Los niños enmascarados y sombríos de R.E. Meatyard

  • Exponen 'Dolls and Masks' ('Muñecas y máscaras'), una antología de sus fotos.
  • Ralph Eugene Meatyard murió prematuramente, a una semana de cumplir 47.
  • Dejó una obra surreal y extraña, poblada de ruinas y niños con máscaras.
Homenaje de Ralph Eugene Meatyard al escritor Ambrose Bierce
Homenaje de Ralph Eugene Meatyard al escritor Ambrose Bierce
© The Estate of Ralph Eugene Meatyard
Homenaje de Ralph Eugene Meatyard al escritor Ambrose Bierce

Ralph Eugene Meatyard (1925-1972) es uno de esos artistas de muy difícil categorización. Murió demasiado pronto -una semana antes de cumplir 47 años- y, aunque fue considerado en su tiempo como un fotógrafo artístico destacado, su rareza lo apartó del mercado a partir del boom de la fotografía preñada de guiños publicitarios de los años ochenta.

En las últimas dos décadas, sin embargo, Meatyard ha sido reivindicado como precursor de las corrientes tenebristas y sicológicas tan en boga desde comienzos del siglo XXI. Una antología de su obra,  Dolls and Masks (Muñecas y máscaras) se expone en el Museo De Young de San Francisco (EE UU).

Interesado en la extrañeza y lo simbólico, se jactaba de que nunca había tomado una foto abstracta y de que todas, pese a la rareza del contenido y la puesta en escena (niños enmascarados, muñecos mutilados, casas abandonadas), respondían a una sesuda reflexión intelectual.

Un óptico metido a fotógrafo

Empezó a hacer fotos por una casualidad laboral. La empresa para la que trabajaba como ópticoen Lexington (Kentucky - EE UU),  también comercializaba material fotográfico y un buen día decidió ver qué se podía hacer con una cámara y aquellos líquidos para revelar película. Quería hacerle unas cuantas fotos al recién nacido primero de sus hijos.

La experiencia le gustó y asistió como alumno a algunos talleres de verano para perfeccionar la técnica. Eligió bien a los profesores, entre ellos estaban Minor White y Henry Holmes-Smith.

El primero no sólo le enseñó fotografía, también le introdujo en el zen, rama del budismo que cultiva un especial gusto por el humor y la paradoja. Del segundo aprendió a experimentar y a no tenerle miedo al riesgo.

Aunque vivió durante toda su corta vida dentro de unos patrones bastante normales (entrenador del equipo de beísbol del colegio, directivo de la asociación de padres), cuando hacía fotos no era precisamente tradicional.

Reclutaba a sus hijos y amigos y los metía en los bosques, enmascarándolos de tétricos animales humanoides, retrataba a muñecos mutilados, escenificaba escenas que, decía, nacían de sus sueños en vigilia. Por algo no muy distinto se ha convertido en una estrella del pop el cineasta, comerciante y artista David Lynch.

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