En Abre los ojos, Plata quemada y alguna que otra película le habíamos visto un lado perverso... Al que ahora ha dado rienda suelta en El último desafío, en la que Eduardo Noriega da vida a un elegante villano mexicano. El reto era mayúsculo: ¡Enfrentarse nada más y nada menos que a Arnold Schwarzenegger!

¿Cómo le llega un proyecto tan rocambolesco?

A través de mi agente en EE UU. Desde el principio me sorprendió tanto, que como mecanismo de defensa pensé que el papel que me ofrecían era otro, el de ayudante del sheriff. ¿Yo haciendo de americano? ¿De ayudante del sheriff? Pues no... ¡Era para hacer de villano mexicano, para hacer de malo y pelear contra Terminator!

¿Por qué usted?

No sé... Pero ni siquiera tuve que hacer una prueba. El director, Kim Jee-woon, es un cinéfilo empedernido, me había visto en varias películas y me quería para el papel. La peli, en general, es muy cinéfila: mezcla géneros, hay muchos guiños... Y respecto a mi papel... ¡Que no me lo creí hasta ver la película terminada!

¿Cómo es pegarse con 'Gobernator'?

Ya me lo decía alguno del equipo: "Dale un par de leches, que yo le tuve de gobernador y me quedé con ganas"... Es un tipo muy cercano, con mucho sentido del humor. Él era el primero encantado con las autoreferencias y guiños de la película sobre si esta viejo... Schwarzengger es muy listo, inteligente, generoso y agradable. Se nota que viene de ocupar un cargo público, porque es encantador, amable, simpático y nunca entra en temas controvertidos. Te hace la vida muy agradable, y se nota que tenía muchas ganas de volver al cine, porque se entregó a la película.

Luis Tosar, Jordi Mollá o, últimamente, Bardem han hecho de villanos en Hollywood. Ahora usted: ¿Tenemos cara de malos los españoles?

No tenemos cara de malos pero, tradicionalmente, en las películas de Hollywood suele haber un villano extranjero. Mira los Bond, y sus nórdicos malos... Supongo que es por lo exótico, por el acento extranjero y, sobre todo, porque en la cultura estadounidense y en el cine de entretenimiento es más sencillo: el malo es extranjero, viene de fuera, me lo cargo y los buenos somos nosotros. El héroe es blanco, occidental... Me identifico con él, que es mío, de mi tierra, y al malo que lo zurzan. Tiene algo que ver con ese concepto elemental de buenos y malos, y que el malo sea extranjero lo hace todavía más sencillo.

¿Es verdad que es más divertido hacer de malo?

Hay un punto perverso, de disfrute, en el hacer de malo. Te permite ir más allá que el héroe convencional, y también hay un punto de atracción para el espectador. El malo representa lo que no somos, pero también lo que querríamos ser. Se establece una relación de amor y odio con el villano muy interesante, porque los buenos villanos quedan en la memoria. Cuando dudé, cuando creía que haría de bueno... Mi agente me dijo que no. Que el papel de malo era el bueno. Que los malos son los que quedan en la retina del espectador. Y es verdad, porque es el personaje que, al ser el antagonista del 'prota', tiene más peso.

Otra película fuera de España... ¿Por qué? ¿Es más fácil encontrar trabajo fuera?

No sé si es más fácil... He tenido la suerte, desde Plata quemada, de poder trabajar fuera, pero ha sido un cúmulo de circunstancias. Quizá la repercusión de las películas con Amenábar ayudó al principio... Pero sí, es una suerte que te llamen de Francia o de EE UU, porque si la situación en España ya es complicada, desastrosa, imagínate en lo que respecta al cine. Sacar un proyecto adelante es muy difícil... Por suerte, lo puedo compaginar. Porque yo quiero rodar en España, tengo mucho que dar aquí, y este es mi cine, mi lengua. Poder probar en otras cinematografías e idiomas es, eso sí, una gran suerte que te enriquece como actor.

Por último... ¿Qué villano de la vida real le da más miedo?

Hay muchos... Pero creo que Dominique Strauss Kahn. Es un villano de película, con ese careto, con ese poder que acumulaba... Bárcenas tampoco está mal. Nos rodean muchos villanos, pero quizá los peores sean los que tienen cara de buenos.