La revolución egipcia, en el aire

Manifestantes egipcios durante una protesta contra la Junta Militar, este viernes en la plaza Tahrir.
Manifestantes egipcios durante una protesta contra la Junta Militar, este viernes en la plaza Tahrir.
EFE
Manifestantes egipcios durante una protesta contra la Junta Militar, este viernes en la plaza Tahrir.

Con un exdictador presumiblemente agonizante, un resultado electoral todavía incierto y con miles de personas de nuevo ocupando la icónica plaza Tahrir de El Cairo, Egipto vive días trascendentales; días en los que se juega el porvenir de la revolución que destronó a Mubarak y abrió un horizonte de esperanza democrático en el país.

La situación, una semana después de las primeras elecciones libres en la historia egipcia, es la siguiente: la Junta Militar, en lo que algunos han considerado una especie de golpe de Estado blando (y otros una pura y dura reacción termidoriana), se ha adueñado, con la bendición del Tribunal Constitucional, del poder legislativo –clave para el desarrollo de la futura constitución– y amenaza con pervertir el ya de por sí lento y tortuoso camino hacia la democracia.

Por otra parte, los dos principales candidatos que concurrieron a las elecciones del pasado domingo, el militar y  ex primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafiq, y el líder de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Morsi, se han apresurado a declararse vencedores de dichos comicios. La difusión, con cuentagotas y de forma extraoficial, de los resultados de las elecciones, han soliviantado a los militares, por un lado, y calentado los ánimos de una población que observa cómo se les hurta aquello por lo que tanto han luchado durante estos meses.

Así pues, el escenario político en Egipto está ahora mismo dividido en tres vectores: por un lado, el CSFA (los militares), que busca no perder el control de la transición, asegurándose el statu quo al tiempo que permite un maquillaje democrático que no perjudique de forma irremediable su imagen. Por otro, los Hermanos Musulmanes, que intentan capitalizar el descontento popular tras las elecciones y aspiran a tener el control sobre la futura constitución del país.

Por último, Ahmed Shafiq, el candidato oficialista, que tiene que luchar contra la mala prensa de sus orígenes, una opinión pública desfavorable y una cúpula militar que no termina de arroparle al 100%. En medio de todo esto, el pueblo, o parte del pueblo, que desde hace 5 días ha vuelto a reunirse donde solía –es decir, en Tahrir– para mostrar su descontento por los últimos acontecimientos.

Allí, reunidos, están los seguidores islamistas de los Hermanos Musulmanes, pero además, también, los partidos salafistas Al Nur (La Luz) y Construcción y Desarrollo, además de los movimientos revolucionarios 6 de Abril y Coalición de los Jóvenes de la Revolución. El objetivo, según el candidato Morsi, que alienta a los descontentos, es claro y rotundo: "Salvar la revolución".

Una constitución 'de facto'

El decreto de la Junta Militar, aprobado el pasado día 1 de junio, así como su entrada en el Parlamento -gracias a la decisión del TC del país- dejan en manos castrenses la redacción de la nueva Constitución del país.

Entre las atribuciones que los militares han hecho suyas gracias a este decreto están la asunción del poder legislativo, el nombramiento de 100 miembros entre los ponentes de la futura Carta Magna, reservarse el derecho de veto si el (futuro) presidente declara la guerra y tener la última palabra sobre la elaboración de los presupuestos.

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