Nicola Samorì pinta cuadros barrocos para emborronarlos

  • El artista desfigura sus óleos de técnica canónica y escenas mitológicas y religiosas.
  • Una galería de Nueva York expone los trabajos del pintor, que asume el rol de creador y destructor de sus cuadros.
  • Con sus obras dañadas, Samorì reflexiona sobre el significado de la pintura clásica y el estátus sagrado del arte en los museos.
'El venerable abyecto', la obra de Samorì que da nombre a la exposición
'El venerable abyecto', la obra de Samorì que da nombre a la exposición
Nicola Samorì- Ana Cristea Gallery
'El venerable abyecto', la obra de Samorì que da nombre a la exposición

Nicola Samorì (Forlì-Italia, 1977) crea óleos inspirados en la pintura barroca italiana del siglo XVII, en varias capas y fundiendo imágenes en lienzo, madera y cobre. Cuando el cuadro parece estar terminado, en realidad el proceso acaba de comenzar.

El artista rasga, emborrona, garabatea y pasa los dedos sobre la superficie del cuadro —a veces con ayuda de disolventes— hasta que el significado de la obra canónica se desfigura y se convierte en una confusa descomposición.

La galería Ana Cristea de Nueva York expone hasta el 23 de junio The Venerable Abject (El abyecto venerable), la primera incursión en solitario en los Estados Unidos del artista italiano, que con sus escenas mitológicas y religiosas experimenta con el daño y la corrosión.

Manos serenas y cabeza 'despellejada'

En la pieza que da título a la muestra —L'Abietto Venerabile— la figura muestra las manos en un gesto sereno y religioso mientras el área del cuadro que corresponde a la cabeza está despellejada y cambia drásticamente el espíritu cándido del cuerpo. El rostro distorsionado se entrevé en la capa colgante de pintura arrancada y el espectador está obligado a interpretar esos restos para sacar una conclusión sobre la obra.

Samorì, que vive y trabaja en la localidad de Bagnacavallo, al noreste de Italia, en una iglesia renacentista reconvertida en vivienda, asume el rol sagrado de creador y destructor de su propio arte, disfruta del poder de dar y quitar la vida a sus personajes y lleva a la reflexión sobre el significado de la pintura clásica y la condición intocable del arte expuesto en los museos.

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