Daroca, agua de vida: un viaje entre balnearios y murallas

  • Cerca de Daroca nos esperan las aguas sulfuradas de dos balnearios del XIX.
  • Pallarés: 70.000 m2 de bosque rodean un lago termal natural único en Europa.
  • En Daroca, 4 kilómetros de murallas casi intactas, siguen el curso del río Jiloca.
El lago termal natural de Termas Pallarés es único en Europa.
El lago termal natural de Termas Pallarés es único en Europa.
Termaspallares.com
El lago termal natural de Termas Pallarés es único en Europa.

Visitar Daroca, en la provincia de Zaragoza, equivale a disfrutar de una experiencia balnearia y termal única. Sus establecimientos alcanzaron la fama en época de Isabel II y ahora, puestos al día, siguen ofreciendo opciones como la de bañarse en invierno en un lago al aire libre, con temperaturas que rondan los 32º C. Por si esto fuera poco, la comarca de Daroca está llena de vestigios medievales y de pueblos con encanto.

Balnearios del XIX, puestos al día

A treinta y a cuarenta y cinco kilómetros, respectivamente, de la villa de Daroca, nos esperan las aguas sulfuradas de dos balnearios nacidos en el siglo XIX.

El Balneario de Paracuellos del Jiloca es el más antiguo de Aragón. Fue construido en 1848 y se reformó hace poco. Respetando su esencia, conserva la decoración y los muebles de principios originales y está equipado con la más avanzada tecnología en hidroterapia.

El segundo, Termas Pallarés, en Alhama de Aragón, está rodeado de casi setenta mil metros cuadrados de bosques y jardines que rodean un lago termal natural, único en Europa. Su temperatura de 32º centígrados es constante tanto en invierno como en verano, de manera que es posible sumergirse en él durante cualquier época del año.

En cuanto al hotel, fue un casino durante el siglo pasado y a él acuden todavía personajes conocidos. Además, incluye una gastroteca donde domina la cocina de autor.

Daroca, entre murallas

Muy cerca del área balnearia, Daroca era uno de los altos obligados en los viajes de la corte o sus dignatarios entre Madrid y Barcelona. Cuatro kilómetros de murallas casi intactas, que siguen el curso del río Jiloca, son el testimonio de su importancia. Más allá de los muros, el pueblo está rodeado de viñedos y campos de cereales.

Lo fundaron los íberos y, posteriormente, los árabes lo hicieron suyo por más de 400 años. El trazado es tortuoso, ya que la villa va trepando poco a poco por los montes San Cristóbal y San Jorge. De camino a lo alto, encontraremos calles con nombres tan curiosos como de la Traición o del Rey destronado. Todo un desfile de arte mozárabe, gótico y barroco.

La Laguna de Gallocanta

Y ya que estamos en Daroca, merece la pena hacer un pequeño esfuerzo y desplazarse unos veinte kilómetros en coche hasta una planicie a mil metros de altura sobre el nivel del mar.

Nos referimos a la Laguna de Gallocanta, un humedal refugio de fauna silvestre, de importancia internacional. Por su elevada salinidad, la laguna carece de peces, aunque abundan las aves. Se han llegado a observar hasta doscientas especies distintas.

Enclave estratégico en la ruta migratoria de las grullas, tiene especial interés alrededor entre el primer fin de semana de noviembre y el primero de febrero, que es cuando llegan y se van. Cerca hay también otras lagunas, como La Zaida, ideal para un atardecer romántico.

Mesa y mantel

Deambulando por Daroca, hay que buscar una antigua zuquerería o pastelería de 1874, de las más antiguas del país. Ese es el hogar del Museo de la Pastelería Manuel Segura, regentado por la familia que fundó la tienda seis generaciones atrás. En un obrador artesanal, se elaboran en vivo delicias como los baturricos, bombones trufados de chocolate negro, tocados con el típico cachirulo.

Sin dejar la región, a media hora en coche desde Daroca se encuentra Cariñena, famosa por su vino. Las tierras, duras y arcillosas, dan variedades de uvas como la garnacha blanca y negra. También la juan ibáñez, de la misma familia que la moristel de Somontano.

Estos caldos son ideales para acompañar la cocina aragonesa del restaurante La Rebotica (c/ San José 3, telf.: 976 620 556. Cariñena), con su lasaña de morcillas o las migas con bombones de queso. También vale la pena La Gastroteca de las Termas Pallarés (Avda. Constitución 20, telf.: 902 930 938), a cargo del  laureado cocinero Juan Morales.

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