«Ésa no era la filosofía de hacer esta colección, no es una cuestión de dinero», dice Ambrosio Pérez, el joyero del que partió la idea y el único que los vende en su establecimiento ubicado en el lugar del desaparecido convento de San Francisco, en la plaza Mayor, donde se enterró al navegante.
¿Hacen descuento?
Aunque pueda parecer extraño en alguien dispuesto a desembolsar casi un millón de las antiguas pesetas por un reloj, también han pedido que les hagan descuento. «El primero en venderse fue el número 13 de la serie», asegura el joyero, que lleva en su muñeca el número uno de la colección.
La mayoría de compradores son americanos, japoneses y portugueses. «Todo lo que sea edición limitada y exclusivo les encanta, puesto que es fácil que en el futuro se revalorice», confiesa el relojero.
El empresario quiere mantener el misterio sobre cuántos se han vendido, aunque parece que bastantes.
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