Las costureras se afanan dando vida a vestidos únicos, empleando materiales y abalorios cuyo valor daría de comer a una familia durante un año. Cada diseño es una obra de arte que encierra cientos de horas de trabajo y su esplendor es efímero: solo se muestra al mundo unos segundos; el tiempo que tarda la modelo en desfilar por la pasarela. Así es la alta costura, un club exclusivo más cercano a los museos que a la calle, reservado a unos pocos privilegiados.

Christian Dior presentó el lunes sus creaciones con paredes trenzadas con millones de flores: un lujoso homenaje a su primitivo diseñador, y un escenario adecuado para el debut de Raf Simons como director creativo de la casa en sustitución de John Galliano, que ha dejado un gran hueco en la haute couture parisina. En primera fila, la princesa Charlene de Mónaco y actrices como Sharon Stone y Marion Cotillard siguieron las propuestas, con cinturas muy definidas y atrevidas transparencias.

El domingo, Versace inauguraba la pasarela con diseños encorsetados, faldas de chifón con amplias aberturas, y estampados inspirados en el Tarot. Milla Jovovich, Jessica Alba y Pierce Brosnan tomaron buena nota de ello. Este martes estaba previsto que tomaran el relevo las apuestas de Karl Lagerfeld para Chanel y las nuevas colecciones de Armani y Givenchy.

La alta costura es el súmmum para cualquier diseñador, el mayor prestigio para una firma, y una oportunidad única para mostrar su talento y creatividad.

Se trata de diseños fabricados con tejidos de alta calidad y precios elevados, cosida a mano, con atención al detalle y al acabado. Pero en ocasiones el derroche de imaginación y creatividad peca de excentricidad, llegando a mostrar vestidos o trajes imposibles de llevar. Las fuentes de inspiración han sido de lo más variadas, desde los grandes pintores a estrellas ya fallecidas como Amy Winehouse, y se retroalimentan cíclicamente, recuperando el estilo de diseñadores más clásicos, adaptado a líneas más actuales.

El cine ha sido y es un gran escaparate para la alta costura, desde el icónico vestido de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, obra de Givenchy, hasta las alfombras rojas, donde las estrellas rivalizan en esplendor con las creaciones de grandes diseñadores.

La alta costura también está muy presente en el mundo de la música, como los inolvidables corpiños de Gaultier  para Madonna o las fantasías de Armani para Lady Gaga.

En Francia, el término haute couture es una marca registrada que solo pueden atribuirse los diseñadores pertenecientes a la Chambre Syndicale de la Haute Couture, institución creada en 1868. Para entrar en este selecto club han de cumplirse estos requisitos: diseñar bajo pedido y a medida para clientes privados, vender un solo diseño de cada prenda por continente, tener un taller (atelier) en París con al menos 20 artesanos de tiempo completo y presentar al año dos colecciones  de al menos 35 diseños para su uso de día y de noche.

Españoles como Paco Rabanne y el ya fallecido Cristóbal Balenciaga han sido miembros de ella, y sus firmas aún comparten el Olimpo de la moda con grandes casas como Chanel, Pierre Cardin o Yves Saint Laurent.

Se dice que solo 3.000 mujeres  en el mundo se pueden comprar un traje de alta costura y que solo 1.000 de ellas son consumidoras asiduas.

Para que un vestido pueda considerarse de alta costura debe estar confeccionado a mano de forma exclusiva, y deben haberse empleado entre 100 y 1.000 horas de trabajo artesanal en él. A pesar de su alto precio, la alta costura supone menos del 10% de las ganancias de una firma, que ingresa mucho más por sus perfumes.