'Shame', la historia de una bella y solitaria bestia

  • Es guapo. Elegante. Seductor. Un superdotado en la cama. Y tiene el rostro, la voz y el cuerpo del actor más sensual del momento.
  • ¿Es feliz? En absoluto. ¿Por qué? Pasen y vean...
Michael Fassbender es Brandon Sullivan: un elegante y atractivo coleccionista de amantes.
Michael Fassbender es Brandon Sullivan: un elegante y atractivo coleccionista de amantes.
ALTA FILMS
Michael Fassbender es Brandon Sullivan: un elegante y atractivo coleccionista de amantes.

Entre prisas y lamentos, urgencias y alguna que otra fugaz esperanza, en Manhattan, a veces, también se cruzan personas. Miradas. Roces. Fantasías. Deseos espirituales y, sobre todo, carnales. Pendiente de todos ellos vive Brandon, el cazador. Un implacable coleccionista de amantes. Un elegante y atractivo ejecutivo que parece tenerlo todo: dinero, educación, belleza, mujeres... Y poco más. ¿Hace falta?

Esplendor en Venecia

No es fácil alcanzar la unanimidad de la crítica, pero Shame lo logró en el pasado Festival de Venecia, donde tuvo su estreno mundial: es una obra maestra. ¿Por qué? Por la fabulosa interpretación de cada uno de los actores que por ella desfilan, empezando por su protagonista, el incomparable Michael Fassbender, y terminando por la actriz que encarna a su hermana, Carey Mulligan, dechado de delicadeza, fragilidad e inconsolable dolor.

No solo eso: el director, Steve McQueen (nada que ver con el legendario actor fallecido en 1980), contempla con elegancia las peripecias del afortunado y desgraciado Brandon. Brandon copula con una bella y desconocida rubia a la que seduce en un after-work: McQueen retrata el encuentro con frialdad distante. Brandon se descompone y se derrumba, incapaz de alcanzar su altísimo listón amatorio: McQueen no lamenta, no se burla, no juzga. Su cámara, su visión, siempre es equidistante y lúcida.

Y eso que la vida de Brandon es cualquier cosa menos aburrida. O quizá sí: en su gélida y azul mirada apenas ve más allá que mujeres. Pululan a su alrededor, esperando ser cazadas: compañeras de trabajo, fugaces compañeras de viaje, prostitutas... Lo que sea. ¿Qué consiguen ellas? Disfrutar, durante un momento, de un espléndido compañero de cama. ¿Y él? Sumar muescas. Saciar un deseo urgente, irracional, insaciable. Gozar de una compañía pasajera en un deambular solitario, superficial, luctuoso.

El hombre de moda

Y ahora, por fin, vamos con Michael Fassbender. Olvídense de Pitts, de Clooneys o de cualquier otro galán, porque el actor alemán es el actual referente del varón cinematográfico. Llamó la atención en 300 (2007), inquietó en Malditos bastardos (2009) y deslumbró ya, por fin, en X-Men primera generación (2011). Aquí va más allá: además de una presencia física imponente y refinada, irresistible, imparte un curso actoral. Su impertérrito gesto y descomunal esqueleto son solo la bella fachada de un alma desesperada. De una existencia angustiosa, de un fabuloso animal atrapado en la prisión del deseo. Pero los barrotes no encierran solo un cuerpo salvaje: también, sobre todo, esconden y ahogan un confuso corazón.

La sexualización de la vida

El videoartista británico Steve McQueen se ha adentrado, además de en el cine, en la escultura y la fotografía. Tras unas cuantas películas de culto, en blanco y negro y casi sin diálogo como Bear (1993), Deadpan (1997) o Drumroll (1998), saltó al largometraje comercial con Hunger (2008), deslumbrante título protagonizado, también, por Michael Fassbender. Con Shame, McQueen pretende: "Explorar la continua y constante sexualización de la sociedad concentrándome en las personas", según él mismo explica.

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