El animismo concede alma al teléfono móvil y al avión

  • El animismo es una religión que concede a cada objeto o elemento de la naturaleza un alma que obliga a que sean venerados.
  • Se trata de la creencia más extendida entre los pueblos indígenas camboyanos.
  • Los teléfonos móviles y aviones pueden verse hoy en sepulturas de animistas camboyanos.
  • El único adelanto técnico que las tribus animistas repudian es la cámara fotográfica, porque "roba el alma y la congela".
Un totem custoria la entrada a un cementerio animista de la minoría camboyana Kavat.
Un totem custoria la entrada a un cementerio animista de la minoría camboyana Kavat.
EFE
Un totem custoria la entrada a un cementerio animista de la minoría camboyana Kavat.

Las minorías étnicas de la región del norte de Camboya conservan la práctica de sacrificios y otros ritos animistas en los que la influencia externa ha adoptado nuevos fetiches como el teléfono móvil o el avión.

El animismo, una religión que concede a cada objeto o elemento de la naturaleza un alma que obliga a que sean venerados, es hoy la creencia más extendida entre los pueblos indígenas camboyanos que por medio de rituales persiguen aplacar las iras de los espíritus o ganar sus favores para tener buena salud o bienestar.

"Cada familia cree en sus propios espíritus. Depende de qué sea más importante para su vida: la caza, la pesca o la agricultura", explica Khieng, un joven de la etnia tompuon, una de las más numerosas del país.

Los espíritus son además caprichosos y pueden decidir sobre la vida y la muerte, según las creencias de estas comunidades, que habitan principalmente en las remotas áreas de las provincias de Ratanakiri y Mondulkiri, en el noreste del país indochino.

"Es mejor no enfurecerlos porque pueden ser muy vengativos", dice Khamphay Ay, un curandero indígena que asegura mantener comunicación con los espíritus para curar las enfermedades. Los curanderos como Khampay se encuentran en la escala más alta de la estructura social de las tribus, lo cual refleja que conocer los deseos de estos fantasmas de la naturaleza es vital para ellas.

"Hay personas que por muchos medicamentos que tomen nunca sanarán. Están enfermos porque en su interior habita un espíritu malo y hay que hacerle salir", asegura el chamán, mientras lee el futuro a una mujer observando un huevo de ave y otros objetos. Este curandero cuenta que el sacrificio de un animal es siempre el mejor método para acabar con cualquier mal, aunque su mayor o menor eficacia depende del animal escogido para el rito. Un pollo, que por ejemplo cuesta uno puñado de dólares, solo sirve para sanar dolencias leves, mientras que si se padece una enfermedad grave es necesario un animal mayor, por lo menos un búfalo, aunque dado que un ejemplar vale unos 500 dólares eso puede suponer el endeudamiento de la familia durante mucho tiempo. Estos sacrificios suelen realizarse tras la muerte de algún miembro de la comunidad con la finalidad de que el espíritu del animal vele por él durante su nueva vida.

"Un año después de la muerte hacemos un segundo sacrificio y ponemos los tótems delante de la tumba como protección", apunta Sopa, un hombre de 65 años que cuida del cementerio de su poblado y que dedica ratos de su tiempo a preparar su propia sepultura. "Este es mi lugar, aunque aún no me he hecho el ataúd", dice el enterrador, que pertenece a la minoría kavat.

Como las almas vagan por el otro mundo, las tumbas, protegidas por una precaria pero colorida techumbre, se decoran con enseres del hogar o representaciones de estos para facilitar su itinerancia por el más allá.

La modernidad se instala en la tradición

La tradición de antaño tiene ahora toques de modernidad visibles en las sepulturas sobre las que los animistas camboyanos colocan teléfonos móviles o miniaturas de aviones, para que sus seres queridos se puedan comunicar desde el nuevo mundo o viajar a donde les plazca.

El único adelanto técnico que las tribus animistas repudian es la cámara fotográfica, que aseguran se trata de un artefacto que roba el alma y la congela.

Los indígenas claman que hoy en día resulta más difícil aplacar la ira de los espíritus porque cada vez disponen de menor extensión de bosque para vagar a causa de la deforestación en favor de cultivos como el de la mandioca.

Según el Ministerio de Desarrollo Rural, en Camboya existen 17 minorías étnicas, a las que en conjunto pertenecen unas 140.000 personas.

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