Monasterio de Piedra, el milagro del agua en tierras de Aragón

  • Está en la provincia de Zaragoza, entre los monasterios de Veruela y Rueda.
  • Un recorrido de 5 kilómetros lleva al visitante entre lagos y cascadas.
  • Trinan pájaros de vistoso plumaje como la oropéndola y el verderón.
  • El monasterio acoge un confortable hotel donde dormir y descansar.
Una vista del llamado Lago del Espejo.
Una vista del llamado Lago del Espejo.
WIKIPEDIA/Luidger
Una vista del llamado Lago del Espejo.

El Monasterio de Piedra se encuentra en Aragón y, arrinconado al suroeste por los monasterios de Veruela y Rueda, también dentro de la provincia de Zaragoza, es el punto más conocido del Río Piedra. Fue fundado en 1194 por trece monjes cistercienses. Se catalogó como Monumento Nacional el 16 de febrero de 1983.

Hoy, el Monasterio de Piedra guarda rincones de paz y aires limpios para aquellos que buscan tranquilidad y alejarse del ruido de la ciudad y el humo de los coches. Tan sólo el agua y sus corrientes, el viento y la fauna, compone la música de su entorno.

Pero este paraíso salvaje y frondoso también ofrece todo tipo de comodidades y servicios a quien desee recobrar los sentidos. El propio monasterio acoge un confortable hotel donde dormir y descansar, en habitaciones que una vez fueron las celdas de los monjes y donde el placer de la vista se mantiene despierto ya que la mayoría de ellas dan hacia el parque natural o el patio del claustro.

Asimismo, los pies tendrán el gusto de deslizarse por corredores gótico-renacentistas y si continúan hasta la planta baja, encontrarán los recovecos del monasterio que sirven de acogida a celebraciones de boda y otros eventos.

Un parque de lagos y cascadas

El momento más intenso coincide con el del paseo por el Parque Natural que rodea la tranquilidad del monasterio. El río Piedra forma, al pasar por las inmediaciones del monasterio, un paraje de gran belleza paisajística, con muchas cascadas de agua que se dividen en innumerables hilos de agua o chorreras.

Flechas de color rojo guían al viajero a través de un recorrido de unos 5 kilómetros que comienza en la Plaza de San Martín y que, bordeando el hotel, llega a rincones como el mirador de la Cola de Caballo, una cascada de 50 metros de altura que, en su interior, da cobijo a la espectacular y natural Gruta del Iris, o el Lago del espejo cuyo nombre es suficiente alabanza a su transparencia y, en calma, resplandor.

El río Piedra serpentea por el parque al compás del bosque de ribera que nace y muere en su orilla dejando lugar a los arbustos y plantas trepadoras que crecen cercanos a ella, pero más hacia dentro, o a chopos y álamos cuya vida se extiende ya alejados, en el interior. Así, esta continuidad arbórea se extiende por el vergel como cuna y madre de las numerosas especies de animales y plantas que allí viven.

Pájaros de vistoso plumaje y voz melodiosa trinan en las estaciones de primavera y verano en boca de la oropéndola mientras otros como el verderón, que debe su nombre a su verde color, frecuentan las ramas de los árboles más frondosos a lo largo de todo el año. Pero el Parque Natural ofrece más que esta explosión visual.

Un gran abanico de posibilidades se descubre ante el interesado en adentrarse en otros mundos. El arte de la cetrería, la cultura del vino o la historia del deleite más dulce son algunas de las ofertas instructivas de este parador. El Monasterio de Piedra ofrece exhibiciones diarias donde bellos ejemplares de aves rapaces demuestran la agilidad y escalofriante precisión de sus movimientos en la caza, además de la opción de aprender más sobre la función y morfología de estas depredadoras aéreas a través de un experto.

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