El vanguardista ruso que mezcló la escultura con la utopía

  • Vladimir Tatlin (1885-1953) diseñó desde una máquina para volar a una compleja torre de 400 metros como monumento a la Tercera Internacional.
  • Fue uno de los fundadores del constructivismo, que celebraba la tecnología soviética.
  • Una exposición repasa su trayectoria, con pinturas de sus comienzos, radicales contrarrelieves e inventos que reflejan su idealismo y pasión.
Presentación del Letatlin, la máquina para volar creada por Vladimir Tatlin
Presentación del Letatlin, la máquina para volar creada por Vladimir Tatlin
© Foto: 2012, State Tretyakov-Gallery, Moscow, unknown photographer
Presentación del Letatlin, la máquina para volar creada por Vladimir Tatlin

Vladimir Tatlin (1885-1953) es indispensable para entender las vanguardias rusas. Su trayectoria inicial como pintor de talento se vio interrumpida por un deseo idealista y pasional de ruptura que llegó en 1914. Tatlin cortó entonces con su producción anterior y comenzó con sus contrarrelieves, murales abstractos de madera, metal y cristal: una provocación al arte burgués, una antesala artística de la Revolución de Octubre.

El Museo Tinguely de Basilea (Suiza), especializado en exposiciones de autores que, al igual que el artista suizo Jean Tinguely (1925-1991), crearon esculturas mecánicas y arte cinético cercano al dadaísmo, dedica su exposición del verano (en cartel hasta el 14 de octubre) a Vladimir Tatlin (1885-1953), uno de los principales artistas de la vanguardia rusa y uno de los fundadores del constructivismo, un movimiento que celebraba la tecnología soviética.

Manifestaciones enérgicas

La exposición Tatlin. Neue Kunst für eine neue Welt (Tatlin. Nuevo arte para un nuevo mundo) se remonta al comienzo de la carrera del artista, cuando se atrevía a combinar en sus cuadros las curvas rítmicas, los colores vivos y los contrastes de luz para sintentizar la tradición pictórica rusa con los movimientos vanguardistas franceses. Era sólo el comienzo de la imaginación inquieta del autor, que pronto sintió la necesidad de experimentar el arte proyectado hacia el futuro.

Los contrarrelieves que cambiaron el rumbo pictórico de Tatlin eran manifestaciones enérgicas de cambio de las que apenas quedan obras conocidas. La muestra recopila los pocos originales que aún se conservan en Moscú y San Petersburgo y los complementa con una selección de reconstrucciones hechas a partir de fotografías.

Una torre de 400 metros con cuatro estructuras girando

Pero la innovación más llamativa de la carrera del escultor idealista llegó con el monumento que diseñó para la Tercera Internacional. La Torre de Tatlin, que iba a medir 400 metros de alto —más que la torre Eiffel— y era una utopía soviética: en su interior albergaría cuatro estructuras que girarían sobre sus ejes a diferentes velocidades. El cubo debía completar la vuelta sobre sí mismo en un año, la pirámide tardaría un mes; el cilindro, un día y la esfera, media hora.

Laureado en su día como "la síntesis orgánica de los principios de la arquitectura, la escultura y la pintura", la guerra civil que asoló el país y la incapacidad técnica para elevar semejante coloso provocaron que el edificio se quedara en un eterno proyecto.

Pero las ansias renovadoras de Vladimir Tatlin lo siguieron impulsando, esta vez en el sueño místico de inventar una máquina para volar. Consideraba que alzar el vuelo era una experiencia humana perdida en el curso de la evolución y quería recuperar esa capacidad para el hombre moderno. La muestra recupera el invento que el artista creó entre 1929 y 1932 para cumplir ese sueño: el Letatlin, una máquina que culminaba la unión de la escultura, la tecnología y la utopía... pero que nunca consiguió despegar al ser humano del suelo firme.

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