Ilustran el fin de las utopías y el triunfo del descreimiento con la obra de tres pintores

  • Una exposición compara la pintura de Ferdinand Hodler (1853-1918), Aleksandr Dejneka (1899-1969) y Neo Rauch (1960).
  • La utopía del 'nuevo ser humano' comenzó con la visión optimista del futuro, fue víctima de las ideologías y murió con la caída del Telón de Acero.
  • Los cuadros de los artistas trazan una línea temporal que explica el proceso.
'Joven Pionero', óleo del pintor ruso Dejneka del año 1934
'Joven Pionero', óleo del pintor ruso Dejneka del año 1934
Aleksandr Dejneka (1899-1969) - © Kursk Deineka Picture Gallery / VG Bild-Kunst, Bonn 2011
'Joven Pionero', óleo del pintor ruso Dejneka del año 1934

El Neue Mensch -nuevo ser humano- fue una utopía alemana recurrente en el siglo XX. Tras la I Guerra Mundial, los expresionistas vieron en el final del conflicto una oportunidad para la regeneración y un nuevo futuro. Aseguraban que el hombre podía liberarse de todas las sombras usando el arte y esperaban un próspero comienzo.

El nazismo hizo más tarde un uso perverso de la idea. Al igual que tergiversó al superhombre de Friedrich Nietzsche, se apropió del nuevo ser humano para justificar la superioridad racial. Los comunistas también se adueñaron de la utopía.

La Hamburger Kunsthalle, en la ciudad alemana de Hamburgo, inaugura este mes Müde Helden (Héroes cansados) un repaso por la obra de tres pintores que permite comparar cómo cambiaron las perspectivas que se tenían del ser humano conforme avanzaba el caótico siglo.

Los cuadros de Ferdinand Hodler (1853-1918), Aleksandr Dejneka (1899-1969) y Neo Rauch (1960) funcionan como una línea del tiempo, reflejan el progresivo fracaso de las esperanzas puestas en el hombre. Tras la ilusión inicial y la apropiación política, el motivo terminó reflejando en los años ochenta el abandono de todo idealismo.

De lo hermoso a lo quijotesco

El arte del pintor suizo Ferdinand Hodler muestra a hombres y mujeres hermosos, heróicos pero normales, exhaustos y aún así animosos ante el momento de renovación que viven. La obra del ruso Aleksandr Dejneka continua con los motivos de Hodler, pero situándolos en un contexto postrevolucionario: las naturalezas del suizo se transforman paisajes industriales; los personajes son símbolos del proletariado.

La muestra sitúa por primera vez la obra de Neo Rauch en la historia. Creció en Alemania del Este y vivió con 29 años la caída del Muro de Berlín. El artista rompe definitivamente con el romanticismo.

El estilo de sus figuras es similar al de sus antecesores, pero el espíritu se opone al entusiasmo místico y tecnológico de los años veinte y treinta. Los hombres y las mujeres de Rauch adoptan posturas quijotescas en paisajes postindustriales: la visión utópica se vuelve descreimiento en el progreso y en la ideología.

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