. También es un medio de comunicación poderoso: el British o el Prado actualizan a diario sus redes sociales, la cuenta de Twitter del MoMA supera el millón de seguidores y cada vez más pinacotecas ofrecen contenidos adicionales en blogs, podcasts o canales de vídeo.

La veintena de webs seleccionadas combinan páginas de alto tráfico (a la cabeza está el MET de Nueva York, con 47 millones de visitas al año) con otras más humildes pero que sacan partido a Internet con el uso inteligente de los nuevos mecanismos de interacción o contenidos on line de calidad –un ejemplo claro es el Rijks holandés, que acaba de lanzar una nueva sede basada en la interactividad–.

En el recorrido también hemos encontrado grandes decepciones. Si alguien intentara deducir la importancia del Hermitage de San Petersburgo o el Pérgamo de Berlín por la experiencia virtual, pensaría que se trata de pinacotecas de tercera categoría; la Galería de los Ufizzi de Florencia ni siquiera tiene Facebook o Twitter, y en España el Museu d'Art Contemporani de Barcelona esconde sus obras como si el e-visitante fuera un delincuente dispuesto a robarlas.

En el extremo opuesto, por suerte bastante poblado, aparecen quienes no solo ponen a disposición del internauta las colecciones –en el caso del modélico Smithsonian, con licencia Creative Commons–, sino que generan contenidos multimedia, amplían la información sobre los fondos, publican ensayos y desentrañan el día a día del funcionamiento del centro.

El sector se apresura a rediseñar sus sedes web para que no le pase por encima el tsunami tecnológico: en los últimos tres años las han relanzado y remodelado casi la mitad de los centros que analizamos. Desde 1997, cuando empezó a celebrarse el congreso Museums and the Web, el sindicato de los museos ha resuelto compartir knowhow, consciente de que el público on line es especializado (el 53,6% son estudiantes que buscan material formativo) y fiel (el 80% de los visitantes regresan).

Aunque son una pequeña porción del gran pastel de Internet –apenas hay 99 entre el medio millón de sites con más tráfico–, algunas de las sedes web apuestan por el modelo de los grandes portales de información, ofreciendo contenidos que no están en las salas de exhibición. Otras, las de menos medios económicos,  intentan entrar en la dinámica de la interacción. Las del Walker de Minessota y el Whitney de Nueva York son ejemplos del modelo basado en la innovación y el poder multiplicador de las redes para hacer de los museos virtuales organismos dinámicos.

Tres analistas del horizonte al que deben aspirar los museos en Internet, K. Ellenbogen, J. Falk y K. Haley Goldman, apuntaron en 2007, en el informe Museum Informatics: People, Information, and Technology in Museums, la diferencia fundamental entre los visitantes off line y on line: los primeros buscan "experiencias" e implicación y los segundos, "comunicación" sin demasiado esfuerzo.

¿Puede el modelo tradicional satisfacer a los usuarios virtuales? ¿Basta digitalizar el lienzo de Vermeer y colgarlo en Internet? La respuesta es 'no' en ambos casos. Buena prueba es que cinco de las pinacotecas con más visitas físicas del mundo –Louvre, Prado, Pompidou, Orsay y National Gallery of Art (EE UU)– no están en el top ten de los museos con más fans virtuales.

Museo virtual de viejas fotos de 20minutos.es

Con más de 11.000 imágenes y 2.500 donantes, se ha convertido en un preciado álbum de memorias privadas que ya son pedazos de historia. Desde hace siete años, el Museo virtual de viejas fotos de 20 minutos, experiencia pionera en España, recibe documentos fotográficos de los lectores: retratos de amigos, primeras comuniones, militares, parejas de enamorados, vacaciones... Catalogados por temas, lugares, décadas y donantes (que comentan aspectos de la imagen que aportan), hay ejemplos de los albores de la fotografía en el siglo xix hasta 1975, año límite para incluir las fotos.

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