Este viernes 25 se presenta en Madrid Hojas de Dedalera (Ediciones Versátil) el debut literario de la escritora salmantina Victoria Álvarez, que arrastra al lector a través de una intrigante y misteriosa historia de amor en el Londres victoriano, cuna y época del espiritismo moderno.

Desde niña Annabel Lovelace, la joven protagonista, se ha visto obligada a vivir con su tío, guarda del Cementerio de Highgate. Allí la joven descubre su extraña habilidad para comunicarse con los muertos, quizás gracias a la enfermedad cardiaca que la obliga a vivir entre la vida y la muerte.

Debido a esta cardiopatía Annabel toma una dosis diaria de digitalina, un alcaloide extraído de las hojas de la dedalera que se usaba mucho en el siglo XIX para este tipo de afecciones.

“Estas hojas serían un recordatorio constante de la delicada salud de la protagonista, la misma que le permite mantener el contacto con los muertos por estar a medio camino entre ambos mundos”, explica Álvarez.

Años más tarde, una serie de misteriosas casualidades convertirán a la protagonista en la médium más influyente del Imperio Británico. Sin embargo, su don la llevará a descubrir secretos que deberían haber permanecido ocultos, relacionados con los famosos asesinatos de ‘Jack el destripador’ en Whitechapel, y que pondrán en jaque a la aristocracia londinense.

“Londres era el marco más adecuado para ambientar una historia como la de Annabel, y además gran parte de las novelas que suelo leer toman esta ciudad como escenario”, asegura la autora, conocedora de la capital inglesa y seguidora de las grandes plumas de la literatura decimonónica como Oscar Wilde, Charles Dickens, Wilkie Collins, Jane Austen o las hermanas Brontë.

La comunicación entre vivos y muertos es uno de los temas que hilan una maraña de subtramas a lo largo de la novela.

“Me gustaría creer que algunas personas poseen el don de hacerlo, aunque indudablemente hay mucha superchería al respecto. Pero, desde luego, no tanta como a finales del siglo XIX, cuando el espiritismo se había convertido en un auténtico fenómeno social, uno de los pasatiempos preferidos de las clases acomodadas que buscaban dar más de emoción a sus vidas”, explica Álvarez.

A la intriga y el ambiente gótico del libro, subyace una relación casi orgánica entre la muerte humana y las flores, según Álvarez, esta relación se debe sobre todo al concepto que tenían los antiguos griegos de ese lugar de paso, especie de limbo en el que permanecían las almas de las personas que no habían alcanzado todavía la paz.

“En la mitología se lo solía llamar a ese lugar Campo de Asfódelos, el mismo nombre que recibe la segunda parte de la novela, en alusión a esta flor, que tenía para los antiguos unas connotaciones muy fúnebres. Solían colocarlas en las tumbas de sus seres queridos y además se creía que servían de alimento a las almas de los muertos”.

Victoria Álvarez nació en Salamanca en una familia apasionada por la literatura. A los nueve años ya sabía que era escritora, vocación que comparte con su abuelo, escritor y poeta, y con su padre, escritor de novela histórica. Desde entonces no ha dejado de crear historias y personajes.

“Cuando era pequeña no pasaba un día sin que mis padres me leyeran mis cuentos preferidos antes de irme a la cama. Supongo que fue eso lo que me llevó a tratar de escribirlos por mí misma”.

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