Carmela decidió enclaustrarse en su residencia de Macerata tras un brote de gripe. Para que ningún germen entrara en su casa, la mujer la aisló bajando las persianas y taponando las rendijas con cinta adhesiva.

Un equipo sanitario acudió a su rescate, alertados por su hermano que, debido a un tratamiento médico, no podría seguir alimentándola. La mujer presentaba un aspecto deplorable, con 30 kilos de peso y una melena de dos metros de longitud.

El de Carmela es un ejemplo extremo de uno de los trastornos de ansiedad que afectan al año al 6,4% de los europeos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España se calcula que el 5,9% de los mayores de 18 años (unos 2,5 millones de personas) ha presentado en los últimos 12 meses síntomas propios de estos trastornos que interfieren en su vida diaria.

Miedos específicos

Dentro de estos trastornos se incluyen las diferentes fobias específicas (animales, altura, sangre, espacios cerrados, etc.), los trastornos de pánico y la agorafobia (miedo a las situaciones que provocan ansiedad). El caso de Carmela se ha definido como agorafobia, un término que se suele identificar con el miedo a los espacios abiertos. Sin embargo el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), el psicólogo Antonio Cano, matiza que la agorafobia «engloba a múltiples fobias que conducen a la evitación de situaciones que pueden disparar la ansiedad».

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La superación de los miedos

Ana González

Secretaria de la Asociación Madrileña de Agorafobia (www.amadag.com). Sufre agorafobia (pánico ante los espacios abiertos) desde los 30 años. Tiene 52 años y trabaja como decoradora.

«No sé estar sola ni en mi casa ni en la calle»

El primer ataque de pánico lo sufrí en el Metro de Madrid y después caí en una depresión profunda de la que empecé a recuperarme poco a poco. Mi problema es que no sé estar sola ni en casa ni en la calle. He estado desorientada hasta que contacté hace tres años con la Asociación Madrileña de Agorafobia porque ellos me han ayudado a tomar las riendas de mi enfermedad. Ahora estoy en un programa de rehabilitación con dos estudiantes de Psicología que me acompañan y me enseñan a estar sola. Sacar a pasear al perro también me ayuda».

Antonio Fermoso

Presidente de la Associació de Trastorns d’Ansietat (www.ansietat.org). Ha sufrido trastornos por culpa de sus fobias desde los 18 años. Tiene 55 años y está jubilado por sus dolencias.

«He padecido diversas modalidades de fobia»

Los trastornos de ansiedad me han llevado a estar jubilado con 55 años, ya que llegué a sufrir un infarto. Desde los 18 años he sufrido diversas modalidades de fobia. Cuando vivía en Valladolid no podía cruzar el puente sobre el río solo, tenía que ir en autobús. Cuando íbamos de vacaciones y alquilábamos un piso alto, tenía que estar siempre acompañado por miedo a las alturas. Luego llegó la fobia social, que me impedía hablar en público. Tras muchos años he logrado afrontar mi situación gracias a la medicación y a las terapias cognitivas y conductuales, que permiten tolerar la ansiedad y superar el miedo a los ataques de pánico».

¿Padeces alguna de éstas?

Ablutofobia: Miedo a emitir opiniones.

Brontofobia: Miedo a los truenos.

Cibofobia: Miedo a los alimentos.

Dipsofobia: Miedo a la embriaguez.

Ecofobia: Miedo al hogar.

Iatrofobia: Miedo a los médicos.

Katagelofobia: Miedo al ridículo.

Musofobia: Miedo a los ratones.

Politicofobia: Miedo a la política.

Triskaidekafobia: Miedo al número 13, a la mala suerte.

Venustrafobia: Miedo a las mujeres.

De las alturas al sillón del dentista

Como recuerdan desde la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, a pesar de su elevada prevalencia en la población, las fobias específicas sólo representan el 15% de los problemas de ansiedad que llegan a la consulta, ya que muchas de ellas no interfieren de forma importante en la vida diaria. Entre las más frecuentes se encuentran el miedo a los animales, a las alturas, a los espacios cerrados, al dolor y las heridas, a volar, a la oscuridad, a las tormentas y al dentista.

Limitan la vida diaria

Mª Esperanza Hernández, psicóloga.

Las fobias son miedos irracionales muy comunes que sufrimos casi todos. De hecho, en la mayoría de los diagnósticos que realiza un psicólogo hay algún rasgo fóbico. Cuando una fobia es muy grave se puede convertir en un trastorno y hay que recurrir a un tratamiento farmacológico y psicológico. Estos miedos provocan una limitación en la vida diaria, por ejemplo, a una persona a la que le dé pánico coger el ascensor, irá por las escaleras. Lo que se vincula al miedo fóbico son las conductas de evitación, los rodeos. A no ser que las fobias sean muy graves, la mayoría no llegan a tratarse porque las personas que las padecen organizan su vida de forma que no les limiten y acaban asumiéndolas. A pesar de que parece una tontería, es uno de los procesos más complicados del psicoanálisis.