El cuerpo humano constituyó una de las obsesiones de los artistas surrealistas. La unión de órganos y extremidades iguales, la mezcla de elementos femeninos y masculinos, la anomalía imposible... Ya en los años veinte, autores como Louise Bourgeoise, Joan Miró y Hans Bellmer querían poner del revés las asociaciones visuales que se activan en el cerebro, explorar las ideas de muerte y erotismo con los componentes que construyen al individuo.
La exposición Exquisite Corpses: Drawing and Disfiguration (Cadáveres exquisitos: Dibujo y desfiguración), en el MoMa de Nueva York hasta el nueve de julio, explora la curiosidad extrema de los autores surrealistas de entreguerras por la anatomía modificada y descubre un juego de salón con el que los pintores y poetas ejercitaban su mente.
Para jugar al Cadáver exquisito se requería la participación de varios artistas. Uno de ellos iniciaba un dibujo con una figura humana incompleta y los demás añadían elementos. La distorsión y la yuxtaposición creaba figuras fantásticas, a veces escalofriantes, en una técnica que se sigue aplicando en el arte moderno.
Ojos duplicados y carne hinchada
La mezcla con los animales recuerda al mito; el híbrido con la máquina es un perverso halago a la industrialización. Las diferentes técnicas empleadas en el juego reunen la muestra a creadores de varias épocas, del fundador del surrealismo André Breton (1896 -1966) a la alemana Paloma Varga Weisz (1966).
Los cadáveres de la muestra tienen en común su objetivo de perturbar el orden natural del cuerpo con ojos duplicados, carne hinchada, piernas en fila y objetos inanimados en lugar de extremidades, inventando retratos fantásticos de la capacidad transformadora de la anatomía.
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