A medida que se envejece, el cerebro ve honestidad donde solo hay un sinvergüenza

  • La parte del cerebro que percibe los pros y los contras de una situación sufre una menor activación en las personas mayores.
  • Los ancianos desaprenden la capacidad de interpretar señales no lingüísticas.
  • Al envejecer, olvidamos las experiencias negativas para tener mayor bienestar.
Varios jubilados sentados en un paseo marítimo.
Varios jubilados sentados en un paseo marítimo.
CE
Varios jubilados sentados en un paseo marítimo.

Parece más fácil engañar a una persona mayor. Los hechos lo ilustran muchas veces y la ciencia lo corrobora. Al envejecer, el cerebro se vuelve más confiado. Es decir, a medida que se envejece, el cerebro ve honestidad donde sólo hay un tipo listo dispuesto a engañarle.

Un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) lo ha demostrado al ver que el área de la ínsula anterior del cerebro –asociada a la percepción subjetiva de los pros y los contras de una situación– sufre una menor activación en las personas mayores.

Trabajaron con dos grupos de voluntarios –uno con menores de 55 años y una media de edad de 23 años y otro con más de un centenar de mayores de 55 años y una media de 68 años–. A todos ellos se les mostraron una serie de fotografías de individuos que, por sus expresiones faciales, catalogaron como honestas o de confianza, neutrales o gente de poco fiar.

Hubo consenso en la lectura de los rostros neutrales o a la hora de considerar que los honestos transmitían confianza, pero con los menos fiables hubo diferencias: fueron los más mayores quienes más veces percibieron a estas personas como dignas de confianza.

Como explican en Materia, los investigadores vieron que a los ancianos se les escapan pistas faciales como las falsas sonrisas, la mirada, las sensaciones que transmite el conjunto del rostro y otras señales no lingüísticas. Es información que el cerebro humano ha aprendido a interpretar y que, por algún motivo, los ancianos vuelven a desaprender.

Miraron entonces al interior del cerebro. A otros dos grupos de jóvenes adultos y mayores les tomaron imágenes de su cerebro, por resonancia magnética funcional, mientras observaban un nuevo conjunto de rostros. Vieron que el área de la ínsula anterior del cerebro, asociada a la percepción subjetiva de los pros y los contras de una situación, sufría una menor activación en las personas de más edad.

Esta menor activación entre los mayores –que empezaría a manifestarse a partir de los 50 años– sería un indicador neuronal de la debilidad de las señales de alerta que sí están presentes en los más jóvenes, según el trabajo que publican en la revista PNAS.

Más positivos para ser más felices

Personas más vulnerables, pero más felices. Eso parecen concluir los investigadores de la UCLA, que ven sus resultados en la línea de las ideas básicas de la teoría de la selectividad socioemocional.

Como han demostrado anteriores investigaciones, la regulación de las emociones varía con la edad. Los ancianos tienden a ser más positivos, viven las experiencias negativas con menos dureza y se recuperan antes de los golpes de la vida.

Aquella teoría sostiene entonces que, a medida que se envejece, dejamos atrás las personas y experiencias negativas para conseguir así un mayor bienestar. A cambio, el sistema visceral de alerta que pone en guardia a los jóvenes ante expresiones de confianza/desconfianza casi desaparece en los mayores.

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