Los candidatos invisibles de los Premios Goya

  • Los nominados a los premios técnicos de los Goya asumen que los que trabajan tras las cámaras son casi "invisibles" para el público en general.
  • Los profesionales José Luis Alcaine, Alberto Iglesias o Daniel Fontrodona explican cómo la fotografía, una canción o el silencio pueden poner patas arriba un filme.
Los protagonistas, en la sombra, de los premios Goya 2012: Alberto Iglesias, José Luis Alcaine, Miguel Barros, Daniel Fontrodona e Ignacio del Moral (de izda. a dcha. y de arriba abajo).
Los protagonistas, en la sombra, de los premios Goya 2012: Alberto Iglesias, José Luis Alcaine, Miguel Barros, Daniel Fontrodona e Ignacio del Moral (de izda. a dcha. y de arriba abajo).
Jorge París
Los protagonistas, en la sombra, de los premios Goya 2012: Alberto Iglesias, José Luis Alcaine, Miguel Barros, Daniel Fontrodona e Ignacio del Moral (de izda. a dcha. y de arriba abajo).

Es lo habitual. El equipo de, pongamos, La voz dormida desfila por la alfombra roja durante la fiesta de los nominados a los Goya, un acto que se celebra un par de semanas antes de la entrega de premios. Inma Cuesta acapara los flashes. Algunos rebotan con curiosidad en su compañero de reparto Marc Clotet, un joven con porte de galán que aspira a un galardón por mejor actor revelación.  En el lateral, Ignacio del Moral, nominado en la categoría de mejor guión adaptado por el filme de Benito Zambrano, posa en la foto de familia para después esperar en silencio a que el resto de miembros del grupo terminen de atender a la prensa. Mira, paciente, a un lado y a otro.

Del Moral asegura que el hecho de pasar por el photocall sin que ningún fotógrafo muestre el menor interés por retratarle no le inquieta: "Muchas veces incluso me gritan que me aparte para poder fotografiar mejor a la actriz protagonista", confiesa entre risas. Al fin y al cabo "el cine es un trabajo de equipo con muy poquitas caras y mucha gente detrás", argumenta este guionista responsable de trabajos como Los lunes al sol y Lope.

En su caso, la recompensa es que al público le gusten sus historias. Y el haber disfrutado de experiencias como la que le ha brindado La voz dormida. Gracias al filme, descubrió vivencias de posguerra llenas de sufrimiento, pero contadas con "mucha grandeza y capacidad de perdón". También, el reconocimiento de sus colegas, que le permite vivir con solvencia de un trabajo "muy hermoso" pero con muy poca oferta laboral y económicamente ¨algo infravalorado". Se siente un privilegiado.

La melena al viento de Miguel Barros, candidato a mejor guión original por la película Blackthorn (Sin destino), tampoco consigue atraer la atención de los reporteros. Barros asegura que esa indiferencia es una fortuna que le permite preservar "la independencia y la intimidad". Como a Del Moral, le importa, eso sí, el prestigio dentro de la profesión, que es lo que genera trabajo en una industria "muy pequeña".

Su guión, un western hecho en España, es atípico. Lo escribió rápido, sentía urgencia por contarlo. Pese a que está muy satisfecho del modo en que fue plasmado en la pantalla por intérpretes como Eduardo Noriega y Sam Shepard, no es optimista de cara a la gala del domingo: "Nuestro filme ha sido el menos taquillero, no parte como favorito".

Más confiado en la victoria se muestra Daniel Fontrodona. Esta es su cuarta nominación a los Goya en la categoría de sonido y afirma que el de Blackthorn es su trabajo más redondo hasta la fecha: "Aquí el sonido no solo acompaña la imagen, sino que es narrativo, explica cosas por sí mismo".

¿De lo que está más orgulloso? Del silencio: "Pocas películas se atreven a ir al vacío para transmitir algo. Blackthorn viaja al silencio para construir sonido y vuelve después al silencio".

El anonimato de su tarea para el gran público también es una ventaja: "El buen sonido es aquel que el espectador no descubre. Operamos de forma subliminal. Es un piropo saber que nadie sabe de nosotros".

Dar luz a otros, desde la sombra

Probablemente el currículo del veterano José Luis Alcaine, candidato a mejor fotografía por La piel que habito, haría empalidecer a más de uno de sus rivales El tangerino cuenta con un Premio Nacional de Cinematografía, cinco Goyas y decenas de nominaciones. Aún así, es consciente de que las personas que están detrás de la cámara como él son "gente en la sombra" que trabaja para "dar luz a los actores", aclara mientras a unos metros Blanca Suárez, aspirante a mejor actriz revelación por la misma película, luce una camisa de transparencias y es rodeada por un enjambre de periodistas.

La discreción también es crucial en el trabajo de un director de fotografía: "Hay que dejar que la trama y los actores sean el centro de atención. La fotografía debe hacer cuerpo con la historia; ser buena, pero no la protagonista".

En La piel que habito, cuenta, obtuvo "una unidad muy difícil de conseguir". Alcaine explica cómo el suspense puede ser expresado mediante imágenes y se declara un enamorado de los vaivenes: "La fotografía ha de tratar que el espectador no sepa por dónde va a seguir la película. Si hago un largometraje de atmósferas y cargo las tintas, el público se dará cuenta en seguida de que estamos en la parte dramática. Yo no quiero eso. En este filme hay momentos en los que la fotografía sube el tono para que una escena parezca romántica y luego cae abruptamente. Estos juegos me gustan mucho".

Los contrastes también apasionan a Alberto Iglesias, nominado a un Oscar y a un Goya por la banda sonora de la película de Pedro Almódovar. No le resultó difícil poner música a La piel que habito porque la historia, desde el principio, le gustó: "Es valiente. Bucea en el mundo de la dominación, en el del poder e incluso en el de la tortura. Está llena de metáforas y sentidos". Esto supuso para él un "envite maravilloso" y la necesidad de encontrar una música capaz de "contar cosas importantes".

¿Qué tal vez su rostro no es conocido para la mayor parte de los viandantes?  Iglesias sonríe. Pese a eso, tiene una cosa clara: "Nuestro trabajo tiene notoriedad".

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