Los 'mapas' pintados a partir de sueños por artistas aborígenes australianos llegan a París

  • El Museo du Quai Branly expone doscientas obras de las fascinantes visiones cenitales de los aborígenes que viven en el desierto central de Australia.
  • Es la primera vez que se reúnen en Europa tal cantidad de piezas de una de las expresiones artísticas más complejas y bellas del mundo.
  • Las obras son transmitidas a los pintores durante estados de trance que denominan 'tjukurrtjanu', sueño.
Pintura de Johnny Warangkula Tjupurrula
Pintura de Johnny Warangkula Tjupurrula
© artists and their estates 2011, licensed by Aboriginal Artists Agency Limited and Papunya Tula Artists
Pintura de Johnny Warangkula Tjupurrula

Es una de las expresiones artísticas más naturales que aún perviven: no está mediatizada por escuelas, técnicas o tendencias de mercado y, al mismo tiempo, deja en entredicho, por su complejo esplendor, a buena parte de las obras de arte que cuelgan de los museos y galerías del mundo. La pintura aborigen australiana ilumina estos días París con la antología Aux sources de la peinture Aborigène. Australie, Tjukurrtjanu (Fuentes de la pintura aborigen. Australia, Tjukurrtjanu).

Para entender la exposición, que reúne 200 obras y está organizada por el Museo du Quai Branly, es necesario entender la idea de tjukurrtjanu, palabra que en varios dialectos aborígenes —en Australia hay 400 pueblos que hablan 250 lenguas— significa sueño. Los paisajes cenitales —marcas, huellas, simbólicas referencias a lagos de sal y dunas, piedras y torrenteras secas— que representan los cuadros, abstractos sólo en apariencia, ya que pretender servir como guías de navegación fisico-espiritual, son transmitidos a los pintores durante el estado de tjukurrtjanu, utilizado por los aborígenes en un sentido muy diferente al que usamos en Occidente. El tjukurrtjanu designa el orden que rige los mundos espitual y físico y ofrece a los seres humanos una unidad que media entre el pasado, el presente y el futuro.

"Universo respetable y caótico"

Bajo esa filosofía de unidad con el mundo físico y sentimental, donde cada cual es, como escribió el autor Bruce Chatwin en Los trazos de la canción,  "un hilo tramado en la red de un universo respetable y caótico, una línea melódica que discurre afinada en la frecuencia de las líneas de sus semejantes, ancestros, y descendientes", los pobladores iniciales del continente australiano desarrollaron una forma expresiva donde el arte no está separado de la vida, ya que uno y otra se disuelven entre sí.

La maravillosa antología que se puede ver en París hasta el 20 de enero, la primera que reúne en Europa tal cantidad de piezas de una de las expresiones artísticas más complejas y bellas del mundo, está centrada en uno de los fenómenos creativos más sorprendentes de la edad moderna, casi un milagro: la explosión artística que sucedió entre 1971 y 1972 en la pequeña localidad de Papunya, 240 kilómetros al noroeste de Alice Springs, un lugar remoto y desolado del inmenso Western Desert (Desierto Occidental) australiano, que las autoridades habían designado, a finales de la década de 1960, como destino forzoso de aborígenes desplazados a la fuerza.

De la terapia ocupacional a la pintura de sueños

El maestro de la pequeña escuela del lugar, Geoffrey Bardon sugirió en 1971 a un grupo de vecinos que pintasen una de las paredes exteriores del recinto. Lo que empezó como una humilde forma de terapia ocupacional se convirtió en un milagro: hombres de toda la zona (conformada por tres grandes áreas:  (Desierto de Gibson, Gran Desierto Arenoso y Pequeño Desierto Arenoso) llegaban a diario al poblado para pintar sus sueños, como llamaban a las historias que acostumbraban a dibujar en la arena de los desiertos durante ceremonias rituales y secretras.

Con el tiempo los artistas de Papuya, que han constituido una cooperativa y se han convertido en una escuela que ha expuesto sus obras a lo largo de todo el mundo. El Museo Nacional de Australia tiene un fondo deslumbrante. Los más renombrados de los aborígenes pintores del grupo inicial quizá sean Clifford Possum Tjapaltjarri y Johnny Warangkula.

Los mapas elaborados por los artistas de Papuya, que con sus vistas cenitales quieren nombrar los senderos secretos de los antepasados y de todos los seres por venir, obraron, como dicen desde el museo parisino, un fenómeno mágico: se convirtieron, con su dinámica del punto y las líneas sinuosas, en un código que comparte como propio toda la población australiana, una especie de modo expresivo nacional. "El arte de los otros [como se llamaba despectívamente a los aborígenes] se ha convertido en el orgullo de Australia", señalan.

Además de los cuadros, la exposición de París incluye fotos de los principales artistas y una selección de arte y artesanía aborigen previa a la explosión de comienzos de los años setenta.

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