Las aulas para alumnos con discapacidad están saturadas en la Comunidad de Madrid

  • En la región hay 16.170 niños en Educación Especial.
  • Los profesores tienen clases de hasta 20 escolares, cuando la ley fija no más de 12.
  • Los padres denuncian la falta de profesionales y medios
Una profesora imparte clases de inglés a sus alumnos de primaria.
Una profesora imparte clases de inglés a sus alumnos de primaria.
EFE/ARCHIVO
Una profesora imparte clases de inglés a sus alumnos de primaria.

Síndrome de Down, autismo, dislexia, sordomudez... El espectro de alumnos de la comunidad que necesitan recibir una educación especial es enorme, pero todos sufren la falta de medios y profesionales que denuncian padres, asociaciones y sindicatos.

"El problema es que los logopedas y pedagogos de la escuela pública que tratan a estos niños están saturados. Faltan profesionales y resulta dificilísimo darles una enseñanza específica, ya que en un mismo colegio se juntan alumnos con discapacidades muy diferentes", explica un portavoz de la Federación de Autismo de Madrid.

En la región hay actualmente 2.920 educadores (personal docente y no docente) para 16.170 alumnos con necesidades educativas especiales (una ratio de 5,5 por educador), aunque la Comunidad no contabiliza a los cerca de 2.000 niños con necesidades temporales de aprendizaje (como hiperactivos o con ciertos problemas de conducta), lo que hace bajar la cifra hasta los 14.170, y la ratio, hasta los 4,8 alumnos por educador.

"Los datos son engañosos", explica Héctor Asúa, portavoz de CC OO, "porque la Consejería no los da desglosados. No es lo mismo un enfermero que un pedagogo, y es de este último tipo de profesionales donde se está recortando. En los dos últimos años, la plantilla de maestros de pedagogía terapéutica se ha reducido en 200 efectivos (de unos 1.000 a unos 800), y la de maestros de audición y lenguaje, en unos 100 (de unos 500 a unos 400)".

"Varios centros a la vez"

José María Ruiz, maestro de Educación Especial, afirma que ha visto a compañeros suyos "atender hasta 20 alumnos en varios centros a la vez", cuando lo establecido para los pedagogos es que no se superen los 12 (ver BOE del 2 de octubre de 1990). La Comunidad, sin embargo, asegura que la ratio educador/alumnos se ha mantenido igual, uno por cada 4,8, y que es de las más bajas.

En la región existen dos formas de escolarizar a estos niños. Primero están los centros especiales (23 en toda la comunidad). Algunos están especializados, pero la mayoría mezclan a alumnos con diferentes problemas. Después está la opción de la integración, en la que estos niños van a las mismos colegios que los demás, aunque cuentan con aulas específicas con personal de apoyo.

Debido a la saturación de estos centros, muchos padres optan por llevar a sus hijos a la privada: "Me dijeron que mi hijo necesitaba ir a un colegio especial, pero yo quiero una educación específica para él. Ahora busco un concertado", explica  M. T., madre de un niño con autismo.

"En todos los casos hay una precariedad enorme y las ratios no se cumplen, lo que a la larga genera exclusión, puesto que su educación acaba siendo más pobre que la de la media", afirma Javier Font, presidente de la Federación de Asociaciones con Discapacidad Física y Orgánica de Madrid (Famma).

Menos recursos para inmigrantes

El alumnado con necesidades de compensación educativa (en situación de desventaja social por ser inmigrante o de una minoría marginal) también ha visto disminuir sus recursos. CC OO asegura que la ratio en estas clases supera "holgadamente" la permitida. Además, este último curso se han suprimido unas 15 aulas de enlace (hasta quedar en 30) para extranjeros que no controlan el idioma, según los últimos presupuestos de Educación.

"Cuando pedí ayuda al cole, me dijeron que estaban colapsados"

Juan Manuel González, padre de un alumno.

Juan Manuel no quiere aparecer en ninguna imagen porque tiene miedo a que el resto de alumnos del colegio al que acude su hija pequeña la señalen. Se trata de una estudiante de cuarto de Primaria con ciertas dificultades en el habla (tenía muchos problemas para articular las consonantes) a la que no pudieron atender en su centro público.

"Cuando pedí ayuda, me dijeron que estaban colapsados, y que primero estaban los alumnos con los casos más graves. Iban a tardar mucho tiempo en atender a mi niña. Así que fui a un logopeda privado", explica. Fueron unas ocho sesiones, que le costaron cerca de 200 euros. "Por suerte, el problema se pudo arreglar, aunque necesitará seguimiento. Me sorprendió, porque a mi hijo mayor le sucedió algo parecido hace pocos años en el mismo centro y el logopeda sí le pudo atender", dice.

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