El 'knitting' o hacer calceta en una cafetería: la última moda que llega para quedarse

  • Hacer punto sentado en una cafetería, mientras se disfruta de una animada conversación con los amigos, es una de las tendencias en medio mundo.
  • Sus seguidores afirman que es más adictivo que un sudoku.
Los miembros de la empresa 'We are knitters', María José Marín (dcha.) y Alberto Bravo.
Los miembros de la empresa 'We are knitters', María José Marín (dcha.) y Alberto Bravo.
Jorge París
Los miembros de la empresa 'We are knitters', María José Marín (dcha.) y Alberto Bravo.

"Llevo haciendo esto toda la vida. Me enseñó mi abuela siendo una niña. Pero lo hacía a escondidas, porque me daba un poco de vergüenza. Ahora ya no hay nada que ocultar". Las palabras de Marta, una joven de 25 años de Madrid, suenan a auténtica salida del armario. Hoy se siente orgullosa de su pasión por lo que antiguamente se conocía como 2las labores". Y es que hacer punto ha ido ganando popularidad hasta convertirse en una tendencia imparable que arrasa en todo el planeta. Hasta celebrities como Cameron Diaz o Hillary Swank se han rendido a sus encantos. Ya es un hecho: la calceta es cool.

Paradójicamente, lo que algunos consideran un anacronismo o una mera pasión por lo kitsch ha encontrado en las nuevas tecnologías su principal aliado. Durante los últimos años, Internet ha sido el catalizador y principal punto de encuentro de aficionados de todas las edades: vídeos explicativos en YouTube, blogs especializados, tiendas online... todo un universo virtual dedicado al arte de bordar, coser y tejer nuestras propias prendas.

Hazlo tú mismo

Quizá ese componente do it yourself sea uno de los principales atractivos del knitting. En un mundo en el que cruzarse por la calle con alguien que luce la misma prenda que uno es más fácil que nunca, la posibilidad de desmarcarse con un diseño propio resulta, para muchos, enormemente seductora. Si a eso se le añade el placer de haberlo confeccionado con nuestras propias manos, la satisfacción es doble.

Los adeptos al punto, sin embargo, aseguran que su mayor virtud es su capacidad relajante. Frente al estrés del ordenador, la quietud de los ovillos. "Hay quien dice, incluso, que es el nuevo yoga", cuenta, medio en broma medio en serio, Alberto Bravo. Sabe de lo que habla: junto a su amiga Pepita Marín ha montado la empresa We Are Knitters, especializada en este mundillo, con la que vende kits de punto por Internet y organiza las llamadas Knitting Parties: quedadas para que los no iniciados aprendan a desenvolverse con las agujas y, sobre todo, para conocer gente y pasar un buen rato.

Mejor en compañía

Ese marcado componente social es otra de las claves del éxito del punto como tendencia. Marta, Blanca, Belén y Lucía se conocieron gracias a Alberto, y ahora quedan cada quince días para, en torno a una taza de café, una cerveza o un gin-tonic, charlar, confeccionar sus abrigadas prendas y compartir patrones. "La mayoría son chicas –reconoce Blanca–, pero cuando viene un chico, enseguida se pica y se pone a ello". "Es más adictivo que un sudoku: haces una línea y ya no puedes parar. Y le pillas el truco rápidamente", cuenta Belén.

En los tiempos que corren, el bolsillo es un factor a tener en cuenta. Un kit completo (agujas, lana y patrón) se puede comprar a partir de 47 euros. Pero una vez se tienen agujas, basta con adquirir ovillos por unos 18 euros. "Si te has hecho, por ejemplo, un gorro que le gusta a un amigo, solo necesitas otro ovillo para tener el regalo perfecto", cuenta Blanca. Y no, no pica. Los ovillos que utilizan Belén y sus amigas son de una lana 100% difícil de encontrar en grandes superficies.

Los más incrédulos podrán pensar que la fiebre por el punto no es más que una moda pasajera, pero sus adeptos sostienen todo lo contrario: "Esto nunca pasará de moda", sentencia Blanca. Lo sea o no, una cosa está clara: nuestras abuelas sabían lo que se hacían.

Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia...

Aunque cualquier lugar es idóneo para sentarse a hacer punto, cada vez más bares, restaurantes y cafeterías españolas albergan quedadas periódicas de knitting: en Valencia, la cafetería Canguro Verde organiza sesiones de knit and fun; en Bilbao, el Coffe Break es un punto de encuentro para aficionados; en Barcelona se reúnen puntualmente en locales como Llanàrium o La Dolça Bakery; y en Madrid, los preferidos son el Círculo de Bellas Artes o la cafetería Lo Siguiente.

"Es barato y relaja"

Alberto Bravo dirige, con su amiga María José Marín, una empresa que se dedica a la venta online de material para hacer punto, We Are Knitters. Además, organizan quedadas en las que imparten talleres.

¿Cuándo y cómo surge We Are Knitters?

Lo lanzamos en julio de este año. Fue una idea de mi socia, María José Marín. Estuvo un tiempo viviendo en Nueva York y vio que estaba muy de moda. Me lo comentó y me gustó mucho la idea, así que nos hemos lanzado a esta aventura.

¿El negocio funciona?

Sí. Estamos muy sorprendidos, porque al empezar con esto no esperábamos tanto éxito.

¿Por qué cree que gusta?

Es un pasatiempo barato en tiempos de crisis, cualquiera puede hacerlo y relaja.

En invierno, la lana tiene sentido, pero ¿y en primavera?

¡Está todo pensado! Vamos a sacar modelos en algodón, con agujas más finitas, para que la gente se pueda tejer sus propias camisetas.

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