La madre de un chaval con cáncer: ese es el papel que encarna Goya Toledo en Maktub.
¿Cómo le llegó el papel?
Conozco al director, Paco Arango, desde hace 20 años, así que cuando me mandó el guión me emocioné: era un regalo. A los actores nos gustan los retos, los personajes difíciles, meternos en mundos que no son los nuestros.
El personaje es duro, ¿le costó meterse en el papel?
Sí, pero también era alguien en quien creía. Quería meterme en su cuerpo, y así lo intenté desde mi saber profesional y mi experiencia personal.
¿Qué aprendió de él?
Más que del personaje en sí, de gente que conocí en esa situación. Recuerdo la primera entrevista con una madre: salí del hospital pisando de forma distinta. Pensaba que la vida era otra, descubrí emociones, hasta los árboles o las casas me parecían distintos.
¿En qué ha cambiado, como actriz, respecto a sus inicios?
Sinceramente, me veo igual que el primer día. Sigo teniendo esas ganas enormes de abrirme, de sacarlo todo... Creo que esa es la fantasía del actor: manejar cosas que uno tiene dentro y exteriorizarlas.
Maktub es optimista, ¿y usted?
Lo único que nos puede salvar de esta situación es pensar que las cosas irán mejor. No puedes pensar que todo está mal: si nos hundimos, estamos acabados. No me gusta pasarlo mal, pero tengo mis momentos malos, en los que me cuesta venirme arriba, pero siendo optimista lo logro.
¿Qué le pediría al año que está a punto de empezar?
Que la gente vaya con una sonrisa en la boca, que nos riamos más. Sueño con que todos nos digamos lo que de verdad sentimos, que nos expresemos cosas bonitas, que nos queramos: creo que es lo que más falta nos hace.
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