En coche por la Costa Azul, donde nunca hay invierno

  • Saint-Tropez parece un pueblo pero se llena de turismo de alto 'standing'.
  • Su ambiente cosmopolita hace de Cannes lugar preferidos por los famosos.
  • Niza es una ciudad grande, con aeropuerto pero entregada al turismo.
Una vista de la localidad francesa de Saint-Tropez.
Una vista de la localidad francesa de Saint-Tropez.
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Una vista de la localidad francesa de Saint-Tropez.

En el litoral mediterráneo francés se halla una cálida región donde cielo y mar se pierden en el horizonte. Una ruta ideal para recorrer en automóvil.

La Costa Azul es una de las zonas más turísticas de Francia, desde Marsella a la frontera con Italia, se puede disfrutar de un ambiente único y con encanto que atrae a turistas tanto del país como extranjeros. ¡Conoce sus lugares más representativos!

La región de la Costa Azul es una de las más turísticas de Francia. Al sureste del país, se extiende esta zona litoral que va desde Marsella hasta la frontera con Italia, que recoge como ninguna otra el charme de la costa mediterránea.

Encanto que no pasa desapercibido para visitantes nacionales y extranjeros, gracias en parte al cálido clima influido por el viento del norte, el mistral. Ya en el siglo XIX, entre las clases altas europeas, se rumoreaba acerca de una región en la que nunca había invierno.

Saint-Tropez

Tras acercarse al país vecino por la A8, habrá que llegar a la costa y bordearla hasta Saint-Tropez, donde se puede hacer la primera parada. Este pueblo que hace de transición entre Provenza y la Costa Azul propiamente dicha, está muy solicitado y acceder es una tarea difícil en ocasiones. Eso sí, el tiempo que haya que pasar estancado en su estrecha carretera no será en vano, ya que en pocos lugares se puede observar un atasco protagonizado por Ferraris, Mercedes y Rolls Royces.

Recomendable por tanto aparcar a la entrada del pueblo, al inicio del puerto. Es Saint-Tropez un lugar pequeño y encantador, que conserva un aspecto de pueblo pesquero pero que está muy preparado para el turismo de alto standing y la comodidad. Las barcas de antaño han sido sustituidas por colosales yates. Pronto el visitante comprobará que este lujo tiene su precio, en cualquier bar o restaurante al que acuda. No en vano ha sido tradicionalmente refugio de artistas y gente adinerada, sobre todo desde que la imagen de Brigitte Bardot catapultara el pueblo.

Tras recorrer sus calles y disfrutar del ambiente del puerto, es recomendable dar un paseo por la Place des Lices y visitar el museo impresionista de LAnnonciade. Entre sus pequeñas y abarrotadas playas destaca la de Pampelonne, a unos kilómetros del centro, a cuya entrada habrá que pagar si se quiere dejar el coche en un  aparcamiento a resguardo del sol. Es un largo arenal que cuenta en su curva dorada con una zona de restaurantes y locales de moda. Pero la belleza de su costa reside sin duda en la vista de la bahía y su intenso mar azul.

En la cercanía se encuentra Saint-Maxime, que sigue un patrón similar en la misma espectacular ensenada, pero sus paisajes se han visto perjudicados por un crecimiento inmobiliario más traumático. Es una señal de que nos acercamos a la parte de la Costa Azul en que el encanto natural ha tenido que adaptarse a la fuerza del ladrillo.

Cannes

Siguiendo la ruta por la carretera de la bahía hacia el norte, la intensidad de sus colores parece no ofrecer tregua descubriendo una belleza especial en cada playa y acantilado. Por fin se llega a la villa de Cannes conocida mundialmente por su festival de cine, cuyo ambiente cosmopolita lo hace otro de los lugares preferidos por los famosos. El despegue de la hostelería, la restauración y los comercios de lujo no han impedido que conserve la sensación de paz en su azul paisaje.

Una vez transitadas sus calles y en especial su Boulevard de la Croisette, se puede tomar un barco. Este medio permite llegar a tres islas paradisíacas que también pertenecen a Cannes y representan la naturaleza más pura del entorno, apenas corrompida por las edificaciones modernas.

En Lerins se podrá disfrutar de la calma como en ningún otro lugar de la Costa Azul. Santa Margarita custodia el histórico Fort Royal donde estuvo encarcelado el Hombre de la Máscara de Hierro. En San Honorato destaca un monasterio fortificado de estilo gótico.

De vuelta al centro urbano y al vehículo, se continúa el hermoso trayecto por la línea de costa encontrando Vallauris y Antibes, pequeños pueblos que formaron parte de la historia de Picasso, ambas con museos dedicados a su memoria en los que hacer un pequeño alto en el camino.

Niza

La última parada obligada de la ruta antes de abandonar suelo francés para adentrarse en Mónaco, es Niza. Es una ciudad grande, incluso con aeropuerto y para no variar, entregada al turismo. Se accede por el Boulevard Promenais des Anglais, bordeado de palmeras con las olas rompiendo a un lado y edificios históricos al otro. Destacan algunos como el Negresco con su fachada rococó, el Jardín Alberto I con su fuente de bronce y el Teatro Moderno al aire libre que acoge numerosos festivales.

En su casco viejo se alza el edificio de la Ópera, construido en el siglo XIX, el singular y artístico Palais Lascaris del siglo XVII y el mercado callejero de Cours Saleya, que se inunda de flores por la tarde. Tampoco hay que olvidar el encanto de las viejas casas de pescadores, transformadas en bohemios museos, cafés o tiendas de artesanía

Por escaleras o ascensor, es recomendable ascender a las colinas y disfrutar de las vistas, de la cascada y del barrio de Cimiez que conserva restos de unas termas romanas del siglo II. Desde aquella época ha sido zona residencial de los acaudalados aunque ahora su lujo está a la altura del resto de la ciudad.

Antes de despedirse de Niza es una buena idea dar un paseo en coche por la colina del Mont-Boron disfrutando de las magníficas estampas sobre la Bahía de los Ángeles donde los contrastados azules de mar y cielo realzan el rosado de la arquitectura de la Belle Époque del Castillo del Inglés. Parajes encantadores que hacen del viaje por esta Costa Azul perpetuamente estival, una plácida sensación.

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