Es un fósil viviente, su origen se remonta al periodo Cretácico y se conocen casi 3000 especies.

La serpiente es uno de los símbolos más longevos de la historia de la humanidad, se la ha asociado al mal en la Tierra y se la ha venerado como a un dios. Ha sido símbolo de falsedad, venganza y traición, pero también de inmortalidad, regeneración y sabiduría.

El fotógrafo estadounidense de origen lituano Mark Laita (Detroit, 1960) se ha dejado llevar por "la belleza, la seducción y la riqueza de símbolos" de las serpientes y las ha fotografiado con la dedicación de un admirador.

Serpentine (Serpenteante) es una colección de instantáneas en las que expresa su fascinación por el diseño inteligente de la naturaleza. La serie completa saldrá el año que viene en un libro y se expondrá en Alemania en febrero, en la galería Camera Work de Berlín.

Cada ejemplar descansa sobre un fondo negro que resalta los patrones de la piel. Las sesiones fotográficas duran unos 20 minutos "en los que fácilmente puedo conseguir lo que quiero, porque son bellas de manera inherente".

Proceden de zoológicos, criaderos, coleccionistas y laboratorios que investigan con el veneno de los ofidios. En esa atmósfera artificial, con el antídoto cerca, no existe la tensión de que el animal se ponga nervioso y lo ataque. Laita comenta con tranquilidad, en medio de una respuesta, que la semana pasada le picó en Costa Rica una mamba negra -una de las serpientes más venenosas del mundo.

Una boa arcoiris brasileña, una agresiva urutú, una pitón albina formando con su cuerpo una bola en la que esconde la cabeza... En la superficie oscura el fotógrafo espera a que cada serpiente produzca dibujos inspiradores: "El movimiento, combinado con los colores y las texturas, es lo más increíble de ellas. La mezcla de peligro y belleza las hace únicas: captan la elegancia de algo sin adornos y completamente natural".