Galera sobre ruedas

  • Juan Francisco de la Cruz, un redactor de 20minutos, pedaleó y sufrió junto al ciclista profesional Alberto Contador.
  • En uno de sus últimos entrenamientos de la temporada.
  • El deporte en primera persona.
Nuestro redactor (der) posa con sus compañeros de ruta. (Jorge Paris)
Nuestro redactor (der) posa con sus compañeros de ruta. (Jorge Paris)
Jorge Paris
Nuestro redactor (der) posa con sus compañeros de ruta. (Jorge Paris)

El Ecuador, la línea imaginaria que divide la Tierra en dos hemisferios, mide algo más de 40.000 kilómetros. Alberto Contador (Madrid, 1982) habrá completado este año, entre entrenamientos y carreras, unos 32.000 a lomos de su bicicleta. Y como él, cualquier ciclista profesional o en camino para serlo. Casi una vuelta al mundo.

Así es la bici: sacrificada. Como si estuviera condenado a galeras. Da igual que haga calor, que llueva o que haga un frío polar. Hay que entrenar. Y eso es lo que lo que el ojo, ávido de gestas y ataques, no ve.

La carretera impone respeto. El tráfico, especialmente en forma de camión, te puede llegar a asustar. "Los coches no te respetan más por ser profesional", nos explica Contador. "Tampoco los sustos son una constante", añade. Hay que ser prudente e ir con mil ojos. Y respetar el código de circulación, que para eso está.

Burlas y chanzas

Más allá del puro profesionalismo, el descrédito que ha generado el dopaje hacia el ciclismo se nota en las burlas y las chanzas que nos dedican algunos peatones y conductores. La constancia y el esfuerzo del ciclista anónimo, ese gran colectivo que siempre pasa desapercibido, sin embargo, se ignora.

En algo más de 100 km de grupeta -ciclistas rodando en grupo- por el sur de Madrid, el viento castiga al ciclista. Y una idea: seguir la rueda es la clave. Pero Contador, acostumbrado a estos lances, va sobrado. Las subidas destacan por su ausencia, aunque hay buenos repechos.

Uno de ellos, la conocida como La Nueva, alberga alguna rampa de dos dígitos que te exprime al máximo. Cuando el asfalto mira hacia el cielo, cada uno sabe a qué ritmo puede llegar. En el llano, y con el viento, parece que existe la obligación moral de no quedarte.

A la hora de despedirnos, cualquiera diría que Contador ha sudado. Nosotros, sin embargo, sí notamos el esfuerzo.

Prefiero subir que llanear

"¡Juanfran, dámelo todo!", me grita sonriendo Alberto Contador. Pero me cuesta. La carretera encara el sky line de Ciempozuelos y el viento que sopla de cara me dificulta seguir su rueda. Me quedo con una buena rampa, allí tengo claro a que ritmo he de subir... aunque tampoco descarto una conversación en el avituallamiento.

Un buen café, una buena tostada de aceite con tomate y la bici como centro de conversación. Y luego pedaleando, que es gerundio.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento