La primera "mujer biónica" puede cortar un filete o fregar los platos con sólo la ayuda de su pensamiento y de una prótesis artificial, presentada hoy, a la que le han conectado directamente los nervios.
El "brazo biónico" que lleva la joven Claudia Mitchell, de 26 años, representa un gran avance dentro de las tecnologías de la rehabilitación, al abrir a los amputados la posibilidad de manejar la prótesis de una forma muy parecida a un brazo natural. Esto se consigue gracias a la
El doctor, Todd Kuiten, junto con el cirujano plástico, Gregory Dumanian,
Además, este nuevo "brazo biónico" cuenta con seis motores, de forma que los movimientos que permite son mucho más amplios y naturales que los de una prótesis corriente.
Ni siquiera el peso del ingenio, cinco kilos, supone una carga para Mitchell.
La ex marine sufrió hace dos años un accidente de motocicleta tras el que sufrió una amputación, pero nunca acabó de acostumbrarse a la prótesis normal que le implantaron.
"Era extraño. Tenía que pensar: 'Bueno, ésta es mi mano, ¿qué músculo quiero mover? Para ello, debía flexionar el músculo pectoral o el tríceps. Ahora lo hago sólo con la mente", dijo Mitchell en una rueda de prensa en el Club de la Prensa de Washington.
La joven se acostumbró a dejar el brazo artificial en casa, pues le resultaba poco útil.
Tecnología al servicio del hombre
Claudia Mitchell, es la cuarta persona pero la primera mujer que recibe una de estas máquinas.
El primero de ellos, Jesse Sullivan, un técnico encargado del mantenimiento de cables telefónicos, perdió los dos brazos en un accidente laboral en mayo de 2001, tras lo cual le fueron implantadas las extremidades biónicas.
Otra de los innovaciones en el caso de Mitchell es que el pecho le ha quedado intacto, en comparación con los casos anteriores, en los que hubo que extirpar al paciente parte del tejido corporal.
El aparato produce en su portador algunos efectos curiosos, como el que describió Mitchell: cuando alguien le toca el pecho, donde tiene los electrodos conectados a los nervios, siente que le tocan la mano. El próximo paso, según Kuiken, será conseguir que la mano artificial pueda sentir y enviar esas sensaciones táctiles al cerebro.
Este invento supone una nueva esperanza para los militares estadounidense que ha perdido extremidades en las guerras de Irak y Afganistán.
La industria de las prótesis ortopédicas ha resucitado al calor de las campañas militares de EEUU tras el 11-S, que han dejado una nueva generación de soldados a quienes les han amputado al menos un miembro.
Según la Coalición de Amputados de América, organización que trabaja en defensa de ese colectivo, sólo en el transcurso de las operaciones "Libertad Duradera", en 2001 en Afganistán, y "Libertad Iraquí", en 2003, casi 200 soldados sufrieron amputaciones.
La mayoría de las lesiones traumáticas las produjeron pequeñas armas de fuego y explosiones, especialmente artefactos improvisados, minas anti-personas, y granadas propulsadas por cohetes.
Esa situación ha dado nuevos bríos a esta industria paramédica, que no vivía una situación similar desde los años 70 con la guerra de Vietnam.
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