Cuando casarse por amor puede suponer la muerte

  • En regiones agrícolas del país, las castas campesinas 'jat' han mantenido durante siglos un sistema de consejos rurales que se dedican a impartir justicia.
  • Estas mantienen castigos como 'crímenes de honor' o la prohibición de matrimonios entre personas del mismo pueblo.
  • La tradición manda que el matrimonio sea concertado por las familias de los contrayentes.
  • "El noviazgo es una cosa de la cultura occidental", dicen los líderes de este sistema de castas.
  • Jóvenes que conocen la fecha de su boda... pero no a su pareja.
Activistas de la organización Shiv Sena gritan consignas anti San Valentín durante una protesta en Amritsar, al norte de India.
Activistas de la organización Shiv Sena gritan consignas anti San Valentín durante una protesta en Amritsar, al norte de India.
EFE
Activistas de la organización Shiv Sena gritan consignas anti San Valentín durante una protesta en Amritsar, al norte de India.

"Un chico que se casa sin permiso familiar no lo hace por amor, sino por deseo sexual. Que lo haga, pero no en nuestro pueblo", dice el jefe del mayor y centenario tribunal de casta de la India, un país donde los crímenes de honor y la justicia tribal aún tienen vigencia.

Las reglas 'jat'

En la región agrícola de Haryana, del noroeste del país, las castas campesinas 'jat' han mantenido durante siglos un sistema de consejos rurales que se dedican a impartir justicia a espaldas de la Policía y los Tribunales y reivindican una legitimidad paralela. Pero sus decisiones se basan en tradiciones que a ojos de la justicia india y la prensa urbana son inaceptables, como los 'crímenes de honor', la prohibición de matrimonios entre personas del mismo pueblo o condenas de exilio para los incumplidores.

El septuagenario Randhir Singh es el jefe del 'khap panchayat' ("consejo de casta") de Meham, el 'Chaubisi ka chabutra' ("Estrado de los veinticuatro"), una congregación nacida hace siglos para proteger a 24 pueblos en caso de guerra o agresiones militares. Con el tiempo, más aldeas fueron uniéndose a la organización, que es hoy la mayor de la India y que para los 'jat' funciona como lo haría un Tribunal Supremo, con la particularidad de que a sus consejos acuden hasta 5.000 personas... y que no hay ley escrita.

En el rígido y jerárquico sistema hindú de castas, muy potente aún en las zonas rurales, la tradición manda que el matrimonio sea concertado por las familias de los contrayentes, que tienen en cuenta consideraciones tanto sociales como económicas o religiosas.

Los 'gotras'

Las reglas 'jat' sobre el matrimonio están entre las más estrictas de la India, y se basan en un complejo sistema de linajes, los 'gotras', en realidad un grupo de 2.700 etiquetas que marcan a los descendientes de un supuesto y lejano antepasado común. Cada persona es portadora de un 'gotra', y para los 'jat' casarse con alguien del mismo linaje equivale al incesto: "¡para nosotros, el gotra es la sangre! -exclama Singh-. Cuando alguien no respeta estos principios, lo que hace es ensuciar a la sociedad".

Pero Singh y sus ayudantes niegan la mayor: "No somos nosotros los que matamos. Cuando dos personas se casan por amor, la familia de la chica se lo toma como un insulto, y decide matar a la pareja. Lo hacen ellos, no nosotros", se defiende el jefe, tapado con un gorro de lana y un mantón.

De cuando en cuando, los periódicos indios reseñan algún caso de asesinato de pareja por razón de 'gotra', pero también por matrimonios entre distintas castas o, simplemente, porque los casaderos procedían del mismo pueblo, lo que también está prohibido. "Nadie va a devolverles la vida, así que es mejor dejar en paz a la familia que comete un crimen de honor. Lo que haría un 'khap' es poner una multa financiera a los asesinos, algo de labor social, como una donación a un establo de vacas o un hospital", dice Singh.

"El noviazgo es una cosa de la cultura occidental. Esto no existe en la cultura hindú. Aquí tenemos relaciones puras", apostilla.

Contra la ropa ceñida y los móviles

Los jefes tribales critican el críquet ("un pasatiempo inglés para marajás"), la ropa ceñida ("cuanta más piel se ve, más casos de violación hay") o el teléfono móvil ("hay que controlar su uso, porque hay quien lo usa para verse con una chica en un hotel"). Pero también resaltan que su existencia y pervivencia señala los graves defectos de la justicia y la policía indias, acusadas a menudo de no responder con eficacia y rapidez a las necesidades de la población, sobre todo entre los estratos más pobres.

En las cortes indias hay pendientes millones de casos sin resolver, y, según mantiene Singh, una denuncia a la policía en Haryana suele llevar aparejadas continuas peticiones de dinero y acoso por parte de los agentes a quienes acuden a ellos. "En los tribunales los testigos están comprados. Cuando hay un asesinato en un pueblo, ni tú ni yo ni la Policía sabe qué ha pasado. Pero los aldeanos sí que lo saben. A nosotros nadie nos miente y siempre llegamos a una conclusión", afirma el 'pradhan'.

En la India oficial, el Tribunal Supremo declaró en el año 2011 que la actividad de estos 'khaps' era ilegal; pero de su poder da idea el hecho de que el nuevo lugar de reunión, no lejos de la vivienda de Singh, ha sido pagado con dinero oficial. Se trata de una pequeña plaza de mármol cerca de la carretera, abrigada del sol por dos árboles, adyacente a un lago seco y junto a la que pastan unas cuantas vacas, en la que se reúnen los representantes de los pueblos para resolver un asesinato.

¿Y la policía? "Cuando alguien acude a nosotros, lo primero que pedimos es que retire la denuncia, si existe, ante las autoridades. La gente que viene está harta de la justicia oficial. Si los jueces funcionaran bien, no nos llegaría ni un caso", afirma Singh. Hace poco, recuerda, tuvo que juzgar a un hombre que se había negado a acoger en su casa a su nuera: "lo que hicimos es decretar que todos le negaran el trato y dejaran de invitarlo a fumar en pipa. No tardó ni un día en pedir perdón y aceptar a la chica".

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